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Pierden todos



Han sido las primeras elecciones en las que el eje izquierda-derecha se ha visto superado por el eje viejo-nuevo. La medida del éxito o del fracaso no ha sido tanto el número de escaños como la posición en el pódium. Más complicado aún, la posición en el pódium se ve supeditada a las expectativas creadas, las metas que cada Partido se había autoimpuesto. 



Partido Popular
Ha ganado claramente las elecciones sacando más de seis puntos al segundo y 33 escaños. Rajoy es uno de los pocos mandatarios de la Europa en crisis que lleva a su partido a una victoria electoral. Sin embargo el Partido Popular se deja más de sesenta escaños, caen muy por debajo del límite de los 130 escaños que se habían puesto como límite de lo honroso y no llegan al 30% de los votos que semanas atrás habían establecido también como barrera psicológica. Ganan porque siguen primeros, pierden porque quedan muy por debajo de sus aspiraciones. Pierden también porque el gobierno les queda muy lejos y les obligará a ser flexibles en sus planteamientos para lograr el acuerdo, algo en lo que en el PP no están acostumbrados. Mariano Rajoy tiene en sus manos un partido oxidado y aquejado de aluminosis obligado a liderar una nueva era política.

Partido Socialista
La campaña de Pedro Sánchez ha sido desastrosa. El galán de telenovela se acabó presentando como un auténtico chulo de playa cuando la campaña se le torció en la última semana, y ese cambio de actitud no ayudo en absoluto. Con mejores resultados dimitieron Almunia y Rubalcaba, pero unas horas después de conocerse que el Psoe rompía el suelo de los cien escaños y se despeñaba hasta los 90 Sánchez lanzaba la advertencia de que pretende revalidar la secretaría general del partido. Con los peores resultados de la historia del PSOE no era el mejor momento para aferrarse a la poltrona. El Partido Socialista sigue pagando la era ZP. Los españoles no perdonan la indecencia de un gobierno socialista que congeló las pensiones, obligó a miles de jóvenes a emigrar y condenó tantos otros al paro. El gobierno del PSOE hundió a millones de españoles en la miseria mientras sus líderes se forraban con sueldos astronómicos, mamandurrias y enchufes o en sonados casos de corrupción. Nada menos que dos presidentes del partido están imputados. Además, el PSOE inició en los noventa una política de aproximación a los nacionalistas que acabó infectando al partido con los valores excluyentes y xenófobos del nacionalismo y alejándole de la socialdemocracia europea. A día de hoy solo el PSOE andaluz se mantiene como baluarte de la socialdemocracia y es precisamente ese el principal quebradero de cabeza de Pedro Sánchez. El todavía líder socialista se debate entre dejar gobernar a Mariano Rajoy absteniéndose en segunda o tercera votación (opción que elevaría al PSOE a la categoría de partido de estado por primera vez en décadas) o decantarse por una alianza con Podemos y los nacionalistas que responde a los impulsos naturales de un PSOE enfermo terminal y que supondría la muerte de un partido que hoy se enfrenta no solo a una decisión trascendental, sino a la que a todas luces puede ser la última decisión del PSOE.

Podemos
Cuando Podemos irrumpió en escena y Ciudadanos no existía lo hizo de entrada como tercera fuerza política nacional, y a pesar de las campañas, de las horas de tertulia y televisión, de los cambios de programa y discurso en eso se han quedado, en tercera posición. No han sido capaces de superar a un PSOE en ruinas ni de amenazar la victoria del PP. Cuando Ciudadanos dio el salto desde Cataluña los de Pablo Iglesias llegaron a verse superados en las encuestas por el nuevo jugador y se colocaron en el vagón de cola. Con los votos sobre la mesa vuelven a la casilla de salida, terceros.  42 escaños y más de un punto por debajo de Ciudadanos sitúan a Podemos en un escenario de fracaso que solo logran disimular sumando a sus siglas a otros partidos nacionalistas. Esperaban más, por supuesto. En enero esperaban ganar las elecciones. En julio se conformaban con superar al PSOE. En diciembre se tienen que conformar con la tercera plaza y gracias, y solo gracias, a la suma de una pléyade de partidos nacionalistas de todos los pelajes. Esto último añade además otro hándicap al futuro de Podemos, y es que Pablo Iglesias se va a encontrar desde mañana con un grupo parlamentario fragmentado e indisciplinado pues los diputados de Compromís, En Comú o las Mareas responderán a otras lealtades partidistas al margen de Podemos y muy posiblemente organizados en grupos parlamentarios diferentes. Pablo Iglesias no tiene el control de los votos de los 12 diputados de En Comú, ni de los 9 de Compromís, ni de los 6 de Las Mareas, y es poco probable que pueda incluso garantizar la unidad de los 42 diputados de Podemos dada la naturaleza contestataria y anárquica del partido. Por último, aún sumando todos esos votos y escaños, queda claro que los indignados del 15-M ni representan a todos ni son mayoría. La ventana de oportunidad de Podemos se ha cerrado y cunde la percepción de que si no han logrado asaltar los cielos ahora (ni siquiera con la suma de tantos otros partidos) no van a encontrar en el futuro próximo un escenario de indignación y desencanto tan favorable como el que impulsó al partido que a principios de año aspiraba seriamente al gobierno y a finales de año se felicitaba y celebraba la tercera posición.

Ciudadanos
40 escaños es un éxito arrollador si se compara con las expectativas que tenían hace seis meses, o un fracaso relativo si lo comparamos con los pronósticos de las encuestas hace diez días. Ciudadanos ha sido durante la última semana víctima de una  de las campañas más atroces que se recuerdan no solo en España sino en Europa. Los mordiscos de los doberman de los viejos partidos se quedaron en caricias comparados con la brutal campaña de desprestigio que lanzó Podemos no para combatir el programa de Albert Rivera sino su propia imagen. Lo relacionaron con la extrema derecha, con lobbies armamentísticos, le acusaron de consumir drogar, editaron hasta tres videos cargados de falsedades para construir una historia contra Ciudadanos y lanzaron a sus fanáticos seguidores a generar todo tipo de bulos en las redes sociales. Es imposible conocer el impacto real de tamaña campaña de desacreditación, pero lo cierto es que el partido de Albert Rivera respondió de manera ejemplar, como lo habría hecho un partido decente en el norte de Europa, sin entrar en el barro y defendiendo su programa. El resultado es que Ciudadanos obtuvo el domingo el 13’93% de los votos y Podemos el 12,67%, si bien los de Coleta Morada suman a su saco los votos de unos nacionalistas que al fin y al cabo crearán grupos parlamentarios independientes. Esta, que será la gran debilidad de Pablo Iglesias, es por el contrario la gran fortaleza de Albert Rivera: un grupo parlamentario homogéneo y sólido. Ciudadanos ha logrado ciertamente un resultado extraordinario en las peores condiciones posibles. El votante de Ciudadanos es reflexivo y racional, mientras que el de Podemos es impulsivo y emocional. El contexto de la política española en un futuro inmediato y próximo dibuja un panorama más favorable a Ciudadanos que a Podemos. Ciudadanos tiene motivos para la esperanza y el optimismo, con un grupo parlamentario sólido y un partido todavía por construir, el centro liberal ha aterrizado en España, por primera vez desde los tiempos de La Pepa y ha venido para quedarse.


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