No puedo menos que sentir envidia del funcionamiento del sistema educativo inglés a nivel de procedimientos de investigación y transferencia de resultados. Ellos analizan antes de poner en marcha ciertas cosas y, en caso de que haya cuestiones que estén repercutiendo negativamente en el aprendizaje del alumnado, proceden a parar determinadas iniciativas. Y, a pesar de ello, tienen sus problemas educativos. Muchos. Los mismos que tenemos nosotros. Bueno, ellos tienen unos y nosotros tenemos otros aunque, en ocasiones, los problemas sean comunes.

Pues bien, estos días he estado leyendo el documento “Inteligencia artificial generativa (IA) en educación” (enlace), publicado por su Departamento de Educación. Un documento en el que, aparte de informar de esto que acaba de llegar ahora, informa de la existencia de un Equipo interdisciplinar (enlace) que está investigando acerca de cómo debería usarse en el aula, publicando guías de ayuda y realizando investigaciones. Un sueño para todos aquellos a los que nos gustaría que estas cosas pasaran en nuestro país.

¿Por qué es tan importante que exista ese equipo de investigación aquí?

Pues porque dentro de la IA, una de las ramas más novedosas y creativas es la de la inteligencia artificial generativa (IAG). La IAG se basa en el uso de algoritmos capaces de generar contenidos originales y de calidad, como textos, imágenes, sonidos, vídeos o códigos, a partir de una entrada o un estímulo. Así que ya intuís que la IAG puede tener múltiples aplicaciones educativas, como la creación de materiales didácticos, la facilitación de la evaluación, la generación de feedback o la tutorización inteligente.

Sin embargo, la IAG también plantea importantes retos éticos, legales y pedagógicos que deben ser analizados y regulados. Por ejemplo, ¿cómo garantizar la autoría, la originalidad y la calidad de los contenidos generados por la IAG? ¿Cómo evitar el plagio, la manipulación o la desinformación? ¿Cómo proteger los datos personales y los derechos de propiedad intelectual? ¿Cómo fomentar el pensamiento crítico, la responsabilidad y la colaboración entre los usuarios de la IAG? ¿Cómo integrar la IAG en el currículo, la metodología y la evaluación educativas?

Ante estas cuestiones, creo que es necesario y urgente crear un equipo de Trabajo que analice la IAG en la administración educativa. Este equipo estaría formado por expertos en IA, educación, derecho, ética y comunicación, sin olvidarnos de docentes de aula, y tendría las siguientes funciones:

• Investigar el estado actual, las tendencias y las buenas prácticas de la IAG en el ámbito educativo, tanto a nivel nacional como internacional.
• Elaborar un marco normativo y ético que regule el uso de la IAG en la educación, respetando los principios de transparencia, equidad, seguridad, privacidad y beneficio social.
• Diseñar y desarrollar proyectos piloto que implementen la IAG en diferentes niveles, áreas y modalidades educativas, evaluando su impacto y su eficacia.
• Difundir y transferir los resultados y las experiencias de la IAG a la comunidad educativa, mediante la formación, la sensibilización y la participación de los agentes implicados: alumnado, docentes, familias, administraciones, empresas (en FP), etc.

Ya sabéis que tengo mis dudas de que la inteligencia artificial sea el maná que algunos pretenden pero, lo que también tengo claro es que la administración educativa debe tener un equipo para trabajar en ello. Al igual que debería tener otros para investigar y analizar qué sucede en el sistema educativo y cómo podemos mejorarlo.

Y, por favor, tan solo pido a la administración, que si se forma dicho equipo, que sea con profesionales y se esté obligado a publicar sus investigaciones y documentos de trabajo. Además, también pido que lleguen a los centros educativos y a los docentes. No tiene ningún sentido montar equipos de trabajo por montar equipos de trabajo. Algo que se hace habitualmente y que, lo único que implica es tener a cientos de personas sin saber qué hacen ni para qué sirven. En mi Comunidad, por ejemplo, se montó hace años un equipo de “pensadores” y otro equipo de “prospectores de FP”. Nadie ha sabido todavía, una vez desmontados los dos equipos, formados por cientos de personas, qué han aportado a las aulas ni hay ningún documento escrito público de su trabajo. Así, ¡no!

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