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El equilibrio emocional en la era tecnológica y de la propaganda

Hoy día se considera que el pensar Emocional es capaz de mejorarse de manera que se pueda reflexionar y gestionar de la manera más adecuada posible el amplio espectro de las Emociones humanas. Para dar cuenta de aquello se han esbozado conceptos como el de “inteligencia emocional”, que promueven la importancia del autoconocimiento de los propios sentires para identificarlos y relacionarlos con sus posibles causas (Pereira y López, 2014).

La inteligencia emocional, por tanto, suele ser un concepto usado hoy día para promover la salud y el bienestar mental. No obstante, hay que tener en cuenta que, en la psicología contemporánea, suele hablarse de un bienestar hedónico relacionado con el afecto (tanto positivo como negativo), y con la idea de incrementar el placer en aras de incrementar con ello la felicidad, y, por otro lado, suele hablarse igualmente de un bienestar eudaimónico, relacionado con el ámbito psicosocial y las ideas en las que creemos y nos hallamos inmersos en el día a día. Es un hecho que el mundo del siglo XXl gira en torno a la información y que, con ello, tal parece que vivimos rodeados por un exceso de marcas, un exceso de referentes, un exceso de emociones, estamos demasiado alejados de la sencilla relación que en otros siglos teníamos con la naturaleza, una relación que avivaba ciertas experiencias cotidianas de vida y las volvía mágicas, como la del hecho mismo de observar las estrellas en el firmamento. Sin embargo, hoy por hoy, nos encontraos de alguna forma sobresocializados, bombardeados de propagandas y dependientes de toda clase de dispositivos.

No es de extrañar que hoy se hable, por ejemplo, del síndrome de FOMO, que sería la patología producida por el temor que sienten ciertas personas a quedarse por fuera de la esfera tecnológica, es decir, hace alusión a la ansiedad por no tener el último gadget del mercado, por no estar al día con alguna tendencia informática de alguna comunidad. También se habla de nomofobia, que es la ansiedad que se siente cuando se olvida algún dispositivo, como el teléfono móvil, y a la sensación de incompletud que se siente. Otra patología contemporánea resultante de los actuales medios informáticos es la “vibración fantasma”, o sensación continuada de que el teléfono vibra. Todo ello sin profundizar en la misma adicción que puede generar el internet, el solipsismo que provocan algunos dispositivos como los audífonos. No se trata de decir que la tecnología es esencialmente negativa, sino que esta, con el uso que hacemos de ellas y su capacidad innata de agencia (Lautour, 2008), afecta nuestro equilibrio o balance emocional.

A manera de repaso, tenemos tres puntos a destacar. Uno de ellos estriba en que:

“El ancho océano del universo de lo simbólico y de las redes de sentido que se construyen y se interconectan en procesos subjetivos y sociales, es cada vez más amplio y cada vez más difuso. Antes lo simbólico era una parte primordial de lo que era el ser humano. Hoy, en cambio, el consumo es casi todo lo simbólico. De hecho, lo simbólico es hoy demasiado grande porque las dinámicas de consumo existen en exceso. Existen muchos códigos de consumo que dan forma a un universo simbólico demasiado vasto y que fluye velozmente en los medios tecnológicos que hoy por hoy así lo permiten y lo posibilitan” (Guerrero, 2016)

El segundo punto estriba en que las emociones se relacionan con la percepción social de la justicia (Barreiro y Castorina, 2015), con la propaganda hacia ciertas ideas y con las estructuras de poder, control y dominación. Un control hegemónico y sistémico que se complejiza con los medios actuales (sin dejar de ser el clásico poder de quienes tienen ciertos medios) pero que encuentra asimismo aristas y se vuelve en cierta medida fácil de utilizar por los grandes poderes, cuando el equilibrio o balance emocional es poco estable. Quiere decir ello que es más fácil promover el odio hacia minorías, en una sociedad consumida por el cotidiano lazo de su propio estrés. Dicho en otras palabras.

“El ámbito sociopolítico de la emoción es tan complejo como interesante. En él podemos encontrar desde altas instancias gubernamentales que promueven el odio para defender ciertos intereses particularistas, hasta grandes eventos en su mayor parte ligados a la farándula o al ámbito deportivo, que muy a menudo son revestidos con cierto cariz pasional y emotivo sobresaliente, un cariz con el cual se busca conformar cierta centralidad o cierto foco de poder comercial, social e incluso político (…). De esta forma, tenemos que la gestión institucional de las emociones por fuera del ámbito comercial, es bastante precaria, bastante mal conducida 8ª no ser que sea con fines de propaganda ideológica), y ello debido a su escasa y casi que nula asociación con el sentido de lo político y estructural” (Guerrero, 2015).

Si combinamos los puntos anteriormente mencionados, tendremos que una sociedad con altos niveles de estrés y ansiedad ya sea por el síndrome de FOMO, o por la nomofobia, será una sociedad que muy posiblemente será fácil de conducir hacia las experiencias pasajeras del mercado, hacia el centro comercial como lugar de hedonismo y placer, de forma que las experiencias líquidas y pasajeras allí adquiridas (Bauman, 2003), compensen de alguna forma el estrés por la tecnología.

Es de considerar que la tecnología, y el control en cierto grado de la misma, puede aumentar el ego, la sensación de poder y bienestar, no obstante, ya sea por estrés o por egocentrismo, la propaganda política y de los medios de comunicación, puede dirigir o reconducir hábilmente otras emociones que necesitan de balance. En el mundo de hoy, la política y los noticiarios, muchas veces parecen estar prestos a propagar indignación, ya sea por la muerte de alguien, por un tratado económico o político, por un referéndum próximo a llevarse a cabo, por una idea, por el acceso a derechos de nuevas comunidades. En otras palabras, ocupados en las emociones que brinda la tecnología o el centro comercial, muchas personas actúan dentro de la configuración social de lo político no precisamente para buscar el bien común y resignificar la misma política, sino para incrementar y dar rienda suelta principalmente al sentir de furia e indignación. El bienestar eudaimónico, por tanto, se relativiza. Muchas personas votan, en el cuestionable ejercicio representativo actual, mucho más en contra de unos que a favor de otros. La misma democracia se desvitaliza, puesto que es dejada de lado por sentires como el optimismo o la perseverancia. Un asunto que puede llegar a volverse más delicado cuando amplias mayorías indignadas y con un muy poco preciso balance de emociones e inteligencia emocional, desean pisotear los derechos de las minorías.

Bibliografía:

Bauman, Z. (2003). Modernidad líquida. (Trad. M. Rosenberg). México: Fondo de Cultura Económica.

Barreiro, A. & Castorina, J. A. (2015). La creencia en un mundo justo como trasfondo ideológico de la representación social de la justicia. Revista Colombiana de Psicología, 24(2), 331-345.

Guerrero Ramos, M. A. (2016). Desnaturalizando el capitalismo simbólico: ¿tiende el sistema a sobresocializarnos? https://ssociologos.com/2016/05/17/desnaturalizando-capitalismo-simbolico-tiende-sistema-sobresocializarnos/

Guerrero Ramos, M. A. (2016). El eco comunicativo y social de la emoción y el sentir humano. breve esbozo para una sociología de las emociones. https://ssociologos.com/2015/01/09/el-eco-comunicativo-y-social-de-la-emocion-y-el-sentir-humano-breve-esbozo-para-una-sociologia-de-las-emociones/

Latour, B. (2008) Reensamblar lo social. Una introducción a la teoría del actor red. Argentina: Ediciones Manantial SRL.

Pereira, A. A; y López Lourido, J. (2014). Inteligencia emocional en formadores de acciones de tipologia efa y efj. Tesis doctoral dirigida por Florencio Vicente Castro (dir. tes.), Silvio Manuel Da Rocha Brito (codir. tes.). Universidad de Extremadura (2014).



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