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Los niños aprenden el uso social de los objetos

El uso social de los Objetos por parte de los bebés constituye otra ‘experiencia reorganizadora’ que permite identificar su entrada a la cultura. Desde antes de cumplir el año, han aprendido a utilizar la cuchara, el balde, el peine, el vaso, o cada uno de los objetos de su entorno, de acuerdo con los usos que la cultura les asigna. Por ejemplo, “llevan la cuchara a la boca” y no sólo la golpean, o la agitan o sacuden, como hasta el momento lo hacían. Este cambio se da gracias a un aprendizaje, a una apropiación del mundo de los ‘usos’, que viene a ser como una especie de ‘bautismo cultural’; algunos autores consideran este cambio como un proceso clave a partir del cual los niños se apropian de manera pragmática o práctica de la cultura que los rodea.

Si se les entregan unos rastrillos a los niños de la ciudad, ellos no saben qué hacer con esos objetos, en cambio, los niños del campo, los arrastrarán sobre el piso, como han visto que se usa en su contexto. Esto es lo que algunos autores designan como el “formato cultural” a partir del cual los niños se apropian de los usos que en su entorno asignan a los objetos. De acuerdo con su cultura, de aquí en adelante los niños ‘saben’ que la cuchara es para comer y el rastrillo para raspar la tierra. Recordemos que las competencias como ‘hacer’ y ‘saber hacer’, que se transforman en ‘poder hacer’, se observan en el uso que los niños hacen de los objetos de acuerdo con las prácticas de su entorno.

Así ellos empiezan a tener comportamientos y a realizar actividades que caracterizan a los miembros de su comunidad, cumpliendo con un papel fundamental en su proceso de socialización. Finalmente y no menos importante, es que el uso social de los objetos llevará a los niños a la construcción del símbolo, que permite el lenguaje y la capacidad de representar, propia del juego simbólico, otra de las experiencias reorganizadoras extraordinarias.

El niño lee la mente de los otros

Un buen ejemplo de otra ‘experiencia reorganizadora’ es la capacidad que los niños adquieren alrededor de los tres años para atribuir estados mentales como intenciones, sentimientos, creencias, afectos y entender que esos estados determinan las acciones del otro.

A esta edad, los niños ‘pueden leer lo que el otro piensa o siente’. Pero, ¿de qué se trata esta capacidad y por qué resulta tan importante? Los agentes educativos pueden encontrar evidencia de esta capacidad si juegan a decirle un secreto a dos muñequitos, luego un muñequito se pone triste y el otro alegre. Después les pide que adivinen qué pudo haberles pasado. Desde los tres años, ellos pueden ‘adivinar’ aquello que el adulto pudo haberle dicho a cada uno de los muñecos para que uno se pusiera triste y el otro alegre. Esta experiencia permite confirmar que los niños son capaces de reconocer las emociones de los otros y de entender que ellas pueden ser el resultado de ciertos acontecimientos, por ejemplo, dicen: “está contento porque recibió un regalo”. Igualmente, comprenden que las emociones pueden ser la causa de ciertas acciones, por ejemplo, “está triste porque está castigado por morder a un compañerito cuando estaba enojado”. Es necesario entender que atribuir o suponer las intenciones, sentimientos, creencias y deseos de los otros va de la mano con la capacidad para establecer conclusiones a partir de relacionar ciertos indicios o pistas que el otro da. Supongan que un día una persona, generalmente muy antipática, los saluda con un beso y un abrazo. Inmediatamente ustedes pueden pensar: “¿y ésta qué busca?” De esto se trata la atribución de las intenciones: usted supone: “ella me besa, por algo”. Inicialmente, los niños son capaces de atribuir emociones, más tarde tienen en cuenta algunas señales o pistas que los llevan a relacionar los sentimientos, creencias y deseos de los otros con las acciones que llevan a cabo. De este modo, Lucía puede suponer que “Juan parece estar bravo porque está muy serio y no habla con nadie, yo creo que se peleó con su hermano”. La capacidad de Lucía para suponer – que Juan está bravo – y de predecir – es posible que haya peleado con su hermano – le permite identificar y relacionar pistas – está serio y no habla con nadie – o sea, es capaz de sacar conclusiones.

Extraído de: Puche Navarro, R y otros (2009). Desarrollo infantil y competencias en la Primera Infancia. Ministerio de Educación Nacional República de Colombia, Programa. Revolución educativa. Colombia aprende. P: 23, 24 y 25.




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