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Cobardía de Mariano Ignacio Prado que fugó de Arica diciendo que en Lima se moría el vicepresidente y escapó del Perú encargando el poder al supuesto moribundo

Escribe: César Vásquez Bazán
Fotografía de los hermanos Tomás y Silvestre Gutiérrez colgados de las torres de la Catedral de Lima el 27 de julio de 1872. Producido el desastre de Tarapacá, Prado consideraba que el linchamiento podía convertirse en su propio final. Haga clic sobre la imagen para ampliarla en una nueva ventana.

Un segundo factor que explica la deserción de Mariano Ignacio Prado es su falta de valor para enfrentar situaciones en las que pudiese estar en riesgo su vida. Prado escapó del Perú porque estimó que el descalabro de las fuerzas peruanas en la campaña de Tarapacá definió el futuro desenlace de la guerra en favor de Chile. Dadas las condiciones políticas existentes en el Perú, una derrota de esa naturaleza no era saludable para su integridad física. En la carta que dirigió desde Guayaquil a sus amigos, el 22 de diciembre de 1879, Mariano reconoció que se fue del país de manera encubierta “para evitar discusiones y opiniones cuyo resultado, en la excitación en que los ánimos se encuentran, hubiera podido contrariar mi marcha y originar bullas y escándalos” (Basadre 1968-70, VIII: 174).

Y es que al abandonar Arica y regresar a Lima, Prado pudo percibir con claridad la posición crítica de la prensa en general y la creciente protesta de la población ante la pérdida del departamento de Tarapacá. Mariano entendió que la reprobación popular se centraría en su persona. Usando una expresión diferente, Basadre escribiría que “el desastre de la campaña de Tarapacá exacerbó la virulencia de la oposición” (Basadre 1968-70, VIII: 168).


Prado tenía presente que sólo siete años antes, en julio de 1872, una explosión popular en Lima linchó a los hermanos Silvestre, Tomás y Marceliano Gutiérrez, coroneles del ejército, para castigar su sublevación contra el presidente Balta. Silvestre y Tomás fueron colgados de las torres de la Catedral de Lima y luego arrojados a una hoguera en el centro de la Plaza de Armas, a la que fue lanzado horas después el cadáver de Marceliano (Basadre 1968-70, VI: 362-377).

El temor de Prado al posible levantamiento en su contra se tornó incontrolable tras el acuerdo adoptado por los representantes del Congreso, el poder judicial, la Iglesia Católica, los comerciantes y el ejército, reunidos en asamblea el 16 de diciembre en el salón del Club Literario de Lima (Basadre 1968-70, 8-170).. Esa misma noche, los acuerdos de la reunión fueron puestos en conocimiento del presidente. La comisión nombrada por los asistentes a la asamblea exigió a Prado que el gobierno castigara prontamente a los autores del desastre del sur y le comunicó el deseo enérgico del país para que el gobierno expulsara de Tarapacá a los invasores (Vicuña Mackenna 1893, 94-97).

Según Vicuña Mackenna, Prado escuchó con benevolencia y humildad los acuerdos de la asamblea. Sin embargo, Mariano asumió como un ultimátum los acuerdos adoptados en el Club Literario. Tras el retiro de los comisionados, el falso “héroe del 2 de mayo” confirmó las serias dificultades que le esperaban si permanecía en el Perú. Así que no lo pensó más y se ratificó internamente en la necesidad de abandonar el país con rumbo a Estados Unidos y Europa, decisión que puso en práctica cuarentaidós horas después.

La fuga por etapas de Mariano Ignacio Prado

Si se analiza detenidamente, la huída de Mariano Prado al extranjero tuvo dos etapas. La primera estuvo constituida por su fuga de Arica con rumbo a Lima, abandonando el cargo de Director Supremo de la Guerra y cediendo la responsabilidad a Hilarión Daza, el presidente y general boliviano responsable de la cobarde retirada de Camarones.

La segunda etapa de la fuga estuvo constituida por la salida de Prado desde el Callao con rumbo a los Estados Unidos. Esta última fase de la deserción de Prado es la más comentada y ha sido discutida en los posts anteriores. En cambio, la primera etapa del escape presidencial no es muy conocida, a pesar que el incidente evidencia el comportamiento cobarde del fugitivo.

Como se ha indicado en artículos previos, la derrota de San Francisco y la penetración en el Perú del enemigo chileno hicieron que Prado madurase su decisión de huir del país. El falso “héroe del 2 de mayo” proyectó el rápido avance de las fuerzas chilenas hacia Arica y Lima y decidió ponerse a buen recaudo antes que fuera tarde. El escape tuvo lugar el 26 de noviembre de 1879. Mariano se embarcó en Arica, en el vapor Limeña de la Pacific Steam Navigation Company. Lo hizo de manera clandestina, tal cual haría luego al fugar a Panamá con rumbo a Estados Unidos. Llegó a Lima el 28 de noviembre de 1879.

En su Manifiesto de Nueva York de agosto de 1880, Prado intentó justificar su salida de Arica en un supuesto pedido de múltiples comisiones llegadas de Lima. De acuerdo con la versión presidencial, los enviados hicieron ver la posible anarquía que se produciría en el país debido a la “especialísima circunstancia de la grave enfermedad del [vicepresidente] general La Puerta, cuya muerte se temía de un momento a otro”. Cínicamente, Prado escribió: “Comprendiendo entonces… que este deplorable acontecimiento podía ocasionar un cataclismo si no me encontraba oportunamente en la capital, resolví y ejecuté mi marcha, tan sólo por atender a las mayores y más urgentes necesidades del servicio. Una vez en Lima, me fue satisfactorio ver que no corría peligro la vida del general La Puerta; sentí infinito haber dejado a Arica y tanto más lo sentí cuanto que no pude organizar un nuevo gabinete, por cuya falta estuvo el gobierno en acefalía durante cuatro días” (Basadre 1968-70, 8-172).

Graves inexactitudes las escritas por Mariano Prado. En principio, no se ajusta a la verdad afirmar que múltiples comisiones requirieran su regreso a Lima. De igual manera no fue cierto que el general La Puerta estuviera grave y en articulo mortis; el vicepresidente cusqueño recién fallecería diecisiete años después, el 21 de octubre de 1896. Tampoco el gobierno estuvo acéfalo. Durante la estancia de Prado en Arica, la presidencia de la república siempre estuvo representada, sea a través del vicepresidente encargado de la presidencia, general La Puerta, o del propio Prado a su regreso a Lima.

Claro está, a pesar de “sentir infinito haber dejado Arica”, Mariano Ignacio Prado nunca regresaría a dicha ciudad. Lo que sí haría días después sería desertar del Perú. Para llevar adelante la huida, Prado no recordaría los argumentos que usó para abandonar Arica. No volvió a hablar de la eventual acefalía de su gobierno, ni de las urgentes necesidades del servicio, ni de la inminencia de la muerte de su anciano vicepresidente.

Falsedad y cobardía de Prado

Existen antecedentes del comportamiento pusilánime y falso de Mariano Ignacio Prado a lo largo de su actuación política. Para sustentar esta afirmación puede señalarse los siguientes hechos:


– Prado estuvo ausente de las baterías que defendieron el Callao el 2 de mayo de 1866. Sin embargo, se hacía llamar “héroe del 2 de mayo” capitalizando el sacrificio de su Secretario de Guerra José Gálvez;

– Prado huyó a Chile tras dos intentos fallidos de tomar por asalto Arequipa. Los hechos sucedieron a raíz de su intento de doblegar la sublevación de Diez Canseco en esa ciudad. Ésta fue la primera fuga en dos etapas en que se vio envuelto Mariano. La primera fase del escape fue de Arequipa a Lima (5 de enero de 1868); la segunda etapa lo llevó de Lima a Santiago de Chile (10 de enero de 1868);

– Prado salió de Lima rumbo a Arica el 16 de mayo de 1879, tras autonombrarse Director Supremo de la Guerra. Como los hechos posteriores demostrarían, el propósito del presidente no fue precisamente asumir el comando de las fuerzas aliadas en el teatro de operaciones. Su intención fue otra: escapar del enrarecido ambiente político de Lima, donde crecía la animosidad de la población contra Mariano y su régimen (Paz Soldán 1884, 131). En los meses de abril y mayo de 1879, en horas de la noche, las iglesias de la capital del Perú repicaban sus campanas, señal para que la población saliese a calles y plazas para protestar por lo que se consideraba la negligente dirección del conflicto bélico. Específicamente, el pueblo acusaba a Mariano Prado de desidia en la orientación de la guerra, la que se atribuía al hecho de sus vínculos personales con Chile y su simpatía hacia ese país (Barros Arana 1880, 106).

Vínculos de Mariano Ignacio Prado con Chile

– Prado jamás se puso al frente de las tropas peruanas. Con ello faltó al ofrecimiento de colocarse a la cabeza de las fuerzas armadas, palabra que había empeñado en su proclama del 16 de mayo de 1879, cuando partió de Lima hacia Arica para hacerse cargo de la Dirección Suprema de la Guerra. Lo que es más grave aún, incumplió las funciones de comandante general del ejército y la armada del Perú, para las cuales él mismo se había nombrado;

– Prado no honró el ofrecimiento hecho en su proclama de Arica, el 21 de mayo de 1879, en la que hizo público el propósito de “desnudar su espada para vengar el honor e intereses de la patria”. Se negó a comandar las tropas aliadas como le correspondía, de acuerdo al compromiso existente con Bolivia para la asignación de la Dirección Suprema de la Guerra. El acuerdo establecía que en el caso de encontrarse en campaña los presidentes de ambos países, la comandancia general recaería en aquel en cuyo territorio se combatía (Barros Arana 1880, 186). A pesar que se luchaba en suelo peruano, Prado se negó a asumir la responsabilidad de comandante general aduciendo que su estado de salud le impedía viajar a pie y montar a caballo;

– Prado renunció a comandar las fuerzas aliadas de Tarapacá que trescientos kilómetros al sur se enfrentaban al enemigo chileno. Adujo que abandonar su residencia de Arica hubiera significado dejar de cumplir las importantes funciones correspondientes a su alto cargo. Faltó así al deber que se autoimpuso en la proclama del 16 de mayo, en la que juró que “no sería nunca el último que se encuentre en los lugares de peligro”.

El historiador boliviano José Vicente Ochoa escribió las siguientes palabras con respecto a la actitud timorata de Mariano Ignacio Prado: “En Arica, el general Prado ha dirigido una arenga a las tropas bolivianas movilizadas, recomendándoles entusiasmo, valor y firmeza, recomendación que debía comenzar el presidente del Perú por hacerse a sí mismo, puesto que su inexplicable ausencia del ejército de Tarapacá es sumamente peligrosa para la Alianza. Al fin, Arica es una fortaleza bien artillada y defendida, mientras que el punto en peligro conocido por los desembozados planes de Chile fue siempre Pisagua y las salitreras: ¡Pisagua hoy ya en poder del enemigo!” (Ochoa 1899, 184).

– Al escapar de Arica de incógnito, el 26 de noviembre de 1879, Mariano Prado incumplió la promesa formulada en la proclama del 21 de mayo que “en toda ocasión, favorable o adversa, estaría al lado de los soldados aliados”.

Pisagua en poder del enemigo chileno

Proclama de Mariano Ignacio Prado al llegar a Arica, el 21 de mayo de 1879. El presidente informa a los soldados bolivianos que desnuda su espada porque es llegada la hora de exigir reparaciones a Chile. Promete que en toda ocasión, favorable o adversa, estará al lado de las fuerzas aliadas.

Fuentes citadas

Barros Arana, Diego. 1880. Historia de la Guerra del Pacífico (1879-1880). Santiago: Librería Central de Servat y Compañía.

Basadre, Jorge. 1968-70. Historia de la República del Perú. Lima: Editorial Universitaria, sexta edición corregida y aumentada, vols. VI y VIII.

Ochoa, José Vicente. 1899. Diario de la Campaña del Ejército Boliviano en la Guerra del Pacífico. Sucre: Tipografía y Librería Económica.

Paz Soldán, Mariano Felipe. 1884. Narración histórica de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia. Buenos Aires: Imprenta y Librería de Mayo.

Vicuña Mackenna, Benjamín. 1893. Historia de la Campaña de Tacna y Arica 1879-1880. Santiago de Chile: Rafael Jover Editor, segunda edición.

© César Vásquez Bazán, 2010
Todos los derechos reservados
Agosto 6, 2010


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