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Empieza a andar el (…) proceso para certificar la competencia digital de los docentes

Ha llegado. Por fin ya podemos saber en qué consiste, debido a cursos de formación que están realizando algunas administraciones educativas e, incluso el propio Ministerio, el modelo de capacitación docente de la Competencia Digital. Sé que, como siempre sucede (no solo) en educación, parece que hayamos llegado al límite del despropósito. Pero no. Siempre se pueden hacer las cosas peor.

El otro día, uno de mis musos, me preguntó por mensaje directo en Twitter por qué no hablaba de los cursos de formación para formar en Competencia Digital a los docentes. Algo de lo que hablé hace más o menos un año en este blog (aquí), intuyendo qué podía pasar. Pero, como todos sabéis, la realidad educativa siempre acaba superando todas las intuiciones o previsiones.

He conseguido hacerme con materiales de algunas Comunidades Autónomas. He conseguido saber bajo mano (hay gente que no me quiere, que me facilita ciertos esbozos de cosas que, por mi salud mental, no debería conocer) algunas de las cosas de las que se han hablado antes de que el despropósito competencial viera la luz. Y la realidad supera la ficción. Materiales redactados, con suerte, por un niño de Primaria o la versión antigua del chatGPT, plagados de faltas de ortografía y de coherencia en los que, mezclando churras con merinas, intentan dar un determinado nivel al alumnado (docentes en este caso concreto). Dar un nivel se refiere a dar una letra asociada con un número, que igual que en las Escuelas Oficiales de Idiomas, indicará lo ducho que es uno en competencia digital.

Pues bien, para tener nivel en competencia digital debes saber de discriminación de género, de ideología y de sostenibilidad ecológica. No os estoy mintiendo. Preguntad a compañeros que están haciendo ya el curso en determinadas Comunidades Autónomas. Eso está incluido en el modelo de competencia digital. Al igual que el DUA o el ABP. Tampoco estoy mintiendo. Hay una parte importante del material destinado a esas cuestiones que estoy mencionando anteriormente.

Además, por si no fuera suficiente despropósito haber hecho materiales de los cursos de competencia digital (en el que han trincado los mismos que, habitualmente, veis hablando en las redes como supuestos expertos en neuroeducación o, actualmente, inteligencia artificial) más enfocados en defender determinadas cuestiones que en adecuarse al marco que marco de referencia de la competencia digital docente que aparece en el BOE (aquí), se pasan por el forro todo los puntos que afectan a la protección de datos. Especialmente porque dan formación EN HERRAMIENTAS, muchas de las cuales no cumplen esa protección de datos. Y dar formación en herramientas no es capacitar digitalmente. Es saber usar una u otra herramienta.

El modelo de competencia digital no consiste en enseñar a usar una determinada aplicación. No se trata de usar Canva, Genially, Kahoots o la navaja suiza de Google o Microsoft. Capacitar digitalmente consiste en poder ser consciente de los usos de la tecnología, saber dónde puedo encontrar ciertas cosas y poder, de forma global, ser capaz de “saber lo suficiente” para usar, encontrar, filtrar y reaprovechar los recursos que se ofrecen por la red. No centrándose, en ningún momento, en una determinada herramienta. Porque, por si no lo habéis comprendido todavía, las herramientas son algo muy subjetivo y, la que me puede ir bien a mí o a la que tengo más cariño (porque es la que he usado más), a lo mejor no es la que se adecúe mejor al contexto con el que se van a encontrar los docentes que acceden a esos cursos para certificarse.

Y ya rizando el rizo… ¿creéis que es razonable que haya diecisiete, más uno si contamos el plan propio del Ministerio, modelos de formación en competencia digital? ¿No debería ser igual de competente digitalmente un docente de Murcia que uno de Logroño? ¿No debería plantearse un modelo igual en todo el territorio? Porque nos podemos encontrar algo tan surrealista como que haya Comunidades que tengan modelo de certificación de competencias digitales mediante pruebas libres u otras que, curiosamente, obliguen a que expertos en competencia digital deban pasar por cursos que imparten gente que sabe mucho menos que ellos.

Creo que antes de la competencia digital haría falta un modelo de competencia en ser competentes para diseñar planes de competencia para terceros. Pero, como bien sabéis, lo anterior no da dinero. Y el proyecto de capacitación en competencia digital, al igual que todas las capacitaciones que se dan en otros aspectos, son simples negocios en los que hay muchos intereses creados.

¿Necesitamos docentes competentes digitalmente? Claro que sí. Pero antes, lo que necesitamos son recursos y evaluación del sistema educativo. Porque, al final, yo puedo tener la certificación más alta en competencia digital y ser un auténtico cafre dando clase. Y ahí entra un modelo de formación en el que nadie quiere entrar. Especialmente porque obligaría a hacer las cosas bien y no habría tantas posibilidades, para algunos, de conseguir dinero. En nada, como bien sabéis, este modelo de competencia digital va a ser usado por empresas privadas para ofrecer sus propios cursos de formación y acreditaciones que, en el caso de algunas empresas, sabiendo que tienen sus contactos con la administración, validar esas acreditaciones que ofrezcan.

Nada. Hay cosas que van antes que otras. Pero lo de las TIC, al igual que lo de dar Historia en inglés o lo de agrupar asignaturas en la ESO mediante ámbitos que imparte el mismo profesor, son experimentos, ya fallidos en el primer caso, posiblemente en el segundo y, cuando se acabe el dinero o empiecen a verse claramente las costuras del tema digital (en cuanto a formación, no en cuanto a necesidad), también en esto. Es lo que tiene hacer las cosas mal. Y la formación del profesorado es algo que clama al cielo.

Lo sé. Seguro que algunos van a defender a capa y espada el modelo de competencia digital y los materiales que se están usando. Y contra la fe, las creencias o los euros que entran en determinados bolsillos, que obligan a defender ciertas cosas, no se puede hacer nada. Por muchas pruebas que les des.

En los puntos suspensivos del título poned lo que queráis. Nunca os voy a privar de la libertad de hacerlo.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel). Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. Además, adquiriéndolo ayudáis a mantener este blog.



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