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De dedos, lunas y educación

Ya sabéis que, en muchas ocasiones, escribo acerca de temas que me llegan por diferentes vías. O, simplemente, reflexiono acerca de Cosas que he ido leyendo en los últimos tiempos que, siempre desde mi opinión, intento dotar de un poco de sentido en unas breves líneas que escribo en esta, mi bitácora personal. Hoy, al ser domingo y, normalmente un día en el que espero que el personal, como he dicho siempre, tenga cosas más interesantes que hacer que leer sobre temas educativos, voy a hablar de Dedos y lunas. Además, lo voy a hacer centrándome en temas relacionados con la educación. Así pues, ya tenéis un motivo para haber llegado hasta aquí, cerrar el post y poneros a hacer algo más útil. Y que, por favor, sea algo personal y no profesional porque, como bien sabéis, profesionalizar vuestra vida personal tiene sus consecuencias. Ninguna de buena. Os lo digo por experiencia.

Pues bien, ayer una persona me dijo que se perdía muchas cosas por no tener Redes Sociales. Y entonces yo me pregunté si tenerlas, a nivel personal o profesional, me aportaba algo estar en ellas aunque fuera, como es mi caso actual, más como espectador que como actor o intérprete. Si era positivo seguir los dictámenes de algoritmos o determinados personajes que, por determinados motivos, estaban imponiendo determinados debates en los que se hablaba de dedos pasando de mirar a la luna. O, en caso de que a alguien se le ocurriera levantar la mirada, se hacía lo imposible para que hubiera tantos satélites que fuera imposible saber cuál era el real.

Claro que te enteras de cosas relacionadas con la educación. Claro que, en ocasiones, puedes encontrar recursos para tus clases o, simplemente, comprender por qué están sucediendo determinadas cosas. Claro que puedes, hurgando un poco, encontrar investigaciones y evidencias que te permiten saber por qué hay cosas que no están funcionando en el aula. Claro que, en ocasiones, encuentras algún debate interesante que te permite aprender, pero… por cada luna que ves hay muchos dedos que te obligan a mirar. Y ninguno de esos dedos aporta nada. Bueno, aporta un determinado discurso interesado, procedente de determinados personajes, que a solo de investigarlos un poco sabes que, ni aportan nada donde trabajan, ni han aportado nada más allá de venderse en determinados chiringuitos. Hay gente que vive de las redes sociales. También sucede en educación donde, vamos a ser sinceros, se han dado varios modelos de negocio y hay mucha gente que, como dirían en mi tierra, “xucla de la mamella”.

A mí no me preocupa el divertimento de las redes sociales. No me preocupa que los algoritmos manipulen y nos muestren solo qué queremos ver. No me importa que algunos se pasen el día, desde su cuenta A o B, insultando a todos los que no piensan como ellos y usen las capturas de lo que otros dicen. Tampoco me importa que en su horario laboral se dediquen a conceder entrevistas, a irse de viaje o a publicar mensajes en esas redes para seguir en el candelero. No es mi trabajo el sancionarles. No es mi trabajo el pasar el día señalándoles. Hay cosas mucho más importantes en educación. Eso que he comentado en este párrafo son los dedos. Dedos que permiten más viralización pero que, por desgracia, no aporta nada, ni al alumnado ni a la educación en su conjunto. Son cosas que solo aportan a los que juegan en ese juego. Y que les permite, como no podría ser de otra manera, retroalimentarse en su juego y conseguir determinados réditos por ello. Hay gente que sabe promocionarse muy bien. Una promoción que gracias, especialmente a las redes sociales, ha conseguido que muchos vendan humo en forma de dedos o reproducciones de esa luna que, curiosamente, jamás se acaba viendo por muchos.

Me gustaría poder hablar más de la luna. Algo que no puede hacerse en las redes sociales. No puede hacerse porque el algoritmo no lo permite. Es que hay tantos profesionales maravillosos sin visibilidad en las mismas que, al final, nos estamos engañando considerando que las redes sociales o su importancia relativa, es algo que interesa para algo. Y no. Solo les interesa a cuatro. El problema es que, como he repetido, ya cansinamente, es que se le ha dotado de valor a lo que algunos tipejos, culturalmente muy justos y desconocedores, en la mayoría de ocasiones, de lo que sucede en las aulas, dicen. Solo hace falta que veáis a quienes entrevistan en la mayoría de medios. Solo hace falta que sepáis sumar dos y dos. Solo hace falta que, en algunos casos, veáis a quiénes interesa promocionar a determinados personajes. Y, a poco que levantéis un poco la vista, veréis una luna en todo su esplendor. Una luna que no quieren que veáis.

Ser docente y pisar el aula a diario, creyendo o alabando a quienes dicen ciertas cosas, es de traca. Es que tan solo debéis pensar en lo que pasa en vuestra aula, en vuestro centro, con el alumnado, con sus familias, etc. Si a pesar de ello hacéis caso a determinados personajes, con intereses muy poco educativos, tenéis un problema. Lo sé. Mirar el dedo siempre ha sido lo fácil. Además, esos dedos con vida propia o esas lunas inventadas, ubicadas estratégicamente para que no veáis la real, son mucho más apetecibles que la realidad educativa. Una realidad que, por desgracia, tiene una única luna que la ilumine en esa nocturnidad en la que, por desgracia, está inmersa, desde hace mucho.

No dejéis que los algoritmos os digan qué habéis de pensar. No dejéis que os digan qué tenéis que ver en vuestras aulas. No dejéis que os digan, en caso de gestionar la educación, cómo tenéis que gestionarla. Hacedlo más allá de lo que digan cuatro personajes en las redes sociales o lo que pueda decir yo en este blog porque, al final, yo soy igual de irrelevante que esos popes de la educación que, con muchos dedos en cada mano, hacen lo imposible para seguir en la parte alta de una pirámide ficticia.

¡Levantad la vista y mirad la luna en todo su esplendor!

No puedo finalizar el artículo sin comentaros que, según la Fundéu (RAE) “Las voces sol, tierra y luna se escriben con mayúscula inicial en contextos astronómicos, en los que estos términos funcionan como nombres designativos de los respectivos objetos, pero con minúscula fuera de ellos, si se refieren a los astros en sí o en los usos derivados o metafóricos“. Algo que he aprendido (o recordado) gracias a haber escrito el post de hoy.

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