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La soledad de los «corredores» de fondo

Tal vez haya sido una ironía literaria, o una pura casualidad del destino humano, lo cierto es que en 1959 Alan Sillitoe publicó un pequeño librito de relatos cortos titulado «La soledad del corredor de fondo» («The Loneliness of the Long-Distance Runner», en inglés). El relato que le da nombre a aquella pequeña obra maestra de la literatura inglesa cuenta la historia de Smith, un adolescente de una familia pobre cuya vida transcurre entre delitos menores, lo que lo sumerge inevitablemente en un centro correccional para niños y adolescentes. Allí Smith se convierte en un corredor de fondo como una forma de escape emocional y físico a su situación personal, y utiliza sus habilidades como atleta para representar al establecimiento correccional frente a una prestigiosa institución educacional pública, con la promesa que a su retorno podra realizar «trabajos ligeros».
Sin embargo, cuando el día de la Carrera llega Smith se deja intencionalmente vencer, deteniéndose  deliberadamente unos pocos metros por debajo de la línea de meta. Allí, a la vista de todos los espectadores, que le gritan para que termine la carrera. Al perder deliberadamente la carrera, Smith demuestra su espíritu libre y su independencia. Sabe que a su regreso no tendrá lo «prometido», pero su espíritu permanece intocable, libre.
Irónicamente, en 1959 comenzó a funcionar, muy lejos de las islas británicas, en el Caribe, y también en una isla, un centro correccional para millones de cubanos. Muchos han logrado escapar; otros lo siguen haciendo. Algunos toman una lancha, una balsa, traspasan fronteras y recorren Centroamérica. Algunos mueren también en el intento. Y aquí lo vemos, un  grupo de cubanos que pudieran ser como Smith, representantes de ese correccional multitudinario de adultos, «engalanados» para representar a las autoridades correccionales de ese inmenso centro que es una isla frente a los equipos del deporte libre.
¿Alguno tendrá el valor, la integridad y el coraje de detener su carrera a pocos pasos de su meta, como simbolo de su espíritu libre y su independencia?
¿Alguno tendrá el valor de Smith?
¿Cuántos lo harán?
Mientras, no se me escapa la singularidad de ese uniforme que se asemeja tanto a los que, en determinadas épocas de la historia, han usado los reclusos de algunas partes.
Lo peor, lo más aborrecible, es el uso bochornoso de lo que es un símbolo patrio, la bandera cubana, en el vestuario bastardo de estos reclusos que parten de su correccional caribeño para volver a retornar después, sin haber tenido la estatura moral del «héroe» de Sillitoe, al mismo presidio isleño.

¡Patético!


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