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Reflexiones en torno a la Ciencia y la Tecnología. Parte I.

Comenzaré mi primer post en Bravo Pueblo Blog compartiendo con nuestros lectores la lectura y el análisis de los temas planteados por Carlos Genatios y Marianela Lafuente en el prólogo de su libro: Ciencia y Tecnología en Venezuela, publicado por Ediciones OPSU en abril 2004.

El libro llegó a mis manos, como regalo de un buen amigo que sabe lo involucrado que estoy en estos temas, justo en el momento en que buscaba un tema para mi colaboración en este Blog.

Ambos investigadores venezolanos, profesores titulares del Instituto de Materiales y Modelos Estructurales de la Universidad Central de Venezuela - UCV -, abordan el tema de la Ciencia y la Tecnología en Venezuela, desde una perspectiva latinoamericana y bajo el paradigma actual: el de la Sociedad de la Información, el cual nace del uso cada vez mas extendido de las llamadas Tecnologías de Información y Comunicación - TIC - en las sociedades que pueblan en planeta.

La discusión los temas relacionados al paradigma de la Sociedad de la Información toma connotación universal al dejar expuesta, muy rápidamente, la gran brecha que existe entre los pueblos que tienen acceso a las TIC y los que no.

Esta abrumadora diferencia nos lleva a cuestionar muchas de las teorías del desarrollo que se han planteado desde el primer Mundo para interpretar las interrelaciones de comerciales entre los países del mundo, o para modelarlas. Y estas reflexiones a su vez nos conducirán irremediablemente a cuestionar nuestra propia visión del mundo.

Por esta última razón decidí publicar y comentar, por partes, este prólogo de la obra de Genatios y Lafuente; sus argumentos, altamente estructurados, funcionaran como un atajo hacia esas necesarias reflexiones de nuestra parte, tanto como Venezolanos, como Latinoamericanos.

Les dejo entonces el primer argumento de esta serie:

Democratización del Conocimiento, una cuestión ética.

Las guerras han demandado tecnología; han requerido de los mayores esfuerzos de destacados científicos para aplicar el conocimiento en instrumentos destructores. La bomba atómica, los submarinos, los misiles, y otras tantas maravillas tecnológicas ali­mentaron los cementerios en el siglo XX. Más triste aún es darnos cuenta que, a inicios de este nuevo milenio, la intolerancia y la irracionalidad han dado ya muestras de no querer abandonar a la humanidad y manchan desde ya el inicio del siglo, acompañándo­lo de los más espeluznantes desarrollos tecnológicos.

En sentido inverso, las catástrofes naturales han impulsado esfuerzos para com­prender la naturaleza y sus mecanismos de acción. La geotectónica, la vulcanología, la oceanografía, la sismología, y otras tantas disciplinas científicas, han presenciado los devastadores efectos de la acción de la naturaleza, ante un hombre pequeño, sorprendi­do e impotente, que se crece por medio del avance de la ciencia en la comprensión de la naturaleza y en la organización de la vida urbana, de las construcciones, y de los mate­riales a fin de minimizar los efectos devastadores de los desastres naturales. Las catás­trofes son desafortunadamente los laboratorios que mejor permiten hacer avanzar este conocimiento, y orientar los modelos de ocupación urbana.

En el primer ejemplo, la demanda de ciencia y tecnología la impone el hombre en su irracionalidad que lo lleva a destruir a su semejante, la demanda es la muerte. En el segundo caso, la demanda la impone el afán de superar las limitaciones que tiene el hombre en su paso por la Tierra, la demanda es la vida.

¡Vaya contraste ético en el empleo del conocimiento! No siempre los poderosos res­petan los principios éticos, que supuestamente sostienen los ideales democráticos de igualdad, de desarrollo equitativo y de respeto a los derechos humanos, especialmente en las situaciones apremiantes. La ética es una necesidad para los oprimidos y una opción para los poderosos, pero, sin firmes principios éticos, no lograremos nunca tran­sitar la actual prehistoria de la humanidad.

En distintas ocasiones, los organismos multilaterales han cuestionado la conve­niencia de la financiación de programas en el área de Ciencia y Tecnología en los países en vías de desarrollo. El argumento básico, que se impuso a partir del consenso de Washington, es que la ciencia es muy costosa y requiere de grandes esfuerzos, y en consecuencia sólo se justifica en los países desarrollados, mientras que la tecnología es aportada gracias al libre mercado, en un mundo de economía globalizada.

Esta postura, al inicio de toda discusión, impone una discriminación que elimina tanto las posibilidades basadas en ciertas capacidades existentes o potenciales en mu­chos de los países del tercer mundo, así como, peor aún, cierra los ojos ante importantes desarrollos científicos y tecnológicos obtenidos por estos países. La orimulsión desarro­llada en Venezuela, la tecnología del alcohol para los vehículos en Brasil, las distintas vacunas desarrolladas en muchos de los países latinoamericanos, no son sino una muy limitada muestra de esta extensa lista, la cual incluye algunos premios Nóbel.

Esta postura termina estando al servicio de intenciones que buscan preservar el desconocimiento de las riquezas de nuestros países, como podrían ser los relativos a la biodiversidad, y de intereses que terminan aumentando las brechas ya existentes entre los países. Esto nos hace más vulnerables en las negociaciones con los poderosos. Las desigualdades en la distribución del conocimiento no hacen sino acentuarse cada vez más. Este también es un problema ético.

Las políticas públicas Deben incorporar la atención a problemas fundamentales, principalmente en las sociedades necesitadas, 10 que incluye las políticas que se ocupan de la Ciencia y la Tecnología (CyT). Éstas deben incluir elementos que impulsen la construcción de la confianza y la asociatividad, deben apuntar a la generación de pymes y empleos sostenibles, deben atender la generación de valor agregado alrededor de la exportación de materias primas, deben también estar comprometidas con la libertad de pensamiento sin que esto establezca prioridades con respecto a la atención de las nece­sidades fundamentales.

Tomado del prólogo de Ciencia y Tecnología en Venezuela de Carlos Genatios y Marianela Lafuente. Ediciones OPSU, Abril 2004.



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