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Cómo saber si un centro educativo funciona bien

Dentro de las preguntas que me hacéis, bien por correo electrónico, bien por mensaje en las diferentes redes sociales en las que estoy naufragando, me encuentro con una que me habéis repetido en varias ocasiones y que, por determinados motivos, había dejado pendiente de responder. Sí, tengo un listado de las preguntas que me hacéis los que os pasáis por aquí y, cada cierto tiempo, si no he escrito antes sobre ella (si lo he hecho os mando el enlace), lo hago. Estas respuestas que os doy me obligan a aprender o intentar dar coherencia a ciertas cosas. Algo que, como he dicho en más de una ocasión, os agradezco. Los que estáis al otro lado, aunque esto sea una bitácora personal, sois muy importantes para mí y para mi aprendizaje.

Pues bien, la pregunta es, resumiendo, “cómo podemos saber si un Centro educativo funciona bien”. Desarrollando un poco la misma, sería el saber cómo podemos detectar si un centro educativo es bueno para trabajar como docentes o llevar a nuestros hijos. Y ello va mucho más allá de la publicidad que se haga del centro o de las innovaciones a las que se sume porque, como bien deberíamos saber, hay métodos y estrategias educativas que, pueden venderse muy bien, pero no se basan ni en las evidencias ni en las buenas prácticas. Y, a nivel laboral, hay centros en los que la selección a dedo de los docentes y la imposición de métodos de dudosa calidad por parte de los equipos directivos, coartando la libertad de los docentes e impidiendo la libertad de expresarse ni cuestionarse nada (por miedo a que no les renueven), hace que sean lugares muy inhóspitos para cualquiera que tenga ganas de mejorar lo que pasa en ese centro, poner sobre la mesa cuestiones metodológicas o, simplemente, tenga dudas acerca de algunas cosas que se están haciendo ahí. Por cierto, si veis un centro educativo público, situado en una buena zona (una capital o un lugar muy cercano a vuestro domicilio), en el que cada año concursan un montón de sus funcionarios con plaza definitiva ahí para largarse, huid de ese centro (tanto si sois docentes como familias).

Después de la introducción inicial, en la que me he vuelto a ir, para no perder la costumbre, por las ramas, voy a intentar centrarme en dar esa respuesta, siempre en clave personal, de lo que me habéis pedido algunos. A saber cómo podemos evaluar el funcionamiento y la calidad de un centro educativo, centrándonos en determinados indicadores que pueden ayudarnos a ello.

Existen tres diferentes aspectos para valorar la calidad de un centro educativo: el proyecto educativo, el clima escolar y, algo que a muchos no les interesa: los resultados académicos.

Así pues, voy a intentar explicar cada uno de los siguientes aspectos y en qué nos deberíamos fijar para saber si un centro tiene buena pinta o, simplemente, solo tiene buena pinta cuando nos lo venden en las redes sociales o con la publicidad de cosas que, curiosamente, son las más mediatizadas, pero son las que menos influencia van a tener, tanto en estar bien trabajando o estudiando ahí o, simplemente, en los resultados académicos de vuestros hijos.

Así pues, vamos a desarrollar esos aspectos que os he mencionado antes, para saber qué indicadores se habrían de tener en cuenta para saber si un centro educativo funciona bien.

El proyecto educativo

El proyecto educativo, para aquellos que no lo sepáis, es un documento que define la identidad, objetivos, organización y metodología de un centro educativo. Es, supuestamente, el marco que orienta la acción educativa y que da coherencia y sentido al proceso de enseñanza-aprendizaje, incluyendo todas las actividades que se realizan en el centro. Es importante que lo consultéis siempre porque es un documento PÚBLICO que, en caso de no estar en la web, los centros están obligados a facilitaros.

Para que os dé buenas vibraciones ese proyecto educativo, el mismo debe ser:

  • Participativo. Debe haberse realizado con toda la comunidad educativa, incluyendo a docentes, alumnado y familias. Además, es imprescindible, aunque muchas veces nos olvidemos de esos perfiles, que cuente con la aportación del personal no docente que tenemos en los centros. En el propio proyecto debería aparecer, de forma desglosada, qué aportaciones se han realizado por parte de los diferentes actores. Algo que no he visto nunca, pero que es muy importante porque así se sabe qué visión se tiene del centro por parte de diferentes puntos de vista.
  • Flexible. Nunca debéis fiaros de un documento cerrado, en el que esté todo pautado y milimetrado. Especialmente si nos referimos a un ámbito como el educativo. Las cosas pueden cambiar y ese documento debe ser continuamente actualizado. No tiene ningún sentido mantener un proyecto sin tocar nada. He visto proyectos que siguen siendo los mismos desde el año 2000 y no es que se haya variado en la manera de aprender. Es que el propio centro ya ha sufrido cambios en las infraestructuras y en el número de alumnado matriculado que hace que ese proyecto ya no valga. Lo mismo que repetir la programación curso tras curso sin conocer al alumnado. Un sinsentido si quiere cumplirse. Otro tema es que ese proyecto educativo de centro se tome como algo que no se va a cumplir. Entonces ya estaríamos hablando de otra cosa pero, al menos para mí, ese documento, a diferencia de muchos otros sí que es importante.
  • Basado en evidencias, investigaciones y buenas prácticas. No debemos permitir que en ningun proyecto educativo aparezcan abordajes metodológicos basados en pseudociencias y, salvo dar recomendaciones, jamás se debería imponer ningún modelo metodológico a los docentes porque, al final, los docentes se deben al alumnado y deben adaptarse a ellos. No es lo mismo, por ejemplo, dar clase en primero de ESO A que en primero de ESO C. Lo que sí que debe aparecer en ese proyecto son indicaciones y ayuda para los docentes para que puedan hacer mejor su trabajo.
  • Integrador. El proyecto educativo debe ofrecer soluciones, tanto de espacios como de agrupaciones de alumnado, que permitan que el alumnado tenga un aprendizaje globalizado. Algo que no implica que deba darse todo a la vez. Implica la necesidad de hacer que los compartimentos estancos (léase materias), tengan una visión más global. Para ello es imprescindible que en dicho proyecto educativo aparezca un modelo de reuniones de coordinación serio y eficaz. Y que, en lugar de ofrecer mucha optatividad al alumnado, se centre el mismo en conseguir un aprendizaje significativo y lo más amplio posible a todo el alumnado con independencia de su punto de partida o su situación familiar.

Importantísima también es la segunda cuestión. La que hace referencia al clima escolar. El clima escolar es el ambiente que se respira en el centro educativo y, tal y como he dicho al principio del artículo, tener un clima escolar enrarecido porque tienes la presión de un equipo directivo que, en lugar de apoyarte, lo único que van a buscar es que hagas las cosas a su manera, obligándote a hacer ciertas cosas que no entran dentro de tu función profesional y que, por desgracia, nunca puedas cuestionar qué están imponiendo porque te juegas el puesto de trabajo, es algo que perjudica ese ambiente que debería tener todo el mundo (no solo los docentes) en su lugar de trabajo. Un enrarecimiento que, como es lógico, va a trasladarse al alumnado con las consecuencias que todos sabemos porque, no hemos de olvidarnos que, en Cataluña, con esa selección a dedo del profesorado por parte de los directores, se está obteniendo los peores resultados académicos de la historia. Y van bajando conforme más enrarecido está, por este y otros motivos, el ambiente en los centros educativos.

Un buen clima escolar, como es lógico, se caracterizaría por los siguientes indicadores:

  • La convivencia. El grado de respeto, colaboración y solidaridad que existe en la comunidad educativa. Y la inexistencia de disrupciones masivas que hace, a la postre, que el centro sea etiquetado como “centro de especial dificultad” o “centro con problemáticas sociales”. Algo que se retroalimenta y hace que las familias no quieran matricular ahí a sus hijos, ni que los docentes quieran trabajar en ese centro.
  • La pertenencia. Si se consigue, que tanto alumnado, como docentes y familias, tengan una sensación de pertenencia al centro educativo, se conseguirá un mejor clima. Parece una tontería pero, según todas las investigaciones, la creación de esa pertenencia hace que, aparte de trabajar más a gusto, dé la sensación de que todo el mundo que se encuentra en el centro educativo sea parte de un engranaje del mismo. Y que cuenten contigo para ese cambio. Algo que agradecen docentes, alumnado y familias que ven, en ese centro, su centro.
  • La comunicación. No tener una comunicación fluida y permanente entre toda la comunidad educativa hace que, por desgracia, se genere una situación de aislamiento individual e imposibilidad de creerse que se está en un proyecto colaborativo en el que todos importan. Es importante que todos sepan qué se hace, qué pasa en el centro y cómo se está trabajando en ciertas cosas que suceden ahí. Recibir una comunicación fuera de los canales oficiales, mediante grupos de WhatsApp de madres (son fundamentalmente madres las que están ahí), hace que la información llegue tergiversada y, en muchos casos, provoca problemas en el clima del centro.
  • La seguridad. Es importante que los docentes y el alumnado se sientan seguros en el centro educativo en el que trabajan y estudian. Se debe saber que habrá una resolución rápida de los conflictos y que, en caso de ser detectados, no se mirará a otro lado. Imprescindible que no se retrasen las medidas correctoras y, en ciertos aspectos, una política de tolerancia cero, se hace imprescindible para que la comunidad educativa del centro se sienta segura, tanto la que trabaja o estudia ahí, como la que lleva ahí a sus hijos.

Y, finalmente, algo que muchos han renunciado a incorporar, por motivos ignotos o, simplemente, porque no les interesa centrarse en ello o darlo a conocer que, al final, es una de las claves más importantes de cualquier centro educativo. Al final, ¿para qué va un alumnado a clase? Para aprender. ¿Y cómo medimos ese aprendizaje? Evaluándolo. Así pues, los datos de evaluación son imprescindibles para potenciar el centro. Algo que no solo depende del contexto en el que se ubica el centro. Depende también del interés que se tenga desde el propio centro y de las familias para conseguir “lo mejor” para sus hijos.

Los resultados académicos son los datos que reflejan el nivel de aprendizaje y el logro de los objetivos educativos por parte del alumnado. Los resultados académicos se pueden medir de diferentes formas, como por ejemplo:

  • Las calificaciones. las notas que obtiene el alumnado en las diferentes materias, tanto en las evaluaciones internas como en las externas, y que se expresan en forma numérica y cualitativa. Es importante que se expresen tanto en forma numérica, como que haya un feedback continuo, realizado de forma cualitativa, porque así estamos objetivizando, dentro de los límites, unos determinados valores. La evaluación cualitativa es, en ocasiones, muy poco útil para dar datos finales de aprendizaje porque, aunque algunos defiendan que se debe “evaluar sin notas”, esas calificaciones siguen siendo de las mejores herramientas para medir, puntualmente, un determinado nivel de conocimientos. Si lo que debemos evaluar es otra cosa, ya podemos incluso no usar nada pero, aunque no guste en un determinado discurso, es necesario tener unos criterios claros de evaluación con calificaciones que sean inteligibles desde el momento cero.
  • Los indicadores. Los porcentajes que indican el grado de cumplimiento de ciertos criterios de calidad, como por ejemplo el índice de éxito, el índice de abandono, el índice de titulación, el índice de satisfacción, etc. también deben ser considerados y analizados para saber si un centro funciona bien o mal. O si, en caso de que se parta de unos resultados muy malos en esos indicadores, está mejorando o empeorando. Hay una cuestión importante: el índice de satisfacción, mediante encuestas, necesita una validación posterior en cuanto a resultados porque ya sabemos que, cuando se hacen encuestas, las mismas se equivocan. Especialmente cuando las mismas se dan al alumnado. Hay estudios acerca de la evaluación de la calidad docente por parte del alumnado universitario en la que se habla de los sesgos y de la ineficiencia de dichas encuestas. Así que imaginaos al hacer encuestas entre alumnado de etapas obligatorias. Eso sí, no debería ser malo pasar cada cierto tiempo encuestas más abiertas. Y no deberían pasarse por parte de los docentes que les dan clase. Debería ser algo mucho más estructurado, con un modelo de encuestas que fuera suministrado por la propia administración.
  • Los informes. Esos serían los documentos que recogen la información sobre el proceso y el resultado del aprendizaje del alumnado, tanto de forma individual como colectiva, y que incluyen datos cuantitativos y cualitativos, así como sugerencias de mejora. Ahí podemos ver cómo están las cosas y si necesitamos proveer de ayuda a determinado alumnado.

Un buen centro educativo debe obtener buenos resultados académicos, pero no solo eso. También debe tener en cuenta, tal y como he mencionado, otros aspectos que influyen en la calidad de la educación: el proyecto educativo y el clima escolar. Por eso, para saber si un centro educativo funciona bien, es el mejor para matricular a tus hijos o para trabajar en él, es necesario fijaros en lo que os he dicho a lo largo de todo este post.

Por cierto, se hace imprescindible y, además con los medios de que disponemos no es tan complicado, realizar una evaluación integral y continua, que implique a todos los agentes educativos y que tenga en cuenta todos los factores que intervienen en el proceso educativo. Y, además, aunque no gusten las comparativas, conocer y publicar de forma transparente todos los resultados y proyectos educativos de todos los centros. No se trata de una competición. Se trata de que todo el mundo pueda saber cómo funciona un centro educativo concreto y que, en caso de funcionar mal, se puedan tomar medidas, por parte de la administración o del propio centro, con el apoyo de esas familias tan necesario, para que ese centro pueda mejorar en el futuro.

Nunca he entendido por qué hay tanto miedo a la transparencia educativa. A mí jamás me ha importado que me evalúen. Es por ello que no entiendo por qué no puede hacerse una evaluación integral de los centros educativos para, por parte de la administración, tomar medidas o ejemplo en función de lo que se esté consiguiendo y se esté haciendo.

Nada. No sé si habré respondido bien a la pregunta que algunos me habéis planteado, pero os prometo que lo he intentado.

Finalmente un detalle que no quiero que se me quede en el tintero. Sé que uno de los problemas que existen en la actualidad es la segregación del alumnado (no solo entre centros públicos y privados; entre los propios públicos y los privados). Es por ello que para mejorar los centros educativos primero deberíamos saber qué sucede y saber qué factores afectan a su funcionamiento. A lo mejor, en muchos casos, se descubre que el problema no es debido a esa segregación y es debido a otra cosa. A lo mejor, en otros, se deben tomar medidas para aumentar dotación docente y aportar una mayor cantidad de recursos a determinados centros para paliar ese problema (es imposible técnicamente “montar autobuses para alejar al alumnado de donde viven con su familias”). O, simplemente, se acaba viendo, después de años de evaluar qué está pasando, que en un determinado centro las cosas van “por hornadas”. Pero esto ya se va un poco de lo que he querido responder en el artículo de hoy.

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