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Reflexiones postelectorales de un madurito interesante

No tengo Nada que reflexionar acerca de las elecciones. Ahora solo es cuestión que unos u otros negocien para obtener sus ansiados sillones. Yo, como vulgo, esperaré a la toma de decisiones del que se siente y, como siempre sucede, acataré sus aciertos o sus errores. Ya veis si voy rápido en el análisis. No hay más. No soy experto en política. No soy experto en encuestas electorales. Mi sueldo no depende (¡bueno, sí, pero poco puedo hacer hoy!) de los pactos que vayan a perpetrar los unos o los otros. Además, mi época de militancia política de partido ya pasó hace mucho tiempo. Ahora milito en la crítica, especialmente en lo que más me afecta profesionalmente.

Me he hecho mayor. Es una frase que uso mucho en mis interacciones diarias. El ardor guerrero se ha difuminado, al igual que las contracturas de cuello cuando paseo por la playa. Ahora dejo que disfruten de mis lorzas. Y, a diferencia de muchos de mi edad, paso de ponerme unas mallas para hacer el canelo, mientras sudo a mogollón, pensando que todavía soy joven. Nada, yo ya estoy en temporada almuerzo y comida. Incluso las cenas se me hacen bola. Ya no digamos el salir por la noche. Y eso que no bebo. Soy abstemio por decreto médico. Por decretazo.

Veo a Gente muy nerviosa por si pactan unos u otros. Veo a gente muy preocupada por si vuelve el Juancar, llegan toreros o repite el “perro Xanxe”. Es que con eslóganes tan potentes como “qué te vote Txapote” o “vamos a volver al 39” ya no hay nada que uno pueda hacer para ponerse a ese nivel. Es que no me da ni para ponerme la pulserita republicana o con la bandera española. Mi cuerpo ha de verse en toda profundidad y, así mientras miran a mis muñecas, no están subiendo la mirada para ver mis arrugas que, por interesantes que sean, ya hablan de otra cosa.

He visto el amanecer, mirando al mar, desde la terraza. En un rato me bajaré con mi hija a disfrutar de un mar que, por suerte, hoy está en calma. De esas balsas en las que apetece remojarte. A ver si ya empiezo a ennegrecerme más. Estoy entre el color de la cerveza tostada y muy tostada. Por suerte mi cuerpo ya no se quema como antaño. También tendrá que ver la protección cincuenta puesta a tutiplén en mi cuerpo que, al único que genera orgasmos, es a mí al verme por la mañana en el espejo.

No sé ni el día de la semana en la que me despierto. Estoy disfrutando de mis vacaciones para hacer lo que me da la gana. Y hacer lo que a uno le da la gana no es hacer lo que te dicen que debes hacer. Las vacaciones son, al menos para mí, tiempo. Tiempo que cada vez pasa más inexorable. Inexorable hasta las próximas elecciones en las que, como siempre, habrá gente a la que le va el sueldo de forma directa en las mismas. Otros, seguiremos mirándolo desde la mirada democrática, y la necesidad de vivir en un país respetuoso con las libertades básicas y los derechos humanos. Una mirada que no conviene nunca cambiar.

Disfrutad del día los que os pasáis por aquí. También los que no lo hacéis. y recordad que, como he dicho al principio, hacer deporte a ciertas edades es malo. La crisis de los treinta, cuarenta o cincuenta, se puede superar sin arriesgarse a perder la vida, sin agujerearse la piel y sin comprarse una moto. Recordad que ir al gimnasio es lo peor en estas fechas. Os lo digo por vuestro bien.

Nada, a disfrutar del día, de la gente que os quiere y de mi cuerpo si tenéis la suerte de veranear cerca de mí.

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