La verdad es que después de llevar cerca de dos mil quinientas entradas, con unas cuatrocientas palabras de promedio, a lo largo de la vida de este blog, me planteo qué hubiera pasado si hubiera dedicado ese esfuerzo a la publicación de una de esas series literarias sin fin que llevan, para cada uno de los Libros, asociadas veinte tramas más que permiten, para gozo de los amantes de la serie, seguir exprimiendo hasta el infinito las posibilidades que se nos ofrece. Ya no es sólo el gozo, es el simple beneficio que, tras cada nueva publicación, se llevan los autores de esos libros. Algo lógico y necesario porque, escribir y hacerlo bien, merece ser recompensado. Además, seamos sinceros, qué hay más placentero que una lectura en la que te lo pasas bien y te quedas con ganas de más al leer la última línea.

Si trasladamos la literatura al ámbito educativo nos encontramos, día sí y al otro también, con nuevas publicaciones relacionadas con el ámbito educativo de docentes y otros personajes que, han llegado a conocer mediante terceros, la situación en las aulas. Todo el mundo se ha puesto a escribir su ensayo o recomendación acerca de un método maravilloso para gobernar el aula. Sí, no hay docente mediatizado o mediatizable que se precie que se resista a publicar su libro. Libros que, por cierto, venden bien porque cada vez hay más gente interesada en temas educativos. Libros que, más allá de la utilidad real, hacen que muchos puedan considerarse escritores por el simple hecho de tener algo en papel o formato electrónico. Nada, lo mismo que esos que se consideran padres por el simple hecho de tener hijos. Una extrapolación muy particular de algo que, a veces da la sensación, que se está haciendo por encima de las posibilidades de uno. Y, lo más curioso, es que a ninguno de esos que publican “truños” (sí, hay mucho truño en la literatura educativa) reconocen que están publicando algo sin ninguna calidad y que lo hacen, simplemente, para ir a rebufo del personal que sí que escribe bien porque, hay docentes que escriben bien, muy bien.

Creo que hasta el más iletrado se dará cuenta que estamos escribiendo libros sobre temas educativos por encima de nuestras posibilidades. Estrategias de comunicación con los hijos, acuerdos sobre el uso de la tecnología o, simplemente, patrocinio de técnicas o centros educativos mediante la exposición de la peregrinación a esos centros, que hace que, en las librerías ya no se pongan de acuerdo en qué estante deben ir colocando, los cada vez más variopintos escritos, sobre temas que da la sensación que se escriben por seguir una moda. Lo mismo que los youtubers pero en versión papel (o, pongámonos en contexto digital, epubs). Todos escriben cosas para vender el producto y llenar muchas más líneas dentro de un infinito espacio de merchandising educativo.

No me gustaría aumentar esa bazofia de literatura, escrita por algunos y que están vendiendo, bajo la premisa de ser libros imprescindibles sobre educación. Libros avalados por amiguetes, voceados por las redes sociales y, a veces -lamentablemente, demasiado pocas-, de una gran calidad. Es por ello que estoy procediendo a organizar un poco lo que llevo redactado hasta ahora en el blog para publicar un libro. Eso sí, por ahora iré colgando los capítulos en el blog (sí, crearé un apartado específico) porque, ¿qué es mejor para un libro y más para el primero en público? ¿Qué lo lea el máximo de gente posible y así puedan comentarte qué les gusta y qué no para poder mejorarlo en posteriores revisiones o, simplemente, sacar pasta? Yo creo que lo primero y por eso pienso hacerlo así sin negar la posibilidad futura, una vez retocado -con la ayuda de todos vosotros- para que sea algo medio decente, publicarlo de forma más formal.

En breve empieza la aventura…

No, por si alguno se lo está preguntando... voy a empezar a escribir el libro en abierto sin tener ningún título aún en el horizonte. Soy así de raro