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Los Claustros deberían acabar en un duelo al amanecer

Mañana tengo Claustro. El último de este curso. Salvo la minoría de zumbados de siempre que van a pedir hablar, entre los que me encuentro habitualmente, seguro que todo será mágico y maravilloso. Uno no sabe muy bien en los últimos tiempos, especialmente para los que venimos de esas épocas tormentosas de debates con alto contenido adrenalínico, qué ha pasado en los Claustros para convertirse en un espacio en el que casi nunca se da debate. Y cuando se da, jamás acaba en esos duelos, en los que uno puede elegir armas, que deberían darse al amanecer.

Los Claustros ya no son lo que eran. No es solo cansancio del personal. Es más bien una desidia absoluta y la conversión de esos debates, más o menos duros, que deberían darse en abierto, en una queja amarga en pequeño comité. Esperando, claro está, que no te oigan los que criticas porque, como bien sabéis, hay compañeros que tienen mucho miedo ante represalias. Represalias que no pueden existir. Y que, en caso de existir, lo hacen porque nadie coge sus bártulos y presenta ante inspección o, en caso de que no le hagan caso, ante el juzgado una denuncia contra quien/quienes ejercen esas represalias contra ellos.

No estoy hablando de crear mal ambiente en los centros educativos. Estoy hablando de la única reunión en la que, todos como miembros natos, podemos expresar nuestras opiniones y cuestionar ciertas cosas que, bajo nuestro punto de vista, se están haciendo mal en nuestro centro. Incluso es el lugar para proponer y debatir cosas. Es que esto de “querer irnos a casa” es lógico porque todos tenemos obligaciones y, como es lógico, preferimos estar en casa que en un Claustro pero, ya que estamos ahí, debemos aprovechar esos debates pedagógicos.

Hay votaciones para aprobar determinados proyectos que, obligatoriamente deben pasar por Claustro. Esos Claustros son menos importantes que los que se convocan, como mínimo, trimestralmente. Bueno, aunque sean menos importantes, sería de recibo que como profesionales nos leyéramos qué estamos votando. Lo de aprobar las actas de la sesión anterior sin habérselas leído (ahora que se envían por correo electrónico previamente y no se leen en los Claustros) es algo demasiado habitual. Hace muchos años, cuando estaba en un equipo directivo, me equivoqué en el envío del acta y envié un archivo que no tocaba. Nadie se dio cuenta y se aprobó. Después, al revisarlo, me di cuenta de que la había cagado. Pero, sabéis qué, se aprobó igualmente porque el acta estaba hecha pero no era el archivo que había enviado. No es excusa por ser muy joven en ese momento, pero así pasaron las cosas.

Ya me he ido de la reflexión inicial. De la necesidad de retomar los Claustros duros. De esos en los que todo el mundo nos lanzamos toda la artillería pesada. De esos en los que, una vez dinamitados todos los puentes permiten, por haber sido honestos en nuestras intervenciones, podernos ir a tomar algo para acabar de discutir ciertas cuestiones. Sí, por desgracia ninguno acaba con la elección de pistolas o sables. Como mucho alguno acaba en una partida de LOL en diferentes equipos. Es que nos queremos mucho. Bueno, al menos yo sí que me quiero.

Necesitamos volver a hablar de las cosas que suceden en los centros educativos, en abierto y sin pelos en la lengua. Necesitamos volver a los debates, tanto pedagógicos como de concepción educativa. Necesitamos criticar y dejar que se nos critique en esas ágoras que, por desgracia, ahora se han convertido en sermones de la montaña en los que, en los últimos tiempos, se habla más de cosas que no tienen ningún valor para nuestro alumnado que de lo realmente importante.

¡Por la vuelta a los duelos al amanecer tras un Claustro! O, como he dicho antes, una partida al LOL, una de ping-pong para los más clásicos o, esas cervezas para los que les ha quedado corto el debate. Tras la quinta cerveza, el segundo gin-tonic y el cuarto chupito, se llegan a muchos puntos de acuerdo.

Y, por favor, recordad, los que os enfadáis por determinadas intervenciones en los Claustros, que lo profesional no tiene nada que ver con lo personal. Eso es algo que algunos nunca deberían olvidar.

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