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¿Qué queda 25 años después de la mítica Ruta del Bakalao?

Para los que ya contamos con varias primaveras, hacer una presentación de la mítica Ruta del Bakalao resulta totalmente innecesario, pero para aquellos que llegan a este rincón de Fernando Vega sin conocer sobre qué sucedía a principios de los 90 en la costa levantina, indicaros que aquella época fue el germen de la música techno, electrónica, industrial y todo el largo etcétera de las sesiones que nos podemos encontrar en una buena discoteca.

Casi una década donde la creatividad chocaba de pleno con lo desinhibido, donde la libertad retumbaba entre miles de bafles y donde por primera vez en muchas décadas, España era pionera en algo y, concretamente Valencia, sonaba junto a Detroit, Manchester, Berlin y Londres en la escena innovadora musical y en la cultura de club pero, ¿qué nos quedó de todo ello?

La influencia de la Ruta del Bakalao 25 años después

Discotecas especializadas en el género

Antes de la transición el término guateque era lo más común para referirse a algo parecido a las fiestas y noches temáticas de las que disfrutamos hoy día. Pese a que en los ochenta el empuje de Pachá y la herencia ibicenca que nos regalaban todos los británicos que invadían la isla, comenzaban a abrir un túnel donde había luz más allá de la radiofórmula o la omnipresente (pero no por ello menos necesaria) movida madrileña, la explosión llegó en la periferia levantina de la mano de grandes e históricos clubes como Barraca, Chocolate, Spook Factory, Espiral, Puzzle y un largo etcétera de templos donde lo más comercial era New Order, Happy Mondays o Stone Roses.

Gracias a ese tejido sostenible donde no había necesidad de pinchar lo último de Madonna o Mecano para atraer clientela o entretener a la presente, el planteamiento de templos del Bakalao, pero también de la música trance, electrónica o discotecas que organizaban su planning por noches donde sólo sonaran estos géneros fue posible y sobrevive a día de hoy (a pesar de que las pioneras están ya todas extintas).

Chimo Bayo

Para entender (y adorar) lo que supuso la Ruta del Bakalao sólo tenemos que fijar la mirada en su más emblemático superviviente.

Chimo Bayo ciertamente es la simbología corpórea del desfase, pero también de la cultura propia bien encauzada. Negar la relación entre bakalao y drogas es negar lo evidente, pero de igual forma, negar que en Chimo Bayo y sus onomatopéyicas composiciones hay mucha más inteligencia y razonamiento es como afirmar que todo fue un simple sueño de chiflados desafasados.

Si aún cabe dudas sobre su papel en todo este entramado y sobre lo que suponía recorrer la carretera de El Saler, de obligada lectura es su biografía “No iba a salir y me lie: Un gran viaje por la ruta del Bakalao” o para los menos puristas, la magnífica radiografía que hizo de la época el periodista Luís Costa: ¡Bacalao! Historia oral de la música de la música de baile en València, 1980-1995.

Cultura de club más allá de Ibiza

Ya he tenido la ocasión de indicar que los primeros rayos de luz del clubbing en España vinieron de la blanca Ibiza como por todos es sabido, pero pasaron años sin que nadie fuera capaz de recogerle el testigo.

Así, Amnesia y Pachá ya despuntaban en la mitad de la década de los 70, y este enorme faro no llegó a iluminar a la península hasta que los alrededores de Sueca y la entrada de Valencia desde la A3 se llenaron del germen de todo un movimiento épico.

Tras este, las grandes capitales comenzaron a recoger el testigo y llenarse de clubs míticos como la Zeleste en Barcelona (actual Razzmatazz), la Sala Oasis en Zaragoza, Riviera en Madrid o Industrial Copera en Granada.

Mixtapes ibéricos

Por último, la creatividad musical consiguió escapar de los platos y cabinas y gracias a la onda expansiva que producían los scratching levantinos, muchos fueron los fervientes seguidores que recopilaban y extendían inéditos y ocultos tesoros de la discografía bakala y techno. Incluso jugaban a subir al altar de Barraca o Spook desde sus propios cuartos y realizar grabaciones caseras que sirvieran para amenizar el viaje por la A3.

Los casetes ya no viajaban casi de extraperlo en maletas londinenses o se compartían gracias al vecino británico de Gandía. Ahora era tu compañero de clase bakala quien muy gustosamente te pasaba su última adquisición.

Empresario del sector inmobiliario, aficionado a la inversión en criptomonedas y fiel seguidor del VRAC. Disfruto y aprendo con cada experiencia y así me gusta que se refleje en el blog de Fernando Vega Hernández.

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