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Rehénes del Kirchnerismo: Relato de un secuestro económico





En el año 2005, junto a un amigo del primario, abandonamos el rat-race profesional, y nos aventuramos al mundo emprendedor. Eran épocas de buenas noticias en Clarín, y la génesis del boom del consumo del Kirchnerismo.

La naturaleza del negocio se basaba en aunar diseño alemán con costos de fabricación del sudeste asiático. En este caso, aplicado a muebles para exteriores.

La aventura creció en ingresos fuertemente, casi a la par de la tasa de aumento de la publicidad oficial, y un poco por debajo de la tasa de enriquecimiento del matrimonio presidencial.

Llegamos a emplear a más de 30 ciudadanos de nuestro país. Veinte familias que dependían de nuestra capacidad de gestionar el negocio para obtener sus ingresos con los cuáles compraban alimentos y brindaban educación a sus hijos. as. Tamaña responsabilidad sólo era asimilable por la satisfacción de poder ayudarlos a crecer, profesional y económicamente. Nuestra PyMe llegó incluso a financiar la compra del primer automóvil de dos nuestros empleados, siendo en ambos casos, el primer 0Km de sus vidas.

El futuro parecía promisorio. En 2007, el Oficialismo obtuvo un resonante triunfo con la esposa del entonces presidente Kirchner como candidata al sillón de Rivadavia. Creímos, ingenuos, en la promesa de mayor calidad institucional. Un Kirchnerismo más prolijo, nos dijeron. Un Kirchnerismo más prolijo, compramos.

La llegada de la esposa a la presidencia, empero, no resultó en políticas como las que esperábamos. Mucho cambio, y en poco tiempo. Súbitamente, el hasta entonces socio y aliado pasó a ser el enemigo público número uno. Clarín y Kirchner entablaban, por primera vez desde 2003, una batalla abierta y explícita. Tras años de buenas noticias, pagadas con renovación de licencias y cenas de popes en Olivos, el Kirchnerismo comenzaba a gastar recursos en pos de asfixiar al principal multimedios del país que ayudaron a consolidar.

En la búsqueda por mantener viva la llama del consumismo, el Kirchnerismo prosiguió manteniendo su torpe y indiscriminada política de subsidios. La disputa con el campo también volvió susceptibles a los consumidores. En pocos meses, la fuga de capitales y la presión sobre el dólar se inflamaron.

Y con ellos, la hasta entonces medida inflación comenzó a impactar en la ahora más frágil economía. Patra peor, la inflación no se combatía, sino que se la ocultaba con prácticas propias épocas más oscuras de nuestra historia reciente.

Los plazos de pago necesariamente se estiraron, y los planes de compra de nuestros principales clientes se postergaban. “Congelamos toda nueva decisión de compra, hasta que veamos mejor panorama económico”, lacónicamente nos decían.

El primer golpe mortal se materializó con la prescripción de las licencias automáticas de importaciones. De un día a otro, nuestro programa de abastecimiento de productos se veía letalmente afectado. En vano nos reunimos con funcionarios de quinta categoría de la Secretaría de Comercio. No había caso, nuestros productos de Malasia no iban a poder fluir libremente hasta nuestros depósitos.

La alternativa de desarrollar un proveedor local se vio rápidamente imposibilitada, al no contar con recursos necesarios para adquirir bienes de capital. Desesperados, contactamos un productor de la zona de Villa Adelina, de quien se decía podría tener la capacidad de replicar nuestros productos. Pero el esfuerzo resultó fútil. El enorme empeño y buena voluntad eran opacados por la deficiente calidad de la materia prima disponible.

En 2010, nuestro esfuerzo emprendedor sucumbió. Y con el, la fuente de trabajo de esas 30 familias que habían decidido acompañarnos en nuestra aventura. Aún recordamos con dolor las reuniones con nuestros vendedores, en las que les íbamos explicando la situación financiera de la empresa. Durante el segundo Kirchnerismo, sencillamente no podíamos conciliar ganancias. Y para beneficencia, había cientos de métodos mucho más efectivos.

Nuestro socio intentó volver rápidamente al mundo de al relación de dependencia. Era una forma de escaparle al riesgo empresario, nos decía. “No hay incentivos, y mucho menos parece haber deseos de fomentar, desde el oficialismo imperante, un espíritu emprendedor en la país”, sentenció alguna vez.

Aún sin vernos con asiduidad, nuestras vidas continúan actualmente vinculadas, como siempre sucede en aquellas amistades forjadas en las primeras etapas escolares. Rehenes de una nueva versión de corralitos estatales, proseguimos con nuestras vidas intentando buscar la manera de proteger ahorros familiares, e intentar asegurar así, el futuro de nuestros hijos.

Sin posibilidad de préstamos hipotecarios, y con la creciente imposibilidad de adquirir moneda extranjera, ante el explícito desinterés del Banco Central de proteger la capacidad de compra de la moneda nacional, nuestras vidas se debaten entre diferentes opciones de subsistencia.

Las señales que podrían generar confianza en los consumidores brillan por su ausencia. Por el contrario, con cada semana que pasa, el Kirchnerismo parece ensañarse en continuar avanzando sobre nuestras libertades.

Y sin posibilidad de pagar rescate, parece.

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