El Cepillo de dientes es uno de esos instrumentos inherentes al día a día de nuestro cuidado personal. Forma parte de nuestra rutina hasta el punto de que rara vez nos preguntamos cuál fue su origen o quién lo inventó. Y sin embargo, se trata de una historia de lo más curiosa, que se remonta nada menos que a finales del siglo XV.

Nos ubicamos en 1498, en la China imperial. Es en este contexto que aparece uno de los primeros prototipos del cepillo de dientes tal y como lo entendemos hoy día. Se trataba de un mango de hueso al que se le cosían cerdas extraídas de cerdos de las zonas frías, precisamente porque resultaban más duras y resistentes. También se fabricaron con pelos de otros animales como el jabalí, el caballo y el tejón. Asimismo, para los mangos se recurrió a otros materiales como madera o marfil.

El invento tardó en asentarse como un instrumento de higiene bucal debido a la irritación causada por el fuerte pelo animal y a otros problemas como su rápido deterioro y contaminación por los microorganismos bucales. Se calcula que no fue hasta el siglo XVII que empezó a utilizarse en Europa, donde llegó a través de la actividad de los mercaderes y las rutas comerciales. En el viejo continente se optó por el uso de la crin del caballo como alternativa, si bien el cepillo seguía siendo, debido a su elevado coste, un producto reservado para la monarquía y las clases altas.

En 1723 Pierre Fauchard, médico francés y uno de los padres de la odontología moderna, ofreció la primera disertación detallada del Cepillo Dental, en la que señalaba los problemas higiénicos que suponía el uso del pelo de caballo por su falta de consistencia. Fauchard recomendaba, además, la frotación diaria de los dientes con esponjas como hábito de limpieza bucal.

Otro referente a tener en cuenta en esta historia es el bacteriólogo francés Louis Pasteur, quien en el siglo XIX empezó a recomendar la esterilización de los cepillos en agua hirviendo para evitar infecciones en las encías a partir de bacterias y hongos. Además, esto ablandaba las cerdas, por lo que permitía suavizar el cepillado. A finales de ese mismo siglo el cepillo se universalizó y se empezó a fabricar a gran escala por varias empresas. Sin embargo, fue en 1935 cuando el cepillo dental experimentó su avance más importante después de que Wallace Hume Carothers inventara para los Laboratorios Dupont el nylon. Este nuevo material era flexible y resistente a las bacterias, lo que derivó en la fabricación de los primeros cepillos de fibras sintéticas.

A partir de ahí, el cepillo dental ha seguido viviendo diferentes mejoras: el cepillo milagro del Dr. West en 1938 (elaborado con púas de seda de nylon), el cepillo Park Avenue en 1950 (con cerdas de nylon más suave) o el Broxodent, el primer cepillo eléctrico inventado por Squibb Company en 1960 son sólo algunos de ellos. Nuevos escalones en una evolución que llega hasta nuestros días y que no ha dejado de incorporar prestaciones para facilitar el mantenimiento nuestra salud dental.