BEIRUT (Informa AP) – El grupo Estado Islámico ha llevado a cabo sus Ataques más mortíferos en más de un año, matando a decenas de civiles y agentes de seguridad en los desiertos del centro de Siria, incluso cuando los habitantes del norte de Siria han estado excavando entre los escombros del devastador terremoto de la región.

El derramamiento de sangre fue un recordatorio de la persistente amenaza del EI, cuyas células durmientes aún aterrorizan a las poblaciones casi cuatro años después de que el grupo fuera derrotado en Siria.

Los ataques también subrayaron las limitaciones de los extremistas. Los militantes del EI han encontrado refugio en los remotos desiertos del interior de Siria y a lo largo de la frontera entre Irak y Siria. Desde allí, atacan a la población civil y a las fuerzas de seguridad de ambos países. Pero también están acorralados por adversarios de todos los bandos: Las tropas gubernamentales sirias y los combatientes kurdos que controlan el este de Siria y cuentan con el apoyo de las fuerzas estadounidenses. Las incursiones estadounidenses con sus aliados dirigidos por kurdos han matado o capturado repetidamente a líderes del IS y, a principios de este mes, mataron a dos figuras de alto rango del IS.

Los ataques del EI este mes fueron en gran parte contra un objetivo muy vulnerable: Sirios que cazaban trufas en el desierto.

Las trufas son un manjar de temporada que puede venderse a un alto precio. Dado que los cazadores de trufas trabajan en grandes grupos en zonas remotas, los militantes del EI en años anteriores se han cebado repetidamente con ellos, saliendo del desierto para secuestrarlos, matar a algunos y pedir rescate por dinero por otros.

El 11 de febrero, combatientes del EI secuestraron a unos 75 cazadores de trufas a las afueras de la ciudad de Palmira. Al menos 16 murieron, entre ellos una mujer y agentes de seguridad, 25 fueron liberados y el resto siguen desaparecidos.

Seis días después, el viernes, atacaron a un grupo de cazadores de trufas en las afueras de la ciudad desértica de Sukhna, justo al final de la autopista de Palmira, y lucharon con las tropas en un puesto de control de seguridad cercano. Murieron al menos 61 civiles y siete soldados. Muchos de los cazadores de trufas del grupo trabajan para tres empresarios locales cercanos al ejército sirio y a las milicias progubernamentales, lo que puede haber impulsado al IS a atacarlos, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con sede en Gran Bretaña, un monitor de guerra de la oposición, y la Red de Noticias de Palmira, un colectivo de activistas que cubre los acontecimientos en las zonas desérticas.

Ataques más pequeños alrededor de la zona mataron a otras 12 personas, entre soldados, combatientes progubernamentales y civiles.

La zona está lejos de las regiones del norte devastadas por el terremoto del 6 de febrero que mató a más de 46.000 personas en Turquía y Siria. Sin embargo, los combatientes del EI “aprovecharon el terremoto para enviar un mensaje de que la organización sigue presente”, dijo Rami Abdurrahman, que dirige el Observatorio.

El ataque del viernes en Sukhna fue el más mortífero del grupo desde enero de 2022, cuando hombres armados del EI irrumpieron en una prisión en la ciudad nororiental de Hassakeh que albergaba a unos 3.000 militantes y menores. Diez días de combates entre los militantes y los combatientes respaldados por Estados Unidos dejaron cerca de 500 muertos. Pero fue seguido por una serie de golpes contra el grupo, que volvió a su ritmo de tambor de tiroteos y bombardeos a menor escala.

Es demasiado pronto para decir si la nueva racha de ataques marca un nuevo resurgimiento, dijo Aaron Y. Zelin, investigador del Washington Institute for Near East Policy.

“Es el mayor ataque en mucho tiempo. Así que la pregunta es si es sólo un ataque aislado o si están reactivando capacidades”, dijo Zelin, quien sigue de cerca a los grupos islámicos militantes y fundó Jihadology.net.

Dijo que los combatientes de IS han sido menos activos cada año desde 2019 y señaló que los recientes ataques golpearon a civiles, no a objetivos de seguridad más duros.

En 2014, IS invadió grandes franjas de Siria e Irak y declaró todo el territorio un “califato”, donde impuso un gobierno radicalmente brutal. Estados Unidos y sus aliados en Siria e Irak, así como las tropas gubernamentales sirias respaldadas por Rusia, lucharon contra el EI durante años, logrando finalmente hacerlo retroceder, pero dejando también decenas de miles de muertos y ciudades en ruinas. El grupo fue declarado derrotado en Irak en 2017, y luego en Siria dos años después.

En 2019, muchos pensaron que el IS estaba acabado después de que perdiera la última porción de territorio que controlaba, su fundador Abu Bakr al-Baghdadi muriera en una redada estadounidense y una ofensiva internacional contra páginas de redes sociales vinculadas a los extremistas limitara sus campañas de propaganda y reclutamiento.

Hace aproximadamente un año, otra redada estadounidense acabó con la vida del sucesor de al-Baghdadi, Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurayshi. El nuevo líder del EI, Abu al-Hussein al-Husseini al-Qurayshi, podría estar tratando de mostrar su fuerza con los últimos ataques, dijo Abdullah Suleiman Ali, un investigador sirio que se centra en los grupos yihadistas. Los nombres de los líderes son seudónimos y no se refieren a una relación familiar.

“El nuevo líder tiene que tomar medidas para probarse a sí mismo dentro de la organización … (para mostrar) que el grupo bajo el nuevo liderazgo es capaz y fuerte”, dijo Ali.

Las tropas estadounidenses y las Fuerzas Democráticas Sirias dirigidas por kurdos eliminaron a una serie de figuras de alto rango del IS este mes, según el ejército estadounidense. El 10 de febrero mataron a Ibrahim Al Qahtani, sospechoso de planear el ataque a la prisión del año pasado, y ocho días después capturaron a un oficial del EI supuestamente implicado en la planificación de ataques y la fabricación de bombas. La semana pasada, un alto mando del EI, Hamza al-Homsi, murió en una redada en la que también resultaron heridos cuatro militares estadounidenses.

Pero el EI sigue siendo una amenaza, según funcionarios de la ONU, de Estados Unidos y kurdos.

Según un informe de la ONU de este mes, se calcula que cuenta con entre 5.000 y 7.000 miembros y simpatizantes -alrededor de la mitad de ellos combatientes- en Irak y Siria. El EI utiliza escondites en el desierto “con fines de desmovilización y entrenamiento” y ha extendido células de 15 a 30 personas cada una a otras partes del país, en particular a la provincia meridional de Daraa.

El portavoz de las Fuerzas de Defensa de Siria, Siamand Ali, dijo que el EI planea constantemente ataques en el este de Siria, gobernado por los kurdos. Señaló un intento de ataque de combatientes del EI contra el cuartel general de seguridad de las SDF en la ciudad de Raqqa en diciembre. Desde entonces, las incursiones de las Fuerzas de Autodefensa han capturado a agentes del EI y depósitos de armas. Esto es una señal de que el grupo estaba cerca de llevar a cabo grandes operaciones, dijo.

El EI, en particular, tiene como objetivo asaltar las prisiones gestionadas por las Fuerzas de Autodefensa para liberar militantes, dijo. Unos 10.000 combatientes del IS, entre ellos unos 2.000 extranjeros, están retenidos en las más de dos docenas de centros de detención gestionados por los kurdos.

El general Michael “Erik” Kurilla, comandante del Mando Central de Estados Unidos o CENTCOM, dijo en un comunicado este mes que el IS “sigue representando una amenaza no sólo para Irak y Siria, sino para la estabilidad y la seguridad de la región.”