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El turbio negocio de los libros de texto

Fuente: ShutterStock

1) El negocio del libro de texto en la enseñanza concertada

El mercado Editorial de Libros de texto es un muy suculento negocio. Por desgracia, como en casi todos los ámbitos lucrativos de este país, las reglas del juego no son transparentes ni justas. Sirva este artículo para hacer un breve examen de la cuestión.

Tenemos que hablar, en primer lugar, de la enseñanza concertada. Llama la atención el hecho de que haya colegios (o, mejor dicho, agrupaciones religiosas) que tienen editorial propia (Edelvives, Editex, Sm…). Como cabía esperar, en todos los grupos de todos los cursos tienen como libros de texto los de “fabricación propia”. Se trata de un pingüe beneficio. Pingüe e irregular: el Estado subvenciona la plaza escolar (y en algunas comunidades, como Andalucía, también la gratuidad de los libros) para que el empresario obligue a adquirir sus productos. La situación es idílica para ellos: cada libro que editan estas “editoriales” tiene garantizada una cuota significativa de mercado. Cabe entender, por tanto, que cuando estos colegios reclaman `libertad de enseñanza´ excluyen de la misma el ámbito de monopolio (subvencionado) que usufructúan sin competencia posible (al dictado del conocido “lo mío, mío, y lo tuyo a medias”).

Por supuesto, estas editoriales tienen también colecciones de lecturas que proporcionan importantes beneficios. Por si fuera poco, estos colegios concertados se ocupan de vender esos libros en sus dependencias. Pasamos, pues, de la competencia desleal a las editoriales a la competencia desleal a las librerías. A menudo lo hacen directamente, sin necesidad de ningún requisito legal; en otras ocasiones, se dan de alta por un mes o poco más como librería y luego cierran el “negocio” (o, mejor dicho, continúa con otros ropajes).

Por lo general, estos colegios “hacen seguimiento” acerca de quién compra y quién no los libros en el propio colegio (casi siempre sin descuento), y trasladan con diferentes métodos a sus clientes que “no se mira igual” a unos y a otros (ni a sus hijos). Y es que estamos hablando de clientes muy especiales, pues su aportación principal (que debería ser única) la paga el Estado. Se trata entonces de aprovechar esa circunstancia para “exprimirle”, lo cual acarrea otra circunstancia ventajosa añadida (a veces incluso declarada de manera abierta): colocar una barrera infranqueable a aquel que no pertenece a la clase económica adecuada. O sea, un mecanismo de selección social más, no vaya a ser que alguien considere la subvención estatal como un derecho a matricularse donde quiera. En aquellas comunidades con libros gratuitos es muy frecuente que el alumno tenga dos libros de texto, uno que deja en el colegio y otro en casa, así se ahorra la plebeya mochila. Doble negocio, pues.

Y otro día hablaremos de los uniformes, las actividades extraescolares, las matrículas (teóricamente prohibidas) y otros gastos complementarios.

En España rige la ley del precio fijo en los libros, que supuestamente protege al libro y a los libreros. Pero esta ley tiene una excepción: los libros de texto. Lo asombroso es que esta excepción no se utiliza, como cabría pensar, para rebajar el precio sino para aumentarlo. Obvio es decir que esta práctica se produce allí donde no hay competencia posible. No es extraño encontrar, por ejemplo, un cuaderno de actividades (desechable) con pocas páginas y en blanco y negro por 30 €.

El negocio es redondo para estas corporaciones religiosas. Por un lado, por la ganancia segura que tienen en sus propios colegios. Pero además esa fortaleza (subvencionada, no lo olvidemos) le permite competir en condiciones más que ventajosas en la enseñanza pública. De esta manera, ganan dinero pero también influencia, al poder extender al máximo sus valores religiosos. Es decir, la Iglesia mata dos pájaros de un tiro: amplía el control ideológico de su mensaje sobre la escuela y realiza una lucrativa inversión mercantil.

Es cierto que hay corporaciones religiosas sin editorial propia, pero en sus colegios los libros de texto se fijan según las estrictas leyes del negocio privado. Es decir, nada tienen que ver los profesores en la decisión; de hecho, ni siquiera son consultados. Obviamente las editoriales que comparten el mismo credo y son fuertes tienen muchas más posibilidades de llegar a un acuerdo comercial con la dirección del centro. Es decir, son feudos inaccesibles a las demás editoriales. Es posible, no obstante, que en determinadas asignaturas haya un margen para una editorial grande que no sea religiosa. En ese caso, estos colegios suelen poner condiciones: si encuentran algo ofensivo o inadecuado a su creencia no sólo retiran ese libro de texto sino todos los libros de texto de esa editorial. Era lo primero que me advertían en una editorial laica pero poderosa en la que escribí varios manuales. La censura a veces llegaba a límites ridículos (por ejemplo, me censuraron la letra de “La mala reputación” de George Brassens, que hoy resulta tan inofensiva) o suponían una clara intromisión en el aspecto disciplinar (no podía afirmar que la teoría del diseño inteligente no goza de reconocimiento de la comunidad científica).

2) Un sector dominado por la Iglesia y sus editoriales religiosas

La Iglesia Católica es el primer grupo empresarial en volumen de negocio, que ha tejido una maraña de empresas omnipresentes en el ámbito educativo. Impone los libros de texto de sus editoriales en los más de 2.600 centros educativos, subvencionados públicamente, que gestiona de manera directa. Y, como queda dicho, con ese potencial se lanza hacia los centros públicos con unas posibilidades excepcionales. No podemos extrañarnos que el negocio editorial de libros de texto esté protagonizado por editoriales católicas. Sólo hay dos excepciones importantes: Hachette Livre (parcialmente, como veremos ahora) y el Grupo PRISA (gigante de la comunicación que precisamente cimentó su éxito en el negocio de libros de texto). Demos un repaso a las principales editoriales católicas de las que la Iglesia es propietaria, total o parcialmente:

* Grupo SM: Fundada por religiosos marianistas. En la actualidad opera en 9 países. El acrónimo SM significa “Santa María”. Tiene la colección de lecturas “El barco de vapor”.

* Grupo Edebé: Pertenece a la Congregación Salesiana. Hace negocio en todo el mundo con editoriales propias en Argentina, Chile y México. En el País Vasco tiene el sello Giltza, en Galicia Rodeira, en la Comunidad Valencia Marjal y en Andalucía Guadiel.

* Editorial Edelvives: El Grupo Editorial Luis Vives pertenece al Instituto de los Hermanos Maristas y mediante su editorial intentan fomentar lo que ellos denominan “humanismo cristiano”. Su colección de lecturas infantiles y juveniles se llama “Ala Delta”.

* Editorial Bruño: Fundada por el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas La Salle. En 2001 llegaron a un acuerdo de venta con el grupo francés Hachette Livre, del que también forma parte el grupo editorial español Salvat. De hecho, existe una línea denominada “Publicaciones Generales Bruño-Salvat” que cuenta con un catálogo especializado en publicaciones infantiles y juveniles, con personajes como Kika Superbruja, Astérix, Titeuf…

3) El negocio del libro de texto en la enseñanza pública

Pero no se trata sólo de hablar en este artículo de la enseñanza concertada y de las editoriales religiosas. Tampoco funcionan nada bien en la enseñanza pública y las editoriales laicas. Es cierto, no obstante, que estaba peor hace unos años, cuando los comerciales se dedicaban directamente al soborno del profesorado que tenía que prescribir un determinado libro de texto. Podría contar algunas anécdotas francamente sonrojantes. Estaba clara que una espiral de estas características era insostenible, así que las editoriales pactaron una suerte de paz. La consecuencia es que ahora se hace de manera más discreta. Al menos, en la enseñanza secundaria. En la enseñanza primaria la capacidad de decisión está más centralizada: el director o el inspector tienen muchas posibilidades de presión. Y no es nada infrecuente el pago ostentoso por impartir una conferencia anodina con escaso público a personas con esa capacidad de influencia. Es innecesario añadir que este tipo de prácticas benefician a las editoriales más poderosas.

Resulta menos interesante, desde el punto de vista de la especificidad del sector, los escasos escrúpulos por hacerse con el mercado. No se duda en desprestigiar a la competencia o de usar cualquier arte tramposa. Pero esto es una tónica que se da casi siempre que haya un negocio que mueve mucho dinero.

Pero sí es significativo, desde nuestro punto de vista, la pobreza del producto. Se invierte tanto en los aspectos periféricos que el gran olvidado es el propio libro. Causa asombro que los libros de texto sean tan poco adecuados al trabajo en el aula. Normalmente siguen estructuras muy estereotipadas, procuran no sobrepasar los contenidos mínimos, son maquetados según técnicas de publicidad y no de las necesidades de la enseñanza, concesiones sin límite a lo políticamente correcto y un sinfín de actividades que desorientan.  La lógica del mercado se ha impuesto: se trata de un producto de consumo más. En ellos no se respira el aliento de una verdadera guía para el aprendizaje, sino que son más bien “burocracias con colorines”. Es un principio de la nueva pedagogía la no utilización de los libros de texto (algo que se me antoja absurdo: el niño necesita la estructura y el orden que proporciona un buen manual), pero como bussiness is bussiness parecen haber llegado al acuerdo de que, al menos, sea lo menos libro de texto posible.

De nuevo recurro a mi experiencia como autor de libros de texto: el material que los autores enviábamos era convenientemente deformado, amputado y aseptizado hasta convertirlo en un engrudo irreconocible. Por eso, hace tiempo que decidí dejar esta actividad, a pesar de los emolumentos que me proporcionaba.

Ah, también es imprescindible al parecer la inclusión de una infinita batería de exámenes, actividades y recursos que pretenden convertir al profesor en una suerte de autómata sin capacidad de iniciativa ninguna. Para mí representaba una verdadera tortura, pues no era posible encajar ese nuevo material en un proyecto coherente. En la editorial me decían que “el profesor lo demanda”, pero no es esa mi experiencia, aunque reconozco que pueda estar equivocado ante las nuevas generaciones de profesores que han aprobado gracias al manejo de programaciones, tecnologías y dimisiones.

4) Lo pequeño es hermoso

Por eso cuando cae en mis manos un libro de verdad, un proyecto meditado, una metodología audaz (que no tiene por qué ser innovadora), me reconcilio con mi profesión. Es el caso siempre de editoriales pequeñas, donde se respeta la labor del profesor: del profesor que escribe y del profesor que enseña. Hablamos, por ejemplo, de la editorial Micomicona en la Comunidad Valenciana y es el caso de editorial Alegoría, que está publicando unos libros de una sorprendente frescura y calidad. Bien por ellos. Y ojalá que la aventura les dure.

Si la educación de este país tiene arreglo, algo que cada vez parece más alejado de la realidad, será sin duda a través de la creación de un contexto en el que productos de calidad, como los que acabamos de mencionar, puedan competir en condiciones de dignidad.

Jorge Sánchez Jiménez



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