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La racionalidad económica neoliberal.- El modelo del hombre económico (homo economicus)

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El economista inglés John Stuart Mill creó en 1844
el concepto del Hombre económico

El hombre económico

Para comprender la conducta de los individuos en la sociedad tratando de resolver problemas económicos ‒es decir tratando de entender el comportamiento de los agentes económicos como consumidores y empresarios‒ los economistas neoliberales no observan directamente el mundo real. En lugar de la investigación empírica se abstraen de la realidad y asumen que en materia económica los hombres son perfectamente racionales: ésta es la hipótesis del hombre económico (homo economicus)

Para construir sus modelos hipotéticos los economistas neoliberales “interrogan” al hombre económico cómo se comportaría en las circunstancias bajo análisis. Este ejercicio de autocuestionamiento conduce a la obtención de conclusiones analíticas y es un ejemplo de aplicación de la metodología deductiva adoptada hace dos siglos por el economista inglés David Ricardo.

Objetivo y características del hombre económico

El objetivo del hombre económico es alcanzar el máximo grado de Riqueza posible. Su personalidad es estrictamente económica. Como consumidor busca maximizar su satisfacción o utilidad y como productor busca maximizar su beneficio o ganancia.

Los modelos económicos neoliberales basados en el supuesto del hombre económico como agente económico racional, buscador permanente de la riqueza, se caracteriza por los siguientes rasgos constitutivos:

a) El hombre económico es egoísta; siempre busca su propio interés. Adam Smith argumentó que la sociedad estaría mejor si todos sus miembros persiguen su propio interés. 
Como si hubieran sido guiados por una mano invisible generaría el mejor orden económico posible.

b) El hombre económico dispone de información perfecta, es decir información completa, instantánea y gratuita sobre las condiciones y oportunidades del mercado.

c) De manera consistente el hombre económico busca maximizar su satisfacción o utilidad buscando los precios y cantidades más convenientes en las condiciones existentes. Para ello cuenta con una inmejorable capacidad de cálculo. Si se produce un cambio en los precios y cantidades vigentes en el mercado el hombre económico modificará sus elecciones iniciales y adoptará decisiones que aseguren maximizar su riqueza.

d) El hombre económico es una criatura amoral. Su comportamiento nunca se ve afectado por valores como la justicia, la solidaridad, la compasión, el altruismo, o la creencia en Dios.

e) El hombre económico es un ciudadano global del mundo. No acepta limitaciones relacionadas con la nacionalidad, patriotismo, regionalismo o provincialismo.

Sociedad en la que se desenvuelve el hombre económico

En la búsqueda del objetivo de obtener y maximizar su riqueza, el hombre económico forma parte de una sociedad en la que rige la libertad y en la que sus integrantes:

a) Acumulan riqueza y la invierten para acrecentar la producción de riqueza adicional.

b) Reconocen la institución de la propiedad privada.

c) Establecen un sistema legal para asegurar que todos los miembros de la sociedad respeten la propiedad de sus semejantes y para impedir la usurpación de esa propiedad por la fuerza o el fraude.

d) Aplican adelantos técnicos para aumentar la productividad de su trabajo.

e) Aceptan dividir el producto de acuerdo con las leyes d
el mercado competitivo.

f) Reconocen la necesidad de utilizar recursos como el dinero o el crédito para facilitar la distribución del producto.

El concepto del hombre económico es el supuesto más importante de la economía neoliberal. Fue desarrollado por la Escuela Clásica Británica de Economía Política, específicamente por John Stuart Mill (Ensayos sobre algunas cuestiones no resueltas de Economía Política, 1844); David Ricardo (Principios de Economía Política y Tributación, 1817) y Adam Smith (La riqueza de las naciones, 1776).

Stuart Mill y el hombre económico

El economista inglés John Stuart Mill (1844, 137-141) describió al hombre económico en su obra Ensayos sobre algunas cuestiones no resueltas de Economía Política. Aborda el tema específicamente en el quinto ensayo titulado Sobre la definición de Economía Política; y sobre el método de investigación que le es apropiado (London: John W. Parker, West Strand). El texto es el siguiente:

“Lo que ahora se entiende comúnmente por el término “Economía Política” no es la ciencia de la política especulativa, sino una rama de esa ciencia. No trata de toda la naturaleza del hombre modificada por el estado de la sociedad, ni de toda la conducta del hombre en sociedad. Se refiere a él únicamente como un ser que desea poseer riquezas y que es capaz de juzgar la eficacia comparativa de los medios para obtener ese fin. Predice sólo los fenómenos del estado de la sociedad que tienen lugar como consecuencia de la búsqueda de la riqueza. Hace abstracción total de cualquier otra pasión o motivo humano; excepto aquellos que pueden considerarse como principios perpetuamente antagónicos al deseo de riqueza, a saber, la aversión al trabajo y el deseo del disfrute presente de indulgencias costosas. Estos los toma, hasta cierto punto, en sus cálculos, porque no sólo, como otros deseos, chocan ocasionalmente con la búsqueda de la riqueza, sino que la acompañan siempre como un lastre o un impedimento, y por lo tanto están inseparablemente mezclados en la consideración de la búsqueda de la riqueza.

La Economía Política considera al hombre ocupado únicamente en adquirir y consumir riquezas; y apunta a mostrar cuál es el curso de acción al que la humanidad, viviendo en un estado de sociedad, se vería impulsada, si ese motivo, excepto en el grado en que es frenado por los dos motivos perpetuos contrarios antes advertidos, fuera gobernante absoluto de todas sus acciones.

Bajo la influencia de este deseo, muestra a la humanidad acumulando riqueza y empleando esa riqueza en la producción de otra riqueza; sancionando de común acuerdo la institución de la propiedad; estableciendo leyes para evitar que los individuos usurpen la propiedad de otros por la fuerza o el fraude; adoptando diversos artilugios para aumentar la productividad de su trabajo; acordando la división del producto bajo la influencia de la competencia (la competencia misma se rige por ciertas leyes, leyes que son, por lo tanto, las reguladoras últimas de la división del producto); y empleando ciertos recursos (como dinero, crédito, etc.) para facilitar la distribución.

Todas estas operaciones, aunque muchas de ellas sean realmente el resultado de una pluralidad de motivos, son consideradas por la Economía Política como derivadas únicamente del deseo de riqueza. La ciencia procede entonces a investigar las leyes que gobiernan estas diversas operaciones, bajo el supuesto de que el hombre es un ser que está determinado, por necesidad de su naturaleza, a preferir una mayor porción de riqueza a una menor en todos los casos, sin otra excepción que la constituida por los dos motivos contrarios ya especificados.

No es que algún economista político haya sido alguna vez tan absurdo como para suponer que la humanidad está realmente constituida así, sino porque este es el modo en que la ciencia debe proceder necesariamente. Cuando un efecto depende de una concurrencia de causas, esas causas deben estudiarse una a la vez, y sus leyes deben investigarse por separado, si deseamos, a través de las causas, obtener el poder de predecir o controlar el efecto; ya que la ley del efecto se compone de las leyes de todas las causas que lo determinan. La ley de la fuerza centrípeta y la de la tangencial debieron conocerse antes de poder explicar los movimientos de la tierra y de los planetas, o poder predecir muchos de ellos.

Lo mismo ocurre con la conducta del hombre en sociedad. Para juzgar cómo actuará bajo la variedad de deseos y aversiones que simultáneamente operan sobre él, debemos saber cómo actuaría bajo la influencia exclusiva de cada uno en particular. Quizá no haya acción en la vida de un hombre en la que no esté bajo la influencia inmediata ni remota de ningún impulso que no sea el mero deseo de riqueza. Con respecto a aquellas partes de la conducta humana en las que la riqueza ni siquiera es el objeto principal, a éstas la Economía Política no pretende que sean aplicables sus conclusiones. 

Pero también hay ciertos aspectos de los asuntos humanos, en los que la adquisición de riquezas es el fin principal y reconocido. Sólo de éstos toma nota la Economía Política. La manera en que necesariamente procede es la de tratar el fin principal y reconocido como si fuera el único fin; que, de todas las hipótesis igualmente simples, es la más cercana a la verdad. El economista político se pregunta cuáles son las acciones que produciría este deseo, si, dentro de los aspectos en cuestión, no estuviera impedido por ningún otro. De esta manera se obtiene una aproximación más cercana de lo que sería practicable de otro modo, al orden real de los asuntos humanos en esos aspectos.

Luego, esta aproximación debe corregirse teniendo debidamente en cuenta los efectos de cualquier impulso de una descripción diferente, que puede demostrarse que interfiere con el resultado en cualquier caso particular. Sólo en unos pocos de los casos más llamativos (como el importante caso del principio de población) se interpolan estas correcciones en las exposiciones de la propia Economía Política; la rigurosidad de la disposición puramente científica se aparta un poco de ello, en aras de la utilidad práctica. En la medida en que se sabe, o puede presumirse, que la conducta de la humanidad en la búsqueda de la riqueza está bajo la influencia colateral de cualquier otra propiedad de nuestra naturaleza que no sea el deseo de obtener la mayor cantidad de riqueza con el menor trabajo y abnegación, las conclusiones de la Economía Política no serán aplicables a la explicación o predicción de hechos reales, hasta que sean modificadas por una justa consideración del grado de influencia ejercido por la otra causa.

La Economía Política, entonces, puede definirse de la siguiente manera; y la definición parece estar completa: “La ciencia que traza las leyes de los fenómenos de la sociedad que surgen de las operaciones combinadas de la humanidad para la producción de riqueza, en la medida en que esos fenómenos no se modifican por la búsqueda de ningún otro objetivo”.

Pero mientras esta es una definición correcta de la Economía Política como una porción del campo de la ciencia, el escritor didáctico sobre el tema combinará naturalmente en su exposición, con las verdades de la ciencia pura, tantas de las modificaciones prácticas como quiera, que en su estimación, sean más conducentes a la utilidad de su obra.

Obras citadas

Stuart Mill, John. 1844.  Essays on some unsettled questions of Political Economy. London: John W. Parker, West Strand.

© César Vásquez Bazán, 2022
Todos los derechos reservados
Marzo 14, 2022


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