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SOBRE PREJUICIOS NO HAY NADA ESCRITO



Daniel era un tipo lleno de Prejuicios. El tenía prejuicios sobre todo, y todos ellos recubiertos con una connotación negativa. Desde los prejuicios más habituales de la sociedad, como que un gallego es tonto, un judío es tacaño, o que las mujeres no saben conducir un auto. Hasta prejuicios fuera de lo común como que dos hombres de la mano besándose acaloradamente son jugadores compulsivos, que un fumador es un impuntual, o que los paseadores de perros Son Todos vegetarianos. Sin dudas para Daniel, no había límites en el campo del prejuicio.

Todavía lo recuerdo diciendo, “aquel habla inglés, es un imperialista”. “aquel barbudo, es un marxista”.

El prejuicioso estándar busca cierta aprobación en el otro, te golpea con el codo, apunta con el dedo y comenta “mirá lo que parece con esa ropa”. Es una suerte de buscar asociación por el lado de tener un enemigo en común. Pero Daniel era distinto, era el prejuicioso absoluto. El era su propio socio, y todos los demás sus enemigos en común.



“Una persona rapada es un skin head, y un peludo es un fumeta. Una persona del campo es ignorante, y una de la ciudad es un torpe que no sabe hacer tareas manuales”.

Tantos prejuicios tenia, que era imposible hablar con el, sin que el tema de conversación fueran los demás. Una vez me lo encontré en la calle, murmurando.
–Esa vieja toda maquillada “esta buscando”, y al lado el marido, ¡flor de cornudo! – dijo levantando la voz al final.
–Hola Daniel, – le dije –  ¿Estas hablando solo?
–¿Y que querés? – Me respondió – mirá aquellos dos viejos ridículos.
–Pero… ¿No son tus padres?
–Si, ¿y?
Según pude saber, esa fue la última vez que Daniel vio a su familia. Al parecer “la familia es para acomodaticios, que buscan un vínculo de sangre para sacar ventajas”. Y quedó sin familia.

“Internet es para trastornados, el arte es para afeminados, la música es para idiotas, y las tres son perdidas de tiempo”.

“Los argentinos son todos engreídos, los colombianos son todos narcos, los paraguayos son todos contrabandistas, los mexicanos son todos atorrantes, y los uruguayos son todos xenófobos”.

De a poco se empezó a ver envuelto dentro sus propios prejuicios, y optó por ir escapando. Me dijo una vez, “los que hacen ejercicio son todos una manga de onanistas que les gusta mirarse al espejo para excitarse consigo mismo”, mientras levantaba una mancuerna de 20 kilos. Esa fue la última vez que lo vimos en el gimnasio.

“Leer es para pretensiosos que se creen inteligentes”, entonces el no leía. “La televisión es para idiotas”, entonces el no miraba televisión.
“Los amigos son para personas inseguras que necesitan aprobación”, entonces dejó de tener amigos.
El no iba a trabajar, porque trabajar era para esclavos serviles. Y no hacer nada era de vago.

Hasta que un día cayó en la cuenta de que un prejuicioso era un prejuicioso.

Así sucedió, que se fue quedando solo, encerrado, vacío. Primero sin sombra, después sin color, sin cuerpo como en un estado casi gaseoso, hasta que finalmente se desvaneció. Siempre preocupado por los demás, no por los defectos ajenos, sino que atemorizado de que alguien pueda notar los suyos.

¡Un reverendo gil! Pero quien soy yo para juzgar…


El_Hincha



Y su hijo continuará el legado de prejuicios...



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