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Padre del presidente colombiano Álvaro Uribe era "un reconocido narcotraficante".- Libro "Los Jinetes de la Cocaína" informa sobre el narco-clan Uribe

https://goo.gl/HQjBiQ

Los Jinetes de la Cocaína, obra del periodista colombiano Fabio Castillo publicada por la Editorial “Documentos Periodísticos” en enero de 1987

En este libro se informa que Alberto Uribe Sierra, padre del narco-presidente Álvaro Uribe de Colombia, era “un reconocido traficante” de drogas. Uribe Sierra estuvo detenido y a punto de ser extraditado a los Estados Unidos. Pudo eludir a la justicia debido a la intervención de su amigo Jesús Aristizábal Guevara, Secretario de Gobierno de Medellín, quien logró obtener su libertad. A continuación transcribimos el capítulo tercero de Los Jinetes de la Cocaína en el que se menciona al padre del narco-mandatario de Colombia.

LOS JINETES DE LA COCAÍNA
Fabio Castillo 

Capítulo III
Nacen las familias

1. La Organización en el Valle del Cauca

En el Valle del Cauca, el colonizador del narcotráfico fue Benjamín Herrera Zuleta, llamado el Papa Negro de la Cocaína, un veterano traficante de drogas juzgado en 1974 por comercio de cocaína en Atlanta, Georgia, de donde logró huir al poco tiempo para radicarse en Cali. Allí conformó una red de distribución de la base de coca que introducía al país, para su posterior refinamiento y envío a los Estados Unidos.

Fue capturado en Cali en junio de 1975 con un gigantesco cargamento de cocaína, pero quedó en libertad en marzo del año siguiente. Se radicó entonces en Antioquia, donde ingresó a la organización de Martha María Upegui de Uribe. Abrió rutas para el tráfico de cocaína hacia los Estados Unidos, pero con base en el sur del continente, a partir de Argentina, país que reclama su extradición.

A. Los Chemas

Sus herederos fueron los integrantes de la Banda de Los Chemas, como se conocía hacia 1970 a la organización delictiva conformada por los hermanos Gilberto José (El Ajedrecista) y Miguel Ángel Rodríguez Orejuela, y José Santacruz Londoño (El Estudiante).

Los Chemas estuvieron comprometidos en por lo menos un secuestro, el de dos ciudadanos suizos, el diplomático Hermann Buff y el estudiante Werner José Straessie.

La actuación de los Rodríguez en la organización de secuestradores dirigida por Luis Fernando Tamayo García era la de simples ejecutores, pues la autoría la endilgaban a Tamayo.

Una noticia de la época (octubre 25 de 1969) así lo describía: entre las capturas... figuran las de José Sabas Calderón Castro, alias 'El Negro', de quien se presume sea el jefe de 'Los actuantes', su mujer Celedonia Rodríguez de Calderón, y su yerno, José Rafael Ruiz Villarreal, Gilberto Rodríguez Orejuela, apodado 'El Chema', hombre de confianza de Calderón, Miguel Aguilar, administrador de las propiedades de éste, y Alberto Villegas Yepes, apodado 'El Loco'”.

Mayor importancia daba la prensa de entonces a José Santacruz Londoño, El Estudiante, y a sus socios, Juan Nepomuceno Fernández Domínguez y Edelio Pastrana Montoya.



Cinco días más tarde, El Espectador traía la biografía de Santacruz: Según la versión de su esposa, Santacruz, de 27 años y padre de una niña, cursó hasta el cuarto año de Ingeniería en la Universidad del Valle, hasta 1967. Últimamente había ingresado a la Universidad de Los Andes, de Bogotá. Vivían en esta capital en un edificio de apartamentos del barrio Quinta Paredes. Y agregaba luego la noticia: A Santacruz Londoño se le sindica de estar implicado también en los secuestros del universitario Carlos Eduardo Barón Fernández y del economista e industrial Joaquín Lozada, en hechos registrados en la capital de la República.

También se reveló que Santacruz Londoño había adquirido recientemente en Bogotá tres taxis Zastava, por los cuales pagó la suma de $192.000 de contado.

La descripción de Rodríguez Orejuela, se hizo por sus vínculos con otro de los involucrados en el secuestro, Edelio Pastrana Montoya: Hasta hace poco Pastrana Montoya vivió en la casa donde funcionó la droguería 'Monserrate' en la carrera 13 (de Bogotá), de propiedad de Gilberto Rodríguez Orejuela, alias 'Chema', individuo este que se encuentra detenido ya.

El juez penal militar Jorge Quijano Bustamante les dictó auto de detención a todos los involucrados. No obstante, su suerte al parecer fue la absolución, pues el mismo Gilberto Rodríguez envió copia de su prontuario a El Espectador, donde no le figura antecedente distinto al de narcotráfico por el que sería luego absuelto en 1987.

Las conexiones de Los Chemas se remontan a Pasto, Nariño. En la comisión de otro secuestro, en esta ciudad, las autoridades llegaron a calificar a Gilberto Rodríguez de subversivo, con el alias de El Chamizo.

Quienes los conocieron en sus orígenes, afirman que los dos hermanos vivían en un barrio popular de Cali, Belalcázar, donde se hicieron respetar de grupos similares por su alto grado de peligrosidad personal.

En Pereira estuvieron comprometidos en un proceso penal por falsificación de dólares, y quienes tuvieron acceso al sumario, afirman que la juez fue sometida a amenazas que condujeron a la prescripción del proceso.

Los Rodríguez figuran como oriundos del municipio de Mariquita, Tolima.

No se ha podido determinar si tiene relevancia el hecho de que varios de los principales capos del narcotráfico tengan como origen común la ciudad de Cali. Evaristo Porras Ardila nació en el Caquetá pero su juventud la pasó en Cali. Jorge Luis Ochoa Vásquez, como los Rodríguez, también figura criado en esta ciudad.

Según las primeras noticias que se poseen, los hermanos Rodríguez Orejuela empezaron por transportar personalmente al Valle pequeñas cantidades de base de coca procedente del Perú. La combinación de esta actividad con los secuestros, bien pronto les generó recursos para la compra de una avioneta, a bordo de la cual transportaban grandes cantidades de base de coca, que refinaban en los laboratorios de Nariño, Cauca y Valle.

Un informe del 30 de septiembre de 1975, elaborado por el servicio de inteligencia de la Aduana, mencionaba ya a los hermanos Rodríguez: Valle del Cauca. Composición: 58. Rodríguez Orejuela Gilberto. Narcotraficante. Dirección: Carrera 4a. No. 44E-27. Cali. 62. Rodríguez Miguel. Narcotraficante. La lista se compone de 113 nombres.

En noviembre de 1975, Gilberto Rodríguez fue capturado con 180 kilos de pasta de coca en el Perú, a bordo de la avioneta de matrícula N271. Su propietario era Tulio Enrique Ayerbe, miembro de una tradicional familia del Valle del Cauca. Las iniciales de su nombre, TEA, sirvieron virtualmente para detectar toda la organización de transporte de cocaína y lavado de dólares del Cartel de Cali.

En una operación similar adelantada en el Perú, en marzo de 1976, se retuvo una aeronave con pasta de coca. Sus ocupantes dijeron trabajar para Víctor Crespo.

José Santacruz Londoño ha utilizado, indistintamente, los alias de Víctor Crespo, Chepe Santacruz (como es más conocido en el Valle), Antonio Velosa, Pedro Pomales, Ramón Palacios, José Ángel Ortiz y José Bolívar Valera. Gilberto Rodríguez Orejuela ha usado los de Fernando Gutiérrez (en realidad no es un alias, sino el nombre del principal testaferro en la mayoría de sus negocios, Fernando Gutiérrez Cancino), Roberto Matarraz y Gilberto González Linares.

Como harían luego los miembros del Clan Ochoa en Medellín, Gilberto Rodríguez, el cerebro de la organización, encargó primero a su compañero de infancia, Hernando Giraldo Soto, la apertura de contactos en los Estados Unidos.

Sólo en el período marzo-octubre de 1978 se asegura que ejecutó operaciones de tráfico de cocaína por valor de US$26 millones.

En julio de 1979 se practicó un allanamiento a un apartamento de Queens, en Nueva York, donde se hallaron 15.857 gramos de cocaína, 1.276 gramos de base de coca y más de 40 armas (incluyendo ametralladoras, pistolas automáticas, revólveres, silenciadores, y un manual de demolición).

Pero más importante aún, un sello de la TEA Manufacturing Co. (la empresa de fachada), depósitos en la cuenta de la sociedad Sandra Ana S. A. (inscrita en Panamá, y que solo era un apartado postal para recibir extractos bancarios). Como único socio figuraba José Santacruz Londoño. Allí se encontraron recibos de consignación del mismo Santacruz en el Manufacturer Hannover Trust; de Gilberto Rodríguez en el Chase Manhattan Bank (US$26.000 en un período de cuatro días en junio de 1979); de Miguel Rodríguez Orejuela en el mismo banco, por US$8.000 en ese mes.

Otros recibos eran órdenes de pago por un total de US$12.500, a favor de Gilberto Rodríguez; US$9.090 pagaderos a su hermano Miguel; US$6.000 para "A. Rosa" (Tulio Enrique Ayerbe) y un giro por US$2.000, a favor de su hijo, Fernando Rodríguez Mondragón.

Durante tres años, Giraldo Soto había conformado una importante red de distribución de cocaína en Nueva York, que iba ampliando con ritmo inusitado hasta cuando fue detectado por el grupo de trabajo creado para perseguir la organización, denominado Centac-4

Rodríguez Orejuela lo relevó entonces por su socio de siempre, José Santacruz Londoño, quien ya solo necesitaba colocar grandes cantidades de cocaína, que transaba en los hoteles a donde llegaba.

Todos los contactos estaban en marcha. Por esta época, Gilberto Rodríguez era propietario, con Jorge Luis Ochoa, de un banco en Panamá, el First Interamericas Bank, hacia el cual canalizaban buena parte de las ganancias obtenidas en los Estados Unidos, introducían a Colombia importantes cantidades de dinero con las filiales de los bancos colombianos en ese mismo país como sucedió en varias ocasiones con el Banco Cafetero, y más de 30 empresas productivas reciclaban el dinero hasta borrar cualquier mancha que pesara sobre ellos.

No obstante, la aparente desgracia para el Cartel de Cali llegó cuando fue detenido en Nueva York uno de sus principales cuadros en el lavado de dólares, el japonés Ishido Kawai, dueño en Colombia de las joyerías del mismo nombre, a quien le encontraron en su poder un maletín con casi tres millones de dólares en efectivo.

Aparentemente Kawai, quien todavía se encuentra preso en Nueva York, dio algunas pistas sobre la estructura de la organización, pues a los pocos días fue allanada una finca en Alabama, el Bar J. Ranch, adquirida por Rodríguez Orejuela, donde habían construido una pista de aterrizaje para las avionetas que transportaban la cocaína.

A Santacruz Londoño no le fue muy bien pese a todo, pues estuvo a punto de ser capturado.

A partir de unas tarjetas de presentación en las que se leía Jaime Carvajal. Intercontinental Investment Enterprises Inc.” , se llegó a una fábrica de puertas de madera que traía tablones de Colombia, vía Buenaventura. Figuraba como importadora la sociedad The Atlantic Lumber Co., que había alquilado una bodega en Baltimore, Maryland.

Cada tablón medía algo más de tres metros de largo, y 10 centímetros de grueso. En su interior se hallaron bolsas con 2.25 kilos de cocaína cada una.

The Atlantic Lumber figuraba a nombre de Jorge Suárez y Miguel Barbosa, quienes resultaron ser Santacruz Londoño y José Patiño, considerado entonces el mayor distribuidor de cocaína en Nueva York.

El hilo de la madeja condujo a Daniel Ocampo, capturado a finales de enero de 1980 con US$300.000 en efectivo. Los documentos, que se le hallaron permitieron concluir que sus operaciones con cocaína ascendían a US$2 millones mensuales. También pusieron al descubierto a otros dos colombianos comprometidos en la organización, Luis Ibargüen y Manuel Vásquez.

Santacruz Londoño regresó a Cali, y debió salir el propio Gilberto Rodríguez hacia Estados Unidos, para controlar su red de distribución.

En Colombia quedó toda la organización en manos de su hermano, Miguel Ángel, quien para entonces adelantaba una amplia labor de penetración en las altas capas sociales del país. Para lo cual contaba con un aliado insuperable, el periodista Alberto Giraldo, quien es su relacionista público, con personajes de la empresa privada y altos funcionarios del Estado.

En enero de 1980 se dispuso la intercepción del teléfono de Daniel Ocampo. Esta operación detectó, hacia finales del mes, numerosas comunicaciones con el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York.

Al buscar en el registro del hotel se encontró que un Fernando Gutiérrez había alquilado dos habitaciones contiguas. El día en que fue capturado Ocampo, las habitaciones fueron canceladas.

Pero Gutiérrez había cometido un grave error, dejó registrada su dirección en la Florida, el Número 1 de Grove Island. La telefónica de Nueva York poseía el registro de una llamada hecha por Tulio Enrique Ayerbe, desde su apartamento en Brooklyn a esa misma residencia.

El administrador del edificio de Grove Island identificó, por una fotografía a José Santacruz como asiduo visitante de Fernando Gutiérrez.

Frente a una nueva fotografía, el administrador dijo que Gutiérrez era el mismo Gilberto Rodríguez Orejuela. Corría entonces febrero de 1980.

El teléfono de Rodríguez fue interceptado, y se identificaron llamadas a la Intercontinental, y una nueva sociedad, J.M. Enterprises, que figuraba a nombre de Jaime Muñera.

Entre tanto, se había localizado un nuevo apartamento de Tulio Enrique Ayerbe, en Hallendale, Florida. Figuraba a nombre de Lorgio Zambrano.

Su seguimiento permitió la incautación de 125.188 gramos de cocaína, y el descubrimiento de un nuevo contacto: Diego Marulanda.

En el allanamiento al apartamento se encontraron registros de transacciones de cocaína por 490 kilos, distribuidos en Nueva York, Los Angeles y Miami. Ayerbe fue condenado a 12 años de prisión. Marulanda, Muñera y Gilberto Rodríguez alcanzaron a abandonar los Estados Unidos, cuando el autor de una paciente investigación de más de tres años, William Mockier, había logrado que ordenaran su detención.

Todos los capos de Cali habían logrado ser identificados pero, evidentemente, su Cartel no destruido.

No obstante tener su propia organización interna, los miembros del Cartel de Cali utilizaban una casa de cambio para el lavado de dólares de propiedad de Oscar Cuevas.

Cuevas, condenado el 13 de septiembre de 1986 por el lavado de US$25 millones, se encargaba desde transportarlos en Estados Unidos y llevarlos a cuentas abiertas previamente en Suiza y Gran Bretaña, dos países hacia donde los narcotraficantes colombianos desvían últimamente los porcentajes más elevados de sus ganancias.
La lavandería” de Cuevas se descubrió cuando un empleado suyo fue detenido en el aeropuerto de Nueva York con un maletín en cuyo interior se encontraron US$543.000 en efectivo, poco antes de abordar un avión con destino a Zurich.

En el Valle del Cauca operan en torno al narcotráfico muchas personas de apellidos prestigiosos, que nunca han sido tocadas por los investigadores. El coronel Jaime Ramírez Gómez, comandante de la Unidad Antinarcóticos de la Policía Nacional, manifestó, en una declaración rendida el 6 de septiembre de 1984 en la Procuraduría General de la Nación, que en el Valle del Cauca la mafia había penetrado los principales estamentos sociales, hasta hacerse virtualmente invencible:

A través de mi trabajo en el control de drogas, he podido notar que en el Valle hay grandes traficantes que no han sido tocados en las investigaciones y demás acciones que se han llevado a cabo en otras regiones del país.

Podemos decir que allí no se ha atacado a la mafia. Las circunstancias que rodean el tráfico de drogas dentro de esa región del país ha sido pura especulación, aunque tenemos anónimos e informaciones que hacen ver que el problema es bastante delicado.

Allí participan (en el tráfico de narcóticos) muchos elementos vinculados al gobierno, a los partidos políticos, a la Policía y al Ejército, así como a la sociedad del Valle.

Digamos agregaba Ramírez Gómez, que no ha habido decisión para emprender una gran campaña contra esas organizaciones que operan en el Valle del Cauca, tal vez por falta de medios o de tener gente líder en esa zona del país, que afronte las consecuencias de una campaña de esta naturaleza.

Y abundaba luego en argumentos el coronel: Cito como caso especial el departamento de Antioquia, donde nadie ha tomado la decisión de atacar este problema. Lo mismo sucede en el Valle. La colectividad se acostumbró a convivir con estas mafias, ya que reciben innumerables beneficios (de ellas).

La declaración la rindió el coronel Ramírez en una investigación disciplinaria contra el coronel Gustavo González Puerto, a raíz de la desaparición de varios kilos de cocaína que habían sido incautados a Héctor Roldán y varios guardaespaldas suyos. La queja la había formulado el coronel Johnny Rafael Barbosa Oloscohaga, a quien acababan de destituir de la Policía del Valle.

Barbosa se fundamentaba para sus cargos contra González Puerto en una grabación en la que supuestamente se hablaba de narcotráfico. La investigación fue archivada en Bogotá.

Nombres como los de Tulio Enrique Ayerbe, los hermanos Mario y Luis E. Otoya Tobón, Linda Gómez Otoya, Hugo Hernán Valencia, cuya historia aparece en la novela El Divino del escritor caleño Alvarez Gardeazábal, los congresistas Hernando Suárez Burgos, Samuel Alberto Escrucería Delgado y su hijo Samuel Escrucería Manzi, que operan desde Pasto.

José López Chacón, Edmer Tamayo, los Culzart, Carlos Alberto Mejía, José Cervantes V., Jesús Aníbal Zapata, Rigoberto Correa, José Fernando Bernal, la familia Salazar Grajales (varios de ellos ya asesinados) y Carlos Tulio Gómez G.. son muchos de los nombres vinculados con el tráfico de cocaína en el Valle, y que apenas si figuran en la memoria de los investigadores.

Desde finales de 1986 se han empezado a mencionar personas como Tulio Mario Echeverry Uribe, quien era el propietario de un cargamento de 3.000 kilos de cocaína incautado por las autoridades venezolanas, cuando se embarcaba en el buque Mar Lago 1, el 14 de Noviembre de 1986. Su socio sería otro colombiano, Carlos Alcántara, de quien no se posee información. La empresa que utilizan como fachada es Ratan International, de Cali.

Dos meses antes, había caído en Tegucigalpa la avioneta HK3194-W, en cuyo interior se encontraron 1.000 kilos de cocaína. Se señaló como su propietario a Francisco Alfonso Rubiano Orejuela. La aeronave estaba matriculada en Cali a nombre de la sociedad Rubiano Pinzón y Cía.

El 31 de diciembre del mismo año fueron capturados en México, con una avioneta en la que se encontraron 600 kilos de cocaína, los colombianos Leónidas Gómez, Gabriel Vélez, Alberto Bedoya y Gabriel Alvarez. La investigación por este cargamento prosigue, y se afirma que a su conclusión quedará descubierta una lavandería de dólares a partir de Cali, que involucra incluso a un banco oficial.

Se trata indudablemente del Cartel de la cocaína con más expansión, pues de manera paulatina vinculan a personas en capacidad de generarles un amplio espectro social de solidaridad, a través del nombramiento de testaferros para la gerencia de sus empresas legales.

La circunstancia de poseer el Cartel una amplia red de control sobre insumos para refinar la cocaína, lo convierte en uno de los más poderosos y autosuficientes. Se ampara en el tradicional leguleyismo colombiano con el fin de obtener incluso la asignación de cuotas para la importación de insumos de la cocaína.

También es el negocio de narcotraficantes menores, como los hermanos Femando, Harold y Henry González Ramos.

2. La Organización en Antioquia 

De quien primero se poseen datos por tráfico de cocaína en Medellín es El Padrino Alfredo Gómez López, mote dado por él mismo, quien debió huir a Cartagena luego que un desprevenido agente de la Aduana de Medellín le incautó un circuito cerrado de televisión de contrabando.

Hasta ese momento, el negocio lo manejaba él con su propia organización, conformada en Antioquia por Jesús Emilio Escobar Hernández y Fabio Restrepo Ochoa, familiar del Clan Ochoa.

Esta organización de narcotraficantes operaba en llave con los contrabandistas de esmeraldas de Boyacá, cuyo asiento normal es Bogotá Un hedió que prueba esta afirmación lo constituye la forma como se desarrollo la "cumbre" de la mafia del narcotráfico en esta ciudad, que se llevó a cabo en febrero de l y 7, para trazar una estrategia frente al desmantelamiento que habían logrado las autoridades norteamericanas de su red de distribución en ese país.

La Policía Nacional sólo tuvo conocimiento de la reunión cuando concluía. Se destacó el aeropuerto Eldorado de Bogotá un pelotón al mando de un valiente capitán (hoy con grado de mayor, cuyo nombre mantenemos en reserva). Cuando llegó la Policía, el avión iba a empezar a carretear. Para cubrirles la huida, el anfitrión de la reunión, José Ignacio Aguirre Ardila (El Coronel), se trenzó en una balacera con la autoridad. Murió su guardaespaldas y resultó herido el comandante del operativo. Aguirre fue capturado.

El avión se hizo regresar a Bogotá cuando ya estaba cerca de Medellín, y fueron capturados en su interior los capos Escobar Hernández y Restrepo Ochoa.

Cuando los detenidos eran llevados a la cárcel, la patrulla fue atacada, para tratar de rescatarlos. Pese a la gran exhibición de armas, la Policía controló pronto a los atacantes. El grupo de choque era comandado por los tres hermanos Murcia Fajardo el mayor de los cuales, Héctor, era uno de los hombres más importantes en el contrabando de esmeraldas. Héctor Murcia sería luego asesinado en Miami, durante una de las usuales vendettas entre los esmeralderos.

Un mes después, el 3 de marzo de 1976, los tres capos del narcotráfico y Murcia Fajardo quedaron en libertad.

El Padrino Gómez López debió huir en ese momento, y de manera soterrada primero y luego franca, se inició una lucha por el control de la red.

La destrucción del primer Cartel de narcotraficantes de Medellín se inició en enero de 1976, con la captura y enjuiciamiento en Nueva York de sus principales contactos.

El juez John Cannella condenó a Francisco Adriano Armedo Sarmiento, Edgar Restrepo Botero, León Vélez y los hermanos Libardo y Carmen Gil, quienes trabajaban para esta organización, que las autoridades norteamericanas creían dirigida por Griselda Blanco y los hermanos Carlos y Alberto Bravo. El 15 de junio de 1977 fue asesinado en Nueva York Luis Carlos Gaviria Ochoa, el esposo de Martha Ligia Cardona, quien, como Griselda Blanco, tenía en realidad como función crear los mecanismos para lavar los dólares obtenidos en el tráfico de narcóticos en la red de Gómez López y Jaime Cardona Vargas.

El 14 de octubre de 1977 fue capturado en Cáceres, corregimiento del municipio de Caucasia, a dos horas de Medellín, Jaime Cardona, quien era el segundo hombre en la organización de Medellín. En la finca donde se practicó el allanamiento fueron incautados 530 kilos de cocaína, que acababan de llegar a bordo de una avioneta procedente de San José del Guaviare.

El realinderamiento de fuerzas que se empezaba a producir dentro de la mafia debió despertar sospechas en las autoridades, que poco dejaron trascender a la prensa. Se empezó por asesinar a quienes manejaban las cuentas en dólares en las casas de cambio de Medellín. Fueron múltiples los asesinatos de los lugartenientes, como mecanismo para disuadir a quienes ejercían cargos cercanos a Alfredo Gómez López.

A. Escobar, o el Sino de la Violencia 

Pablo Emilio Escobar Gaviria, quien para entonces era un gatillero, como denominan a los sicarios de la mafia, dio muestras de ser implacable en la lucha por el poder.

La vida de Pablo Escobar, anterior a su ingreso a los círculos de la mafia, había estado vinculada con los bajos fondos delincuenciales antioqueños.

Escobar (quien ha usado alternativamente como sus nombres los de Pablo Carrilla, Emilio Gaviria y Pablito) inició su autobiografía en una indagatoria: "Mi nombre completo es Pablo E. Escobar G., natural de Rionegro, Ant. Hijo de Abel y Herminda, de 26 años de edad (en 1976), estado civil casado, de profesión negociante, residente y cedulado en Envigado, actualmente comerciante en el ramo de comisiones en venta de vehículos particulares; siempre he trabajado independientemente en el ramo de las comisiones de negocios y me he dedicado a la ganadería y agricultura en general, en una finca de mi papá en Rionegro. Pueden testificar de mi conducta Humberto Vargas, quien trabaja en la Gobernación, y Federico Montoya. Poseo un capital de $180.000 a $200000, representados en vehículos, unas 10 vacas y sembrados agrícolas. Yo vendía en Turbo artículos de marmolería y lápidas. Mis ingresos son más o menos $8.000 mensuales".

Su historia en los anales judiciales es distinta. Se remonta a los primeros años de la década de los 70s, su despegue como narcotraficante. Entonces participó en el secuestro de un conocido industrial, Diego Echavarría Misas. Con este secuestro Escobar ganó dos millones de pesos, pero perdió a uno de sus familiares, en un enfrentamiento con el grupo CAES, creado por el gobierno para frenar la ola de secuestros que se registraba ya en ese momento con características de industria.

Parte del producto del secuestro Escobar lo invirtió en pequeñas compras de cocaína.

En una investigación de la Aduana sobre el contrabando en 1975, ya figuraba su nombre: "9. Escobar Gaviria, Pablo Emilio. Narcotraficante".

Pero no había dejado su primera actividad: la de "jalador" de carros.

Sus vecinos de barrio en Envigado, lo recuerdan por ser muy organizado, poco despilfarrador y casi nada ostentoso, cualidades de las que carecían sus socios.

El primer problema con la justicia lo tuvo Pablo Escobar el 5 de septiembre de 1974, a raíz de la denuncia formulada por el abogado Guillermo García Salazar, a quien le robaron un vehículo Renault 4, modelo 73, de placas LK8028.

La historia corresponde a un acto de absoluta torpeza para cualquier delincuente: el 9 de septiembre del 74, León Javier Duque Giraldo dejó frente a la residencia de unos amigos su carro Renault 12 color naranja, de placas LX0273. Conscientes de que ese tipo de automóvil es preferido de los jaladores por la facilidad como puede ser cambiada la placa de identificación del motor, tenían una estrecha vigilancia desde la ventana del segundo piso de la residencia donde se encontraban departiendo.

Como un Renault 4 rojo, de placas LW8344, en cuyo vidrio posterior se leía en una calcomanía "soy federalista y que" pasara en repetidas ocasiones frente a su carro, suspicaces y desconfiados como han sido siempre los paisas, decidieron anotar el número de sus placas.

Cuando el R4 rojo volvió a pasar, uno de los ocupantes se bajó y, sin el menor problema, abrió la puerta del R12, lo prendió casi de inmediato y los dos vehículos partieron a toda velocidad.

Duque Giraldo formuló la denuncia, advirtiendo sobre la presencia del R4 rojo, con el número de las placas. A los dos días, este carro fue interceptado por una patrulla de la policía. Lo conducía Pablo Escobar Gaviria, quien alegó que se lo había prestado un amigo. Francisco Hugo Pizano Jiménez, quien lo había rematado como chatarra en la subasta de una compañía de seguros.

Al ser llamado a declarar, Pizano Jiménez explicó que él sencillamente sirvió de intermediario en el remate, pues Escobar Gaviria no solo le había dado el dinero para adquirirlo, sino que, además, el mismo Escobar contrató una grúa para llevarlo hasta un taller a reparar.

Al ser sometidos a careo Pablo Escobar y Pizano Jiménez, se dedujo claramente la intención de coartada del primero y la absoluta buena fe del segundo. En una revisión técnica hecha a continuación, se comprobó que el R4 rojo en que viajaba Pablo Escobar era el mismo que había sido robado al abogado García Salazar. Es decir, que la compra del vehículo rematado se hizo sólo con el objeto de obtener sus placas para colocárselas al robado.

Al propietario del taller a donde fue llevado el R-4 del remate, José Dolores Gaicano Cadavid, se le vinculó también a la investigación. Pero en su indagatoria explicó que su única relación con Pablo Escobar consistía en que él le llevaba vehículos para reparación, como había sucedido con el R-4 rojo.

También fueron sometidos a careo Galeano Cadavid y Escobar Gaviria. El primero se mantuvo en lo dicho, mientras que el segundo incurrió en notorias contradicciones.

Como los dos testimonios comprometían seriamente a Escobar, éste optó por una solución que muestra su alta peligrosidad. José Dolores Galeano Cadavid, el propietario del taller, apareció muerto el 30 de mayo de 1976 por "laceración encefálica de arma de fuego", lo que, traducido al buen romance, quiere decir que le pegaron un tiro en la cabeza.

En la misma fecha, pero en un sitio distinto, se encontró el cadáver de Francisco Hugo Pizano Jiménez, el testaferro del remate. La necropsia reveló "destrucción cerebral-fractura de cráneo", o sea que fue asesinado de un golpe contundente en la cabeza.

Acababan de desaparecer los testigos de cargos contra el jalador de carros. No obstante la cantidad de pruebas en su contra, Pablo Escobar recuperó la libertad, previa consignación de una fianza de $1.500. El Juzgado 20 Penal del Circuito profirió el 25 de febrero de 1977 un auto de sobreseimiento temporal en su favor.

Pese a las características de los delitos, la investigación penal sólo comenzó seis meses después de cometidos.

Aún más: como se trataba de un mismo sindicado por dos robos diferentes (un R-4 y un R-12), que investigaban dos juzgados distintos, durante más de dos años un juez remitía al otro el proceso con la esperanza de su prescripción, la cual finalmente se logró gracias a la punible actuación de los dos jueces. Conducta que no se investigó, como tampoco se hizo con el asesinato de los testigos.

El proceso por el robo de los carros permaneció archivado por años en los anaqueles del juzgado 20 Penal del Circuito de Medellín.

Como en 1983 el equipo investigativo de El Espectador revelara los antecedentes de Escobar Gaviria en un caso de narcotráfico que se relata a continuación, el 11 de junio de 1983 cinco hombres fuertemente armados llegaron en la madrugada al Palacio Nacional, un vetusto edificio situado al sur de Medellín, donde funcionan los juzgados. Maniataron al vigilante Luis Enrique Álzate Vargas, un anciano de 56 años, se dirigieron a la oficina 114, donde se encontraban los archivos del Juzgado 20 Penal del Circuito, abrieron las gavetas de los archivadores, las rociaron con gasolina, y les prendieron fuego. Casi sobra decir que este hecho tampoco se investigó.

Pablo Escobar fue vinculado a un nuevo proceso penal dos años después del robo de carros. En junio de 1976, cuando ya era gatillero de la mafia, Escobar fue capturado en Itagüi, municipio cercano a Medellín, en compañía de su primo, Gustavo de Jesús Gaviria Rivero (Piñata), James Maya Espinoza, Hernando de Jesús García Bolívar, Mario Henao Vallejo (su cuñado) y Marco Alonso Hurtado Jaramillo, En su poder se encontraron 18 bolsas de polietileno que contenían 39 kilos de cocaína de alta pureza, US$5,000 y $50.000, en efectivo. Y les retuvieron tres vehículos.

La historia se inició dos meses antes, cuando el director del Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, de Antioquia, Carlos Gustavo Monroy Arenas, recibió informes de que se estaba montando una gran organización de narcotraficantes en Medellín, que era controlada por Pablo Escobar y su primo Gustavo Gaviria. Según la versión, los dos narcotraficantes recibían la cocaína en Tulcán, Ecuador, la introducían en un camión que aparentaba transportar llantas y la entregaban en Medellín a Pablo Escobar, quien se encargaba de hacerla llegar a Estados Unidos.

Monroy Arenas un veterano oficial del Ejército decidido a limpiar su jurisdicción dispuso un sencillo operativo. Envió a dos de sus agentes en un vehículo similar, que también debía partir de Pasto la capital colombiana más próxima al Ecuador con la misión de hacerse amigos de los conductores del camión en que se transportaba la cocaína, para obtener la mayor cantidad de información posible y buscar, ante todo, que la captura no se produjera antes de que aparecieran sus jefes.

La misión se estaba cumpliendo de acuerdo a lo planeado. Los camiones viajaron encaravanados desde Cali hasta Itagüi. Allí, uno de los agentes encubiertos llamo a Monroy Arenas le advirtió sobre la pérdida del contacto, pues luego del desayuno que tomaban en ese momento, los conductores de la cocaína habían anunciado su decisión de despedirse.

Monroy Arenas envió una nueva patrulla de agentes con la consigna de dejarse sobornar, como última carta para salvar el operativo. La patrulla llegó a la cafetería de Itagüi y amenazó con detenerlos.

Los dos conductores. James Maya Espinoza y Hernando de Jesús García Bolívar, ofrecieron a la patrulla un arreglo, si los dejaban hacer una llamada. Pedían a cambio no ser detenidos, y que no les incautaran los 39 kilos de cocaína, camuflados en la llanta de repuesto del camión.

Maya Espinoza hizo varias llamadas y a los 15 minutos aparecieron Pablo Escobar, su primo Gustavo de Jesús Gaviria y dos guardaespaldas. Llevaban en su poder US$5.000 y $50.000 en efectivo, que entregaron a los agentes de seguridad como anticipo de lo que recibirían si dejaban pasar la cocaína y en libertad a los conductores.

En ese momento se presentó Monroy Arenas con más agentes del DAS, y los capturaron por tráfico de cocaína e intento de soborno. Como el país se encontraba bajo estado de sitio y el conocimiento del delito de narcotráfico había sido asignado a la justicia penal militar, Escobar Gavina, Piñata y los otros cuatro capturados fueron puestos a órdenes de un juez militar.

Escobar fue reseñado, detenido y remitido a la cárcel de Medellín. A los pocos días, para suerte de los narcotraficantes, fue levantado el estado de sitio y los sindicados pasaron a la justicia ordinaria.

Pero empezó un calvario para la juez, a cuyo cargo quedó la investigación, por las características violentas de Escobar. Los dos detectives que participaron en el operativo desde el principio, Gildardo Hernández Patiño y Luis Fernando Vasco, fueron asesinados. La juez fue amenazada en múltiples ocasiones, e incluso su auxiliar recibió la información de que en una cafetería se estaba planeando la forma de asesinarla. Oportunamente fue descubierto otro complot para asesinar al director del DAS, Monroy Arenas.

Como el tráfico de narcóticos se iniciaba en Pasto, el apoderado de Escobar Gaviria planteó una colisión de competencias para que fuera un juez de esa ciudad el que conociera del sumario, y no la juez de Itagüi, que ya había dictado auto de detención en su contra.

La colisión de competencias llegó a la Corte Suprema de Justicia, pero entre tanto el proceso fue remitido a Pasto, donde el juez Fraco Guido Caicedo Jurado, les revocó la detención a Pablo Escobar y a su primo Gustavo Gavina, y ordenó devolver los vehículos incautados durante la operación.

Cuando la Corte ordenó que la investigación prosiguiera en Medellín, ya los dos capos habían quedado en libertad, y nunca más fueron detenidos.

Escobar Gaviria, al igual que su primo, fue sobreseído temporalmente. La investigación fue reabierta. En este estado la conoció el equipo investigativo de El Espectador, cuando su director, don Guillermo Cano, curioseando en el archivo del periódico, encontró la foto de Escobar Gaviria con el respectivo "escapulario" de la reseña del DAS. La información fue hecha pública a las pocas semanas de transmitido un magnífico programa de la cadena norteamericana de televisión ABC donde se revelaron los negocios de narcotráfico de Escobar, quien para entonces ostentaba el cargo de representante a la Cámara por Antioquia, como suplente de Jairo Ortega Ramírez. Los dos estaban vinculados al Movimiento de Renovación Liberal, que dirigía el precandidato presidencial, senador Alberto Santofimio Botero.

La revelación del proceso por tráfico de cocaína acabó con los argumentos de Escobar quien un día antes de que se transmitiera el programa de la ABC, en declaraciones para una cadena radial de Bogotá había anunciado una millonaria demanda contra la cadena de televisión de Estados Unidos, por vincularlo con la mafia.

Al enterarse de los hechos revelados por El Espectador cuya edición fue comprada en los puestos de venta de Medellín a precios hasta de $1.000, el juez 11 Superior de la capital antioqueña, Gustavo Zuluaga Serna, dictó auto de detención contra Pablo Escobar y Gustavo Gaviria, como autores intelectuales del homicidio de los dos detectives.

Al día siguiente, cuando la esposa del juez viajaba en el vehículo familiar fue interceptada por un carro de donde se apearon cuatro sujetos armados. La encañonaron, la hicieron bajar de su R4 y echaron a rodar el vehículo por un abismo: "la próxima vez no la dejaremos bajar", le advirtieron los pistoleros.

El juez Gustavo Zuluaga fue promocionado pocos meses después al cargo de magistrado de la Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín, en un reconocimiento que le hizo la Corte Suprema de Justicia a su independencia y honestidad. El magistrado Zuluaga Sema fue acribillado a las pocas semanas, cuando se desplazaba en su carro particular.

En ese momento, Escobar Gaviria era todo un personaje en Medellín. Sus campañas cívicas habían generado que se le calificara en la revista Semana como el Robin Hood paisa desconociendo su tenebroso prontuario.

En estas actividades cívicas. Escobar contaba con la bendición activa de dos sacerdotes, Elías Lopera Cárdenas y Hernán Cuartas, quienes pronunciaban encendidas homilías en defensa de las campañas de Escobar Gaviria. Durante la época electoral, enormes vallas se colocaron en las calles de Medellín: Jairo Ortega y Pablo Escobar, Renovación Liberal. Y debajo se leían los nombres de los dos sacerdotes. Pese a que en el periódico del narcotraficante se publicaban las fotos de Lopera y Cuartas, el Arzobispo de Medellín, monseñor Alfonso López Trujillo, nunca se opuso a su práctica. No procedió igual, en cambio, cuando el sacerdote Sigifredo López celebró una misa el día del aniversario del cura guerrillero Camilo Torres. El claretiano fue suspendido por López Trujillo.

Vecinos de Pablo Escobar en su barrio de adolescente, La Paz, donde siempre ha vivido y de donde fue concejal, aseguran que Escobar llegó a acumular, desde 1977, una considerable fortuna, representada en casas y terrenos.

Se asegura también que en Estados Unidos es propietario de unos 200 apartamentos en Florida, una línea aérea y un hotel en Venezuela, una línea aérea en Bogotá, y del motel El Bosque (uno de los más caros esparcimientos de fin de jornada laboral en Medellín, con circuito de cine rojo, jacuzzis, saunas, unas 200 habitaciones y todo tipo de servicios adicionales).

La Hacienda Nápoles, donde funciona su zoológico particular cuya utilidad será descrita luego, llegó a tener una nómina de 843 empleados. A su amiga pública, una animadora de televisión, Vallejo, le regaló un estudio de televisión para que filmara sus programas sin necesidad de salir de casa, y una fábrica de medias femeninas.

Pese a que se presuma, no sobra aclarar que los cuatro procesos penales contra Pablo Escobar fueron archivados por prescripción.

B. El Clan Ochoa 

En momentos en que Escobar Gaviria libraba su batalla por consolidar un poder dentro de la mafia, en 1976, luego de la caída de los dos primeros capos de Medellín, el familiar de los Ochoa, Fabio Restrepo Ochoa, estuvo a punto de ser capturado en el aeropuerto de Bogotá, en episodio relatado al principio de este capítulo.

Restrepo Ochoa logró la libertad con alguna argucia jurídica un mes más tarde, pero llegó a Medellín para ser destronado. literalmente hablando, a manos de su pariente Jorge luis Ochoa Vásquez.

El Clan de los Ochoa había empezado a estructurar su propio negocio desde un principio. Conformado por el viejo 1'abio Ochoa Restrepo, y sus hijos Jorge Luis, Juan David, Fabio, Cristina María. Angela María y Martha Nieves Ochoa Vásquez, el Clan pergeñaba lo que sabían era una importante fuente de ingresos fáciles.

Jorge Luis tras la caída de su pariente , el más osado de todos, asumió el liderazgo, y dispuso la estrategia: empezar a colonizar los mercados de la cocaína en Estados Unidos.

¿Era una organización fuerte entonces? Aparentemente no, pues estaría conformada por la misma familia. Prueba de ello, es que Ángel María Ochoa Vásquez fue arrestada en Miami el
12 de octubre de 1977 en posesión de kilo y medio de cocaína, que transportaba oculto en su sostén.

El viejo Ochoa era ya conocido en Antioquia por su afición a los caballos de paso, hobby que no se podía pagar con el producto de una pequeña finca que poseía en Antioquia, La Loma, Aún conserva este nombre para su criadero, que anuncia en el directorio telefónico con una foto donde el mismo aparece montado en un caballo.

Su hijo, Jorge Luis, vivía hasta entonces de transacciones menores sobre vehículos usados. Son muchos los paisas que alegan haberle vendido carros populares como un Simca o un Renault 4, a este Ochoa que luego se convertiría en uno de los hombres más ricos, pero también más peligrosos, no solo del país s


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Padre del presidente colombiano Álvaro Uribe era "un reconocido narcotraficante".- Libro "Los Jinetes de la Cocaína" informa sobre el narco-clan Uribe

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