Esa noche, la au pair [1] se sienta a pescar en el borde del muelle. A su lado, el Queso que rescató durante la cena del bol de la ensalada y sus sandalias de cuero. Se saca la gomita de la cola de caballo y de un sacudón se suelta el cabello. Los olores de las sobras de la cena y de la espuma de baño flotan desde la casa hasta los árboles. Ella desliza un cubo de queso en el anzuelo y