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Cuando la política NO puede permear la religión

¿En qué otro escenario distinto a un estado fuertemente confesional exclamaciones como "Madre María, por favor llévate a Putin", "...Madre de Dios, hazte feminista" pueden interpretarse como afrentas a la confesión religiosa y ser depositarias de toda la severidad de la justicia? Solo en una sociedad que prefiere sacrificar su sentido de humanidad y cordura en honor a rancias y decimonónicas tradiciones. La pena de 2 años de prisión para las tres integrantes de la agrupación femenina de Punk Pussy Riot por cantar en una iglesia ortodoxa moscovita contra el presidente Vladimir Putin se inscribe en una serie de tropelías que vienen efectuando el régimen de este sátrapa enamorado del poder y sus cortesanos ortodoxos contra el derecho al disenso y la protesta y la libre elección sexual. Aunque a expensas de su propia libertad, con su "sacrilegio" las Pussy lograron centrar la atención del mundo en lo que parece ser el progresivo retorno a la Rusia zarista.

Imagen obtenida en FreakingNews.com

A lo mejor si nos limitamos a juzgar al mejor estilo de las mentes conservadoras las formas de esta protesta obviando el fondo es fácil llegar a la conclusión de que existió agravio en su actuación, al ver toda esa confusión de pasamontañas, brincos, estrépito, irreverencia y desdén por las reglas que caracterizan al Punk desafiando la parafernalia eclesiástica. Pero la mínima sanción que uno esperaría para un acto contestatario de esta clase, donde no se atenta contra la integridad física ni material de nadie, sería una multa o trabajo comunitario. Sin embargo, esa prontitud y rigurosidad de la justicia para condenar la audacia de este grupo pone en relieve la enorme prevalencia de los intereses de la Iglesia Ortodoxa en la sociedad rusa, una influencia de la que ya ni siquiera gozan la Iglesia Católica  o el fundamentalismo protestante occidentales, cuyo poder declinante es blanco constante de transgresiones que a duras penas llegan a generar encendidos debates en espacios de opinión. Es necesario adentrarse un poco en el ámbito político-social de la Federación Rusa para comprender algunas cosas: 1. que las Pussy Riot son solo la representación intelectual y artística del malestar que campea en amplios sectores de la población por el manejo que Putín está dando a ese país, 2. que ya llevan aproximadamente un año expresando (siempre pacíficamente) su descontento en sitios cotidianos como el transporte público, o emblemáticos como La Plaza Roja y la Cátedral de Cristo Salvador, y 3. por lo tanto, lo que parece ser una agresión contra la religión en realidad no es más que activismo legítimo en el que no solo es un espacio público más sino el escenario político por excelencia de Rusia, dado el maridaje simbiótico que configuran un estado "laico" como el ruso y la Iglesia Ortodoxa desde su despertar posterior a la caída de la URSS, particularmente acentuado durante el régimen de Putin.


¿Se puede mancillar lo ya mancillado?


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