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MEDICINA. Cuarentena




Las soberbias cientificistas de asesores técnicos y la acedía política han ignorado una vez más la limitación esencial de la Medicina y la fragilidad de un sistema sanitario (público y privado) que, si bien es excelente Ante enfermedades agudas, lo es menos en las crónicas, ignora prácticamente a los viejos y, exceptuando su interés por las bacterias multi-resistentes, parece despreciar a las enfermedades infecciosas víricas como cosa del tercer mundo.

Hemos tenido una lección de China. Al igual que en tiempos pretéritos, allí fueron atacados, rechazaron con grandes pérdidas al pretendido invasor y éste miró a Europa. Como hicieron los hunos.

En la mismísima cuna de un imperio de mil años, ocurrió lo imprevisto, una nueva invasión de los bárbaros. No cabalgaron, sino que vinieron en aviones, en los cuerpos de gente normal y corriente, nada agresiva. 

Aquí, en España, parece que los preventivistas no contemplaron siquiera lo que ocurría "ad portas". Al contrario, facilitaron que esas puertas, tan modernas que se llaman aeropuertos, se mantuvieran permeables a Quienes trajeron el virus y a quienes lo iban a buscar. Lo demás es conocido. Manifestaciones gozosas y algarabía que precedieron el pánico.

A través de sucesivas negaciones de lo evidente, de aparente epidemiología de salón con pérdida de un tiempo precioso, hemos llegado a una situación que evoca lo acontecido con la peste en el siglo XIV o con las oleadas de la mal llamada gripe española en 1918.

No ocurrirá lo mismo, pero un simple virus nos lo recuerda, porque, contrariamente a lo que tanto se divulgó en un principio (cuántos sabios divulgadores tenemos en los campos de la Microbiología, la Infectología y la Medicina Preventiva), no era el de la gripe convencional, ni parecido en efectos, sino que, en un abrir y cerrar de ojos, se llevó ya y sigue llevándose a mucha gente de este primer mundo, en el que, al menos, podemos utilizar uno de los medios poderosos de contención que nos aconsejan los sabios. Podemos lavarnos en nuestras propias casas, que no es poco. ¿Qué ocurrirá en países con carencias de agua y comida?

Y ante eso, ante un virus, ante un fragmento de RNA revestido de una coraza proteica, del que sabemos prácticamente todo lo que puede saberse, quedamos inermes. No se besan reliquias (en general), pero se espera, todos esperamos, que el cambio estacional atempere a esas nuevas miasmas. Poca diferencia hay con la época de Paracelso y de poco sirve saber que esto pasará, pues es un hecho que todas las epidemias y pandemias acaban pasando o haciéndose algo llevadero. Bueno, casi todas; el VIH vino y se quedó. 

Mientras tanto, seguimos contando muertos y también contagios, al principio confirmados con la PCR, ahora ya no tanto. Ah, la clínica, tan despreciada ante las pruebas complementarias de confirmación y tan útil ahora ante avalanchas que las encarecen. 

Pero, aunque en pleno contagio desmadrado no se confirme el número de infectados y solo se estime, a saber cómo, es evidente que estamos ante un crecimiento exponencial, sea como sea. Si confirmáramos todas las sospechas, la curva de contagios asustaría más (y quizá menos la de muertos), pero a la vez sería más adecuada para intuir cuándo el paso del tiempo la aplana de verdad hasta hacer que decaiga. Como en China, de la que no aprendimos. 

Nosotros lo único que podemos hacer es lo que haríamos si viviéramos en la época de Marco Aurelio, quedarnos en casa. Incluso aprovechar para leer sus estoicas Meditaciones. 

Y a esperar … en la luz primaveral, en que el próximo año haya una buena vacuna o en que San Roque nos ayude como dicen que hizo cuando la peste bubónica. 

Al menos, contamos con algo novedoso en la Historia, el auxilio que la modernidad proporciona a la tarea de magníficos médicos que, en Urgencias, en Atención Primaria, en UCIs, en Plantas de Hospital, en tantos sitios, serán fieles a su vieja vocación histórica y harán lo indecible para que el poder letal del coronavirus disminuya. No es poco. 

Es de esos compañeros, que saben de las limitaciones de la Medicina, tanto como de su necesidad, de quienes me enorgullezco y es a ellos, a esos que están, con sus fragilidades, con sus miedos pero en coherencia ética con su vocación frente a pacientes infecciosos, a quienes dedico humildemente esta entrada, dedicatora que hago extensiva a todo el personal sanitario (enfermería, auxiliar, limpieza, hostelería, administrativos...)


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