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¿En qué consiste el discurso reaccionario en educación?

Este fin de semana he efectuado un largo reposo domiciliario, salvo la excursión a la paella dominical, en el que he podido descansar. Lo necesitaba porque creo que me he reincorporado al trabajo antes de hora. Y mi cuerpo, aunque mi cabeza no quiera reconocerlo, no está igual ahora, que con veinticuatro años cuando me dio el primer achuchón. Pero bueno. Supongo que iré mejorando conforme me vaya adaptando a las rutinas. Al menos, eso espero.

¿A qué viene el párrafo anterior? Pues a que, al no tener nada que hacer, salvo cosas domésticas a un ritmo bastante bajo, he podido bucear por las redes, leer ciertas cosas e, incluso, ver un streaming, en forma parcial, de unas jornadas que hacían en Granada en las que todos los ponentes eran de esos que, tal y como dije ayer, se dedican a perseguir y a criticar a quienes no piensan como ellos. Y ahí, de nuevo, volví a oír lo del “discurso Reaccionario en educación”. Esa frase que, por lo visto, para algunos es su leitmotiv y lo único que saben decir.

¿En qué consiste el discurso reaccionario en educación? Sé que es una pregunta a la que jamás de los que usan esa frase van a dar respuesta. Y es por ello que me voy a preguntar en este post si es reaccionario defender ciertas cosas. Además, lo voy a preguntar con toda la buena fe del mundo porque, como bien saben los que se quejan de que  los medios solo sirven para promocionar el discurso reaccionario, solo son ellos los que salen en esos medios. Curioso. Bueno, al igual que aquellos que dicen que no están en X para ganar dinero y se promocionan como preparadores de opositores cobrando en negro o, simplemente, dando charlas en esa concertada que para ellos, de boquilla, es la encarnación del demonio.

Pero no vayamos a la crítica tan fácil que podemos tener contra esos personajes. Vayamos a lo que dicen ellos que es un discurso reaccionario y, después, aislándoos de quién es el emisor, decid si os parece mejor ser “reaccionario” o “defensor de los derechos humanos”. Lo sé. Contraponer derechos humanos a ciertos planteamientos educativos es algo muy sibilino y rastrero. Es que, como he dicho antes, algunos no tienen más argumentos.

Por lo visto, el discurso reaccionario lo tenemos aquellos que pretendemos que nuestro alumnado, con independencia de su origen social, aprenda. Y que aprenda lo mismo todo el alumnado para que, el punto de partida, se convierta en irrelevante. También lo tenemos los que estamos en contra de que los especialistas (por ejemplo los docentes de pedagogía terapéutica o de audición y lenguaje) entren en las aulas y, en lugar de hacer pequeños grupos con alumnado que necesita su ayuda, se conviertan en el comodín del docente explicando matemáticas o lengua a los que les cuesta más. Eso se denomina desprofesionalización. Y perjudica, al menos para los del discurso reaccionario como lo soy yo, el aprendizaje de ese alumnado.

También somos Reaccionarios los que queremos una evaluación justa de los contenidos. Aquellos que defendemos el aprendizaje de conocimientos antes de poder empezar a trabajar haciendo proyectos o usando otros tipos de metodología más manual y cooperativa. También debemos serlo aquellos que creemos en la necesidad de enseñar cosas “inútiles” que, aunque no tengan aplicabilidad inmediata o sean solo para aumentar el bagaje cultural de nuestro alumnado, obliga a que se aprendan cosas que pueden encontrar en Google. Ya no entro en lo reaccionarios que somos cuando intentamos luchar contra las pseudociencias como el DUA, los estilos de aprendizaje o las inteligencias múltiples. No creer en pseudociencias ya nos hace ser reaccionarios.

Si entramos en temas tecnológicos, no conozco a ningún docente que esté en contra del uso de tecnología en las aulas. Eso sí, ¿los que estamos en contra del uso de móviles, también somos reaccionarios? ¿Por qué? ¿Es malo creer que no es el dispositivo más adecuado para el aprendizaje de nuestro alumnado? ¿Es malo plantearse su prohibición cuando es un elemento que, según todas las investigaciones, salvo un par que siempre sacan algunos, distrae y perjudica el aprendizaje?

Bueno, supongo que también somos reaccionarios los que intentamos enseñar cosas que el alumnado no quiere o no le motivamos lo suficiente. El alumnado, motu proprio, al igual que nosotros cuando éramos alumnos, tampoco queríamos estudiar ciertas cosas. No siempre el aprendizaje es divertido. No todos los conocimientos, especialmente en etapas iniciales del aprendizaje, nos gustan. Y eso no hace que dicho aprendizaje sea innecesario.

¿Es reaccionario que no estemos a favor de la subida de la escolarización obligatoria hasta los 18? ¿Por qué? Bueno, ahora los que reparten carnés de reaccionarios consideran que ya no es reaccionario estar en contra de aumentar la escolarización obligatoria hasta los 18 porque algunas de las Comunidades, gobernadas por el PP, ya están a favor. Entonces, ¿es reaccionario defender medidas educativas porque las defienden unos determinados partidos? ¿Si no defendemos la LOMLOE o las medidas educativas del PSOE, somos reaccionarios? ¿Por qué? ¿Tan malo es defender ideas educativas con independencia de si las ponen sobre el tapete unos u otros?

La verdad es que me cuesta saber por qué algunos estamos, según los adalides de la educación, en el bando de los reaccionarios. No entiendo que por aportar investigaciones, pedir que antes de tomar medidas en educación se miren las evidencias, se consulte con los docentes de aula (no solo con los que piensan de una determinada manera) o, simplemente, se evalúe el sistema educativo, seamos reaccionarios.

No sé a vosotros. A mí no me preocupa que tilden mis argumentos de reaccionarios. Yo quiero lo mejor para mi alumnado y, a diferencia de algunos popes que, desde la Universidad o desde esos medios que, según ellos, les vetan, pero que siempre les dan voz, sí que quiero mejorar la educación para el alumnado. Para todo. Para el vulnerable y para el que puede dar más y se le debe permitir que dé más.

Al final me da la sensación de que reaccionario es, simplemente, aquel que no comulga con las ideas educativas, en muchos casos totalmente perniciosas, de determinados personajes, organizaciones, fundaciones o partidos políticos. Será eso.

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