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¿Cómo hacer frente al acoso por obsesión encubierta?

Otro de los muchos fenómenos propio de la actual época de redes sociales es el de la obsesión que puede generar un perfil en redes en algunas Personas. Este fenómeno ha sido abordado en los últimos años desde la prevención y la visualización de las consecuencias del bullyng y el hostigamiento, sin embargo, el fenómeno ha sido analizado muy poco en cuanto a obsesionó en sí misma, en cuanto a las posibilidades de los actuales medios psicológicos para ello y sus aspectos psicológicos y sociológicos. Puede darse el caso, por ejemplo, y ya se indagará un poco sobre cómo puede suceder ello más adelante, de quien se obsesione de manera deliberadamente negativa con un perfil de Instagram que supere los 7500 seguidores. O un perfil de TikTok, o un Youtubero blogero muy comentado en su colegio o universidad; es decir, puede haber obsesiones antisociales y con todo el interés de hacer daño por aspectos triviales. Pero a lo que en este texto se hace mención en sí, es a una obsesión que lleve no a un bullyng directo sino a toda una maquinación de difamación, burla, amenaza y toda una amplia gama de comportamientos ofensivos e injuriosos, a través de medios que permiten pasar desapercibidos o que no dejan huella visible en la Web como los grupos de Whatsapp. De manera tal que el hostigamiento y las prácticas de degradación quedan en cierta forma encubiertos. Se podría denominar a dicha práctica como propaganda negra encubierta contra un perfil. El objetivo bien puede ser esparcir una significación negativa de alguien en personas que no conozcan a la víctima para entorpecer cualquier cosa que esta haga por la cual sobresalga siquiera un poco.

Dicha obsesión encubierta e independiente del hostigamiento directo, como se ha mencionado, ha sido poco abordada, tratada y analizada, pues al encarar el bullyng y el hostigamiento o el acoso digital los patrones esperados dictan que dicho acoso debe ser directo y con improperios e injurias que sean visibles y ligados, indefectible y necesariamente, a una persona o identidad en particular que permita darle, al momento de verificar los hechos, cierta veracidad al acoso. No obstante, lo cierto es que los actuales medios tecnológicos propician que el hostigamiento pueda darse precisamente de manera contraria a los patrones esperados, es decir, de manera encubierta, descentralizada, sin nodos y sin jerarquías visibles aun cuando las haya y para esas circunstancias en las que el caso de hostigamiento se vuelve sistemático y masivo. La red virtual brinda muchas ventajas para pasar desapercibidos y para explotar todas los comportamientos antisociales y narcisistas. Una persona que en determinado momento se sienta acosada de dicha manera encubierta y descentralizada y manifieste sus temores lo más seguro es que sea ignorada o tomada por alguien con algún tipo de delirio o esquizofrenia. Claro, de la noche a la mañana pueden resultar enemigos que son “invisibles”, que rehúyen responsabilidades al darle apariencia al hostigamiento de un voz a voz virtual entre personas que no hacen parte del círculo más cercano del afectado, por lo que muchas veces manifestar este tipo de hostigamiento encubierto deriva en que muchos conocidos, autoridades competentes y todas aquellos que hacen parte de la red de apoyo de la persona, brinden como ayuda no un verdadero soporte e investigación de lo sucedido, sino simplemente el decirle a la víctima que todos son ideas o exageraciones suyas, que si bien puede ser ese el caso, es decir, una exageración de parte de quien se siente afectado, el hecho en concreto es que las actuales dinámicas en redes, y la tecnología en sí, sí propician y posibilitan que pueda presentarse un hostigamiento deliberado, masivo, cruel, inclinado a la tortura y con el propósito de entorpecer las oportunidades y el desarrollo de una persona.

En caso de que la víctima pueda darse a explicar correctamente sobre un problema de hostigamiento, y se le otorgue cierta credibilidad, la gran mayoría de las veces, por no decir que siempre, el apoyo que se le puede brindar es informarle que toda la cuestión estriba en envidias esporádicas y que se trata de personas a las que no hay que prestarles atención o cuidado alguno, que simple y llanamente uno debe seguir con su trabajo, realizándolo con confianza, y con la seguridad de que la envidia no entorpece el camino de nadie. No obstante, ¿en verdad puede asegurarse que cientos o miles de personas con una deliberada y bien encubierta actitud de daño no pueden alterar el camino y libre desarrollo de alguien? Si el objetivo abierto, e incluso estudiado y analizado con alguna nociva atención en los detalles, es difamar y dañar, buscar que otros expresen repulsión o por mínimo desconfianza, incomodidad o inseguridad ante alguien, ¿no logran con ello afectar derechos como al trabajo, la salud, la educación, la honra y el buen nombre (derechos además reconocidos internacionalmente y que son principios que se desprenden de la importancia misma de la dignidad humana)? Hay que aceptar que, visto así, un caso con dichas características puede tener cierto cariz de irreal, la confianza en la humanidad dicta que nadie puede obsesionarse por un aspecto trivial o sobreexagerar cualquier cosa o aspecto que no guste o comparta de otro, para generar una campaña bien encubierta y masiva de Odio. Y es en este punto donde cobra importancia lo mencionado en el primer párrafo en cuanto que las obsesiones antisociales de odio en las redes han sido poco estudiadas en sí mismas. De hecho, las obsesiones de algunas personas pueden llegar a sorprender y desafiar incluso lo visto en la ficción literaria o televisiva.

Por el espacio mismo de este texto, no hay lugar, lamentablemente, para citar ejemplos, quizás para un futuro escrito. Sin embargo, dichos casos de obsesión los hay y algunos pueden parecer surrealistas. El objetivo de este texto atañe simplemente a llamar ala tención sobre la capacidad de los medios actuales para expresar nuevas modalidades de esparcir odio y atentar contra los derechos de buen nombre y libre desarrollo sin que sea abiertamente visible o genere siquiera mucha inquietud social. En otras palabras, poner de manifiesto que los medios tienen ese potencial. Otro de los objetivos, estriba en argumentar que las obsesiones de odio sí existen y, que, además, son un gravísimo problema de derechos humanos. Recuérdese que el antisocial no tiene consideración por las normas morales y que desea estar por encima de ellas mediante el abuso a otros. Uno de sus objetivos bien puede ser perjudicar o dañar la libertad y autonomía de otras personas. Sobre los objetivos del presente texto, otro de ellos tiene que ver un poco con el título de este en cuestión: cómo hacer frente al acoso por obsesión.

Hay que decir, en primer lugar, que la intención de quienes en las redes de apoyo (amigos y familiares) lleva a que ellos expresen a que es un asunto que no debe quitar el sueño, y que la envidia no lleva a entorpecer el camino de nadie, es una actitud positiva que no debe dejar de construirse. Tiene como defecto que el problema se subestima (quizás los casos en los que el problema en verdad sea algo serio sean pocos, y en ocasiones es conveniente quitarle peso e importancia, pero recuérdese que precisamente el quid del asunto es la dificultad para identificarlos como tal y la posibilidad de los medios de esparcir odio).

Un hostigamiento encubierto tendrá como principal característica ser algo difuso y sobre todo demasiado confuso que crea desazón e incertidumbre en la víctima si esta llega a captar algunas señales del mismo. El aspecto difuso hace que el problema no se identifique plenamente y se distingan sus características. Aunque la víctima puede lograr identificar el hostigamiento como algo que en verdad lo afecta y es serio (a veces solo la víctima puede captar ciertas señales, lastimosamente si es víctima de degradación, nadie le dirá abiertamente en un bus o en la calle, si “quiero degradarlo porque me cae mal”, “conozco a su jefe laboral y le insinuaré que es usted una persona impropia”, “ninguno de mis conocidos lo quiere, aunque no lo conozcamos, pero sabemos que sale en redes”. De hecho, personas que escuchen dichas frases pueden sumarse a ellas con gran facilidad, el odio se esparce fácil y finalmente hay cierto entendimiento social de que todo mucho tiene derecho a hablar mal de quien quiera y que ello no tiene ningún misterio. El asunto puede agravarse si los victimarios son los suficientemente deliberados para violar además la privacidad de la persona y hacerse con imágenes o cualquier material privado y sobra decir que las técnicas para violar la privacidad en red están hoy día bastante avanzadas. Pero volviendo al tema de las señales que pueden identificarse, sucede que lastimosamente para casos como el descrito, estas siempre son medio evidentes y fáciles de confundir con otros comportamientos o actitudes de las personas, pero es la víctima, no obstante, quien las puede percibir, en forma de miradas reprobatorias o actitudes hostiles.

En todo caso, los pasos a seguir para encarar el problema serían:

  1. En primer lugar, hacer un tranquilo examen analizando si en verdad el problema puede considerarse serio, si no se está sobredimensionando algún detalle o no se está sabiendo llevar adecuadamente alguna crítica o un simple comentario de envidia. Muchas veces la envidia es señal de las cosas se hacen bien. A quienes envidian no cosas materiales sino las cualidades que distinguen a alguien. Uno de los rasgos que permite comprobar que el problema es serio es que se observen señales de odio a lo largo de mucho tiempo. Sobra decir, que no hay que obsesionarse de ninguna manera y en ninguna circunstancia con las posibles señales de odio que muestren otros. Sea un problema serio y real o no, el principal objetivo debe ser NO perder la tranquilidad y normalidad cotidiana.
  2. Acercarse a las personas que hacen parte de su red de apoyo y explicar el problema procurando hacerlo ver como una consecuencia natural de alguna actividad que realice en redes, manifestando las preocupaciones en términos no de persecución sino de ciertos odios que alguien le tiene (existe, claramente, y es un hecho ineludible, un cien por ciento de desconfianza social ante quienes expresan sentirse perseguidos sin razón o por solo envidia, por lo que definitivamente esa no es una duda a expresar, el diagnóstico de esquizofrenia es mucho más sencillo de realizar ante un individuo que se puede caracterizar e identificar que el diagnóstico antisocial o el crimen de odio ante un grupo de personas que no). La idea de dicho acercamiento a la red de apoyo estriba en expresar serenamente las dudas y preocupaciones, compartirlas sin hostigar o aprovecharse de las personas que hacen parte de la mencionada red.
  3. Cultivar una actitud positiva es conveniente. Si bien es cierto esto impide afrontar directamente el problema, e identificar culpables a fin de erradicar todo el asunto, en todo caso, una actitud positiva deriva en tranquilidad, suprime los niveles de estrés, y, sobre todo, impide que se entorpezca la normal cotidianidad de las relaciones intersubjetivas. De hecho, de entorpecerse las relaciones interpersonales, es la misma víctima quien lastimosamente debe buscar ayuda profesional en pro de saber superar las envidias y las críticas, por más viles o malsanas que estas sean.
  4. No tener miedo de hacer lo que se gusta. Desde que no se dañe a nadie hay que dejar las actividades que a uno o llenan e identifican. Más aún si aportan algo o construyen arte y conocimiento. En última instancia dejar de utilizar las redes y mostrar que se es exitoso o se posee algún talento es una medida que se puede aplicar. Implica borrar el rastro de uno ante la persona obsesionada. Sin embargo, toda persona tiene derecho a expresarse constructivamente y dar rienda suelta a sus hobbies, y ese derecho está por encima del derecho de otros a esparcir odio sobre alguien.
  5. No crear publicaciones que reten a los victimarios, a quienes esparcen odio, muy probablemente tienen una personalidad antisocial y puede que vengan de entornos disfuncionales, personas que desean descargas sus pesos en otros, por lo que un reto abierto solo agudizará su obsesión antisocial. Cabe tener en cuenta, que no solo el reto abierto, sino que el éxito o el crecimiento en redes puede que también incremente dicha obsesión, pero sencillamente, y en últimas, ello y sus consecuencias debe verse como parte de lo gajes del oficio y de la utilización de las redes. Son una de esas cosas con las que hay que render a lidiar y con las que hay que hacer sacrificios.
  6. Invitar constantemente al diálogo con los seguidores y hacerse ver como una persona cercana.
  7. Está bien colocar una denuncia, sin embargo, quienes construyen un discurso de odio encubierto por medios como Whatsapp, tienen como objetivo no facilitar pruebas que se puedan utilizar y sin pruebas las autoridades no podrán avanzar en su tarea de judicialización y si no conocen del problema o si son parte del sequito de odio (también puede darse ese caso), verán a la víctima como una persona paranoica en todo caso o como el ser injusto e impropio al que hay que denigrar. De forma que se puede acceder a medidas de justicia a fin de dejar un precedente o también se puede iniciar medidas legales en caso de tener pruebas y personas claramente identificadas. Tener en cuenta que obsesionarse con obtener dichas pruebas también puede ser contraproducente. Hay que esperar a que lleguen, aunque el quid de lo que se trata aquí es que los medios posibilitan que estas sean por así decirlo invisibles.  

El siguiente paso es para las personas en general:

  • Vivimos en una época donde los medios de comunicación actuales han permitido que el crimen de odio mute y adquiera nuevas formas, encubiertas, bien disimuladas, amparadas por el derecho a la expresión, por lo que la recomendación más importante es, en general: No participar uno mismo en habladurías o chimes de odio y hostigamiento. Es decir, no ser parte de la cadena de odio. En las instituciones escolares y de parte de agencias del gobierno, también debe haber continuos programas que enfaticen no solo que el bullyng es negativo, sino que es muy fácil ser uno parte de una cadena de odio y que se debe evitar tal cosa en la medida de lo posible. El odio es un sentimiento valido, pero formar parte de cadenas de odio de manera deliberada ya no lo es valido si atenta contra los principios de dignidad, y el no conocer absolutamente nada de quien se está odiando, no exime, de hecho, es una enorme y absoluta irresponsabilidad.
  • No compadecer o mostrar sentires que impidan la normalización de las relaciones de la víctima, decir “qué tristeza” o “pobrecito”, son claramente formas de pesar humano para este caso contrarias al principio de mantener una actitud positiva y constructiva, y, de hecho, pueden ser usadas por parte de los victimarios y hostigadores, como forma masiva y moralmente aceptada de interiorización de quien se está hostigando, sin levantar mayor sospecha.

Otra medida general, bien puede ser, que, obviamente si uno ha sido parte de una cadena que viola derechos, pero uno ha tenido el criterio propio de dejar de ser parte y otros continúan, se puede apoyar a la víctima con las pruebas judiciales que permitan comprobar a cabalidad que se cometió o se está cometiendo un delito. Una de las características de los bullyngs es el continuo encubrimiento mutuo. Las empresas y las instituciones tienen una muy especial importancia en cuanto a no suprimir oportunidades y ser parte de cadenas de odio surgidas por obsesión y a través de rumores. Que para mirar antecedentes de las personas existen medios oficiales, ya sea con la policía o por medio de la verificación de antecedentes disciplinarios en contralorías o procuradurías. Que es claro que, si abierta y públicamente nadie comenta nada negativo de alguien, es porque hay un odio encubierto de fondo atentando contra los principios legales. Por lo demás, no sobra decir, que las redes hay que utilizarlas de manera constructiva y de forma responsable. Que en el discurso de cada uno hay formas de negación o de aprobación de otros seres humanos. Que las mayorías, afortunadamente, no están por encima de los derechos constitucionales o de los Derechos Humanos, pues estos principios se han levantado como conquistas históricas y como garantías que fundamentan y posibilitan la sociabilidad contemporánea.



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