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Tengo la solución para X… ¡dímela!

El otro día publiqué un artículo acerca de la problemática de tener alumnado disruptivo en el aula (enlace). De la afectación, siempre en negativo, de ese “terrorismo de baja intensidad”, en el alumnado más vulnerable al que, con tanta disrupción, de le genera estrés e imposibilidad de aprender. Va, ya os digo yo que tener un ambiente en silencio hace que se puede realizar mejor el proceso de enseñanza y aprendizaje. No lo digo solo yo. Lo dice, tanto la evidencia empírica como todas las investigaciones.

Dentro de las respuestas de ese artículo, me encontré una en la que decía que “era muy fácil lidiar con ese alumnado disruptivo”. Joder, veinticinco cursos en la profesión y todavía no he sabido de esa receta mágica. Como tampoco tengo la receta mágica para que aprendan mejor ni que aprendan más Cosas. Incluso me cuesta saber, con certeza, si lo que estoy haciendo en el aula va a mejorar o no el aprendizaje de mi alumnado. Puedo intuirlo pero, de ahí a tener certezas. Bueno, por lo visto algunos Tienen muchas certezas.

Algunos tienen claro de qué manera debemos enfocar el aprendizaje. Hablan de estrategias infalibles para dar clase. De la necesidad de usar una determinada herramienta tecnológica que va a revolucionar la manera cómo aprende nuestro alumnado. De saber que, una vez entras en el aula, todo el alumnado va a estar a las ocho de la mañana o a las dos de la tarde tope motivado para, de forma babeante, intentar aprender lo máximo posible del profesor que tienen delante. Es que hay algunos que tienen la receta para todo lo anterior. Y lo jodido del asunto es que se la guardan para ellos. O escriben algún libro de esos de autoayuda para docentes en los que, una vez leído, lo único que te queda claro es que has tirado unos cuantos euros a la basura.

Lo sé. Algunos tienen soluciones que, curiosamente, jamás van a compartir. Seguro que las tienen. Bueno, a lo mejor no las tienen pero se hacen los interesantes diciendo que las tienen. Quizás esa ambigüedad sea lo que les permita montar determinados chiringuitos. Es que hasta su discurso, muy mediatizado, huele a ser algo vacío de contenido. Pero qué voy a saber yo. Soy un simple docente. Mortal para más señas. Y totalmente vacacional. Disfrutando de esta mañana, antes de salir a esparcirme en buena compañía, por determinadas zonas de la geografía de nuestro país. Por tanto, soy un mindundi para valorar lo que saben algunos. Algunos que dicen que saben mucho de cómo deberíamos hacer las cosas. Incluso son finalistas en premios o se dedican a dibujar cosas, para largarse del aula, que, curiosamente, los únicos que saben cómo interpretarlas son ellos. Es lo que tiene el ser un referente.

Yo pido desde aquí que a todas esas personas, entre ellos algunos docentes de aula, que tienen todas las soluciones para mejorar la educación, me las digan. Bueno, más bien les emplazo a que vengan a mi aula el lunes y vea, de primera mano, cómo lo hacen para que mi alumnado esté ávido de aprender. Seguro que aprendo muchas cosas. Ahora solo falta que acepten.

Todavía recuerdo que cuando le dije una vez a un inspector amigo mío, ¿por qué no me enseñas a hacer bien la programación y así no me equivoco?, lo primero que me contestó es… Jordi, primero nos vamos a comer y ya si eso… Bueno, sigo sin saber cómo hacer programaciones pero sí que conozco muy buenos lugares para almorzar. Y eso, al final, es lo que vale porque, siendo sinceros, en educación hay muchas cosas que se dicen, se manifiestan o, simplemente, se difunden que, curiosamente, encubren la incapacidad de saber qué puede hacerse. Es mucho más fácil decir que hacer. Es mucho más difícil hacer algo que funcione que algo que no funcione. Por eso, quizás, sea más fácil decir para algunos que tienen la varita mágica de Harry Potter que usarla delante vuestro. Será eso.

No me hagáis mucho caso. Ya os he dicho en muchas ocasiones que aquí, salvo escribir para mí de forma incoherente, agradeciendo siempre que os paséis, poco puedo hacer para ayudaros en vuestras vicisitudes educativas. Eso sí, intentaré echar una mano en lo que sepa y compartiré cosas que, al menos a mí, me hayan ido medio bien. Cosas que, seguramente a vosotros en el contexto que tenéis, no os vayan bien. Es lo que tiene trabajar en educación. Salvo, claro está, para los que tienen guardada en su caja fuerte la solución a todos los problemas educativos y que, seguro, en uno de esos cursos que os impartirán desde una tarima criticando las tarimas, os la ofrecerán. Bueno, más bien os emplazarán a un nuevo curso donde os dirán que lo que os insinuaban como solución es una de las cosas a eliminar de la educación.

Disfrutad del día.

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