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Vives en la percepción de una realidad

El Cerebro es un órgano de lo más curioso. Aunque todos estamos dotados de las mismas capacidades sensoriales no percibimos lo mismo. La actividad cerebral regula cómo percibimos e interpretamos el mundo que nos rodea haciendo que cada uno de nosotros viva su particular realidad. Por eso, a los psicólogos nos gusta explorar ese rico mundo interior con el que cada persona dota de significado a los estímulos que recibe. Dicho proceso mental es lo que llamamos cognición y se alimenta no solo de estos imputs sensoriales que recibimos sino también de otros factores como la atención, la memoria, el razonamiento, etc.

Dos hombres en un jardín: dos jardines. Proverbio árabe

Solo centrándonos en el aspecto biológico, cualquier alteración en la bioquímica cerebral que regula la comunicación neuronal puede tener efectos en nuestro estado de ánimo, en la percepción del mundo físico, etc. Pero la cosa no queda ahí. La forma que tenemos de procesar la información que recibimos del entorno también aporta su granito de arena (más que un granito tenemos una playa entera). Y es que no son pocos los sesgos cognitivos con los que convivimos. ¿Crees que este cockail ya tiene suficientes ingredientes? Pues aún falta por añadir el ámbito afectivo, las motivaciones, expectativas y rasgos de personalidad de cada individuo. En definitiva, sin darnos cuenta de ello, cada persona dibuja su propia realidad.

No vemos las cosas como son sino como somos. Immanuel Kant

Coloreamos nuestra realidad

Llegados a este punto deja que aclare dos conceptos interesantes. Por un lado, la realidad física o material (objetiva) y por otro lado, la realidad psicológica. Por ejemplo, si vas caminando con alguien y te encuentras una piedra en el camino, es obvio que es una realidad física que no podréis ignorar y que es compartida por ambos. Ahora bien, las sensaciones que esa piedra te producirá al contacto con tu mano son distintas a las de otra persona. Lo que tus sentidos interpreten a partir de la textura, peso, color, etc. puede generar discrepancias (realidad subjetiva). Esta es una situación cotidiana que no tiene mayor repercusión pero ¿y cuando somos testigos de un accidente de tráfico? ¿y cuando se producen conflictos interpersonales porque cada parte tiene versiones contrapuestas?

Lo que oímos es una opinión, no un hecho. Lo que vemos es un punto de vista, no la verdad. Marco Aurelio

Una investigación pionera en cuanto a percepción y sobre todo memoria es la que realizó en 1974 Elizabeth Lotus. Su estudio puso de relieve un fenómeno que a todos nos resulta familiar, los falsos recuerdos. Sí, me temo que muchas de las cosas que recuerdas son inventadas pero no porque conscientemente quieras adulterar tu memoria sino porque el propio funcionamiento de nuestro cerebro nos lleva irremediablemente a cometer errores.

Permíteme que intente explicarlo simplificando mucho la cuestión. Cuando compartimos con alguien lo que recordamos de un hecho, las imágenes mentales se entremezclan con nuestro propio relato de lo sucedido. A través de las palabras vamos coloreando nuestra memoria hasta el punto de que el recuerdo se va deformando. Ten en cuenta que nuestro cerebro no se comporta como una cámara de vídeo en la que podamos activar la función de grabación para que todo se registre tal y como sucede. Todo lo contrario. Prestamos atención a ciertos detalles e ignoramos otros tantos. Una de las razones es que nuestra atención es un recurso muy limitado.

El experimento mental que demuestra que la realidad es subjetiva

Como dice el título del post, vivimos en la percepción de una realidad. Dependemos de nuestros sentidos para percibir la realidad pero además el cerebro tiene que procesar todo este caudal de información e interpretarla, a menudo tomando atajos cognitivos. Así que tu cerebro es tu mundo porque es ahí donde todo sucede. Y eso me lleva a hablarte de un divertido experimento mental con el que lo entenderás todo mucho mejor, o no .

El experimento es conocido como “el cerebro en una cubeta” y parte de la idea de que se podría sacar el cerebro de una persona de su cuerpo, introducirlo en una cubeta llena de un líquido que lo mantuviera vivo y conectarlo mediante cables a una supercomputadora. La máquina podría encargarse de suministrar impulsos eléctricos idénticos a los que recibe un cerebro en condiciones normales, y por tanto, el cerebro del sujeto no sería consciente de que está experimentando una realidad diseñada en laboratorio.

Seguro que ahora estarás pensando en Matrix, ¿verdad? La idea de que vivimos en una simulación no es nueva, ni mucho menos. Este escepticismo se remonta a muchos siglos atrás y ha sido un terreno abonado para los filósofos así que incluso este tipo de reflexiones parecen estar ligadas a nuestra propia idiosincrasia como especie. Ya sabes, monos venidos a más.

En fin, si este post te ha provocado cierta duda existencial, siento decirte que lo único que puedes hacer es confiar que existes de alguna manera o como diría René Descartes…

“Cogito, ergo sum“ (Pienso, luego existo)

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