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Profecornios: cuando dar clase en ropa interior se denomina innovación

En el mundillo (no solo) educativo, siempre hay ciertos grupúsculos que buscan innovar y romper con las tradiciones establecidas. Bueno, en demasiadas ocasiones, estos grupúsculos, innovan de forma absurda y ridícula. Así sucede con el último gurú y sus acólitos que, bajo el paraguas del profecornismo, defienden la idea de enseñar en gallumbos o bragas, argumentando que esta práctica mejora el aprendizaje del alumnado.

Pues bien, hoy intentaré, desde aquí, explorar el fenómeno de los profecornios, sus ideas pedagógicas y por qué son tan desacertadas. Insisto, antes de que algunos volváis a meter la pata hasta el fondo que, “lo de dar clase en Ropa interior” es llevar al extremo, creando un caso (que espero sea) irreal a un determinado modelo pedagógico que quieren imponernos con el apoyo de determinados medios y grupos de presión.

Primero, cabe señalar que el rol de un docente va más allá de ser un mero (léase en la acepción diferente al tipo de pescado) proveedor de conocimientos. Eso dicen también los profecornios y es algo que, cualquiera de los que estamos en el aula, tenemos claro. Los docentes somos figuras de autoridad y el modelo para muchos de nuestros alumnos que, en ocasiones, hacemos de contrapeso a situaciones familiares muy complejas. Así que imaginaos qué supone dar clase en ropa interior. Socava completamente lo anterior y crea un ambiente de desconcierto y burla. ¿Cómo puede un docente esperar que su alumnado lo tome en serio cuando está tan expuesto y revelando su intimidad de manera innecesaria? Y ya no entro si a algunos se les viera un huevo entre las costuras, demasiado elásticas, de los gallumbos. Ni tampoco en cómo sería la situación si añadiera la creación de un vídeo, mostrando lo anterior, para su canal de TikTok porque quiere presentarse a algún premio educativo o conseguir likes. Lo sé. Seguro que lo peta recibiendo, en algunos casos, aplausos por ser tan “innovador”. Es que lo veo.

El argumento principal de los profecornios para defender su comportamiento es que al estar ellos mismos en ropa interior en el aula, se crea un ambiente de mayor confianza y comodidad para sus alumnos. Según ellos, esto supuestamente favorece el aprendizaje y la participación de los estudiantes. Sin embargo, esta afirmación carece de fundamento y está completamente basada en una premisa falaz. Eso sí, seguro que tienen sus investigaciones, realizadas por los mismos del DUA, los estilos de aprendizaje y las inteligencias múltiples, que lo refrendan. Aquí hasta tenemos personajes en las Universidades que investigan la proporción de huevo que puede mostrarse sin ser una situación impúdica. Da igual lo que digan los datos. Hay algunos que ya tienen las conclusiones de una investigación antes de realizarla. Y de esos en las redes sociales hay unos cuantos. Demasiados para mi gusto.

Yo, como persona talludita, poco amante de las estridencias educativas (aunque en ocasiones se me vaya la pinza haciendo ciertas cosas en el aula) creo que vestir de manera adecuada no tiene por qué generar incomodidad o falta de confianza en el aula. Más bien al contrario. Ir arreglado transmite respeto por uno mismo y por el alumnado. Ojo, no me estoy refiriendo a ir en americana o traje chaqueta. Me estoy refiriendo a ir limpio, arreglado y sin mostrar la ropa interior. ¿Tatuajes visibles sí o no? Pues lo considero irrelevante. Salvo, claro está, que uno llevara un tatuaje de un pene o una escena del kamasutra en la frente. Que hay gente que está muy loca. Y en docencia no somos una excepción.

Además, la idea de que ir en gallumbos o bragas en el aula mejora la participación del alumnado es simplemente delirante. ¿Qué diferencia va a marcar la ropa interior del docente en la forma en que los alumnos participan o aprenden? En realidad, lo que realmente importa es la calidad del contenido que se enseña y la metodología utilizada para impartirlo. Un profesor que se preocupe por la adquisición de conocimientos de sus alumnos y el enseñar a movilizar los mismos, no va a perder el tiempo fomentando conductas extravagantes como enseñar en ropa interior.

Por otro lado, desde una perspectiva más práctica y ya ironizando al máximo, ¿cómo podrían estos profecornios gestionar una emergencia en el aula si están en ropa interior? Ante un incendio, una situación de peligro o cualquier otro evento inesperado, el docente debe estar preparado para tomar decisiones rápidas y proteger a su alumnado. Es difícil imaginar a un docente resolver una situación de crisis de manera eficiente cuando está ocupado preocupándose por cómo se ve en ropa interior. La seguridad y el bienestar de los estudiantes deben ser siempre la principal prioridad, y enseñar en ropa interior claramente tampoco respeta este principio básico.

En resumen, los profecornios son un grupo de docentes que han perdido el rumbo y han dejado de lado los principios fundamentales de la buena enseñanza. La idea de que ir en gallumbos o bragas mejora el aprendizaje de los estudiantes y fomenta su participación es simplemente absurda y sin fundamento. La educación debe ser tomada en serio y el enfoque debe estar en la calidad del contenido y la metodología utilizada para impartirlo. Los docentes deben ser modelos a seguir y guías para sus alumnos, no objetos de burla e incredulidad. Enseñar en ropa interior no ayuda en absoluto al aprendizaje y compromete la integridad y el buen desarrollo de los estudiantes. Los profecornios, en lugar de innovar, solo logran ridiculizarse a sí mismos.

Muchas gracias a @pizarraytiza por dejarme usar el concepto “profecornio” para este post. Y, cómo no podía ser de otra manera, antes de poneros ese cuadro en el que amenazo a vuestras familias si no donáis para mantener el blog, os pongo una de las mejores canciones del último siglo. Ojete Calor nunca defrauda. Y menos cuando hilvanan conceptos como el de “mocatriz” que, seguramente, tiene su espacio entre el de profesaurio, profecornio, rojipardo o teachtoker.

Nos vemos en las aulas. Eso sí, en mi caso, sin ropa interior a la vista. Soy muy rancio y poco amante de exponer mis múltiples atributos en público. Hay otros momentos para hacerlo. Bueno, al menos eso me han dicho.

Y, por favor, por qué no empezamos a denunciar en bloque toda esa burocracia que, tal y como sucede por ejemplo con la mierda de las programaciones que, cada vez son más complicadas de realizar y nos obligan a perder más tiempo en cosas inútiles. Hasta los mismísimos del papeleo inútil que detrae tiempo de mi función principal. Ya no digamos de la falta de recursos. Eso sí, para eso deberíamos de dejar de hablar de deberes, inventarnos conceptos, potenciar hashtags en los que se postula que el enemigo son todos los docentes o, simplemente, parar de dinamitar puentes insultando a todos los que tienen una visión diferente de la educación. Lo sé. No vende ni consigue likes. Algo que, por lo visto, es el leitmotiv de algunos. O, simplemente, quizás su manera de abocar su frustración. En mi caso, salvo cuatro posts como este, cada vez intento más ser constructivo y aportar cosas. Algo que, seguramente y por inercia de muchos años escribiendo, no me sale como debiera. Pero bueno, seguiré intentando desintoxicarme de ello. El primer paso ya lo di hace un tiempo: largarme de la inmediatez, en demasiados pocos caracteres, de la red del odio o de la autopromocion. Bueno, más bien dejar de ser usuario activo y colaborar, de forma ¿inconsciente?, en ciertas cosas que suceden ahí.

Al final me ha salido un post incoherente en el que he acabado hablando de muchas cosas. Es lo que tiene el insomnio y el pensar en muchas cosas que se me quedan en el tintero antes de darle a publicar. Ahora ya… Bueno, sí. Publicar, publicar, publicar.

Lo más importante del blog es que os paséis por aquí, pero si queréis colaborar en su mantenimiento…



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