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XIX MATERIALES PARA REVISAR Y APRENDER CON PAIDEIA DE JAEGER, POR JOAQUÍN MEABE

Joaquín E. Meabe
Seminario sobre Paideiade Werner Jaeger
Corrientes - Argentina - 2017
Materiales de estudio
para revisar y aprender con Paideia
de Werner W. Jaeger 19



de Debra Nails a Werner Jaeger
De la perplejidad a la paradoja anatréptika.1


Debra Nails, en ese entonces profesora en el Mary Washington College, presentó en el Congreso de Filosofía de Boston de 19982una aguda crítica de la imagen platónica ofrecida por Werner Jaeger en Paideia, que tanto por la inteligencia del planteo como por la notoria relación que tiene la actividad educativa en la obra del filósofo de la Academia, ofrece particular interés de cara a las investigaciones relacionadas con la dialéctica y con los desempeños argumentativos de tipo filosófico y pragmático. Pero antesde considerar las críticas de Debra Nails3vamos a reexaminar primero someramente la Paideiade Jaeger4para acceder al dispositivo intelectual que informa su composición y que le imprime a la misma ese carácter de conjunto en el que se integran sus distintos elementos teóricos.

La obra, Jaeger se edifica en torno al desarrollo histórico de la educación y en esa línea ofrece un detallado examen sus sucesivas reelaboraciones desde sus inicios en la era de Homero y hasta el fin de la época clásica. Esa educación que la obra tematiza no está, desde luego, referida a los procesos de adiestramiento ni a los dispositivos disciplinarios que ordenan la vida de los individuos desde su temprana edad.

Por el contrario la educación entendida como modalidad específica de la Paideia griega se considera en la obra como una actividad orientada a formar intelectualmente a los individuos con la finalidad de hacerlos aptos para desarrollar y conservar el acervo heredado y los valores inherentes a esa misma formación.

La paideia griega resulta entonces una educación para la cultura y esta última solo se entiende como el conjunto de altos ideales que regulan el desarrollo y la conservación de los elementos morales e intelectuales más relevantes de la propia comunidad, aquello que lo torna idiosincrático y que se conserva a lo largo del tiempo sirviendo como ejemplo para las nuevas generaciones.

Dicha paideia comprende toda la herencia del conglomerado social y, sobre todo, el componente de ideas y normas que lo informan. Su preservación aparece, asimismo, como parte de su acervo y semejante tarea marca la pauta que le da un sentido superior y una dirección bella, virtuosa y estricta a la propia vida.

Todo esto de alguna manera está enraizado en la condición humana; pero Jaeger destaca el singular fenómeno histórico de la paideia griega que marca un punto de inflexión en la cultura de los griegos de la antigüedad clásica, lo que implica un genuino acto fundacional de esta actividad consciente y deliberada que luego va a marcar el ritmo a todo la ulterior Civilización de Occidente hasta nuestros días.

Y para afirmar este elevado sentido de la idea de cultura, del todo diferente a estándares actuariales, antropológicos o clasificatorios, encabeza su obra con una cita de Menandro en la que se afirma enfáticamente que la educación es el mejor refugio de los mortales.5 Por cierto, este singular acervo no se restringe a lo intelectual.

Todo un conjunto de actividades y tratos interactivos, tanto morales como físicos e, incluso, estético se colacionan en su seno bajo la forma de valores y prácticas integradas de la vida comunitaria. Por eso, agrega Jaeger, para contextualizar el tema, una cita de Frínico: Filólogo es el amante de los el que se ocupa activamente de todo tipo de educación.6 Y en ese lógosse incluye para nuestro autor la unidad originariade aquel acervo en el cual la música y la gimnasia comparten con la literatura y la filosofía - que todavía no distingue ciencia, técnica y especulación metafísica- una función protéptica orientada a elevar la condición humana y a sostener y custodiar todo lo que resulta de esa misma dirección superior.

Considerado de este modo la obra de Jaeger resulta evidentemente de provecho y, también, de gran utilidad para abordar el estudio del mundo clásico. Por el contrario, toda otra lectura que se desentienda o que rechace la plataforma que sirve de soporte y de justificación a la obra deberá afrontar la penosa tarea de desmantelamiento de los valores que el autor utiliza en la selección y en el análisis de los registros históricos y literarios. Por cierto, esas otras modalidades son, desde ya factibles y, seguramente, válidas como ejercicio interpretativo, cuya legitimación podemos admitir más allá de todos los prejuicios que proceden de las opciones que llevan al crítico a colocarse en una especie de verada opuesta a la del autor.7Ahora bien, difícilmente se llegue a aprovechar sus más inteligentes lecciones si se somete el estudio del texto al mero inventario heurístico orientado al puro desglose de información erudita o a la exclusiva crítica en la que se homologan presupuestos antagónicos para el examen de la plataforma histórica. Por su parte el artículo de Debra Nails, por su parte, no aborda el tratado de Jaeger en su conjunto sino que se limita a levantar un cargo puntual en contra del autor: que Platón no ha sido el filósofo de la paideia que el gran erudito alemán popularizara en su monumental obra acerca de la educación y de los ideales de la cultura griega en la época clásica. Dice Nails en ese sentido que:

Jaeger declara en su masiva Paideia que tanto la civilización, la cultura y la tradición como la literatura y la educación son meros aspectos de lo que los griegos designaban con la palabra Paideia, y que esos cinco significados no alcanzan para definir la materia que refiere el concepto griego a menos que utilicemos juntos todos aquellos términos. Por mi parte, defenderé, a pesar de Jaeger, que la única contribución de Platón no era una perfección de humanismo sofístico, ni una reencarnación del espíritu religioso de educación griega más temprana, de Homero a los trágicos, sino que, en su contexto filosófico, sostuvo un rechazo absoluto de la autoridad de esas instituciones que los griegos identificaron con la paideia. Sin acudir al escepticismo y sin fatigar la lógica, Platón puso de manifiesto en cada premisa y en cada conclusión de su sistema la tendencia a la discusión y refutación de todos los argumentos sin subterfugios y dogmatismos. 8

Y como para que no queden duda acerca de sus puntos vista Debra Nails agrega que:

para Platón, la educación era más fundamental que la tradición y la literatura; y tanto la civilización como la cultura dependerían de la educación; serían adquiridos, se apreciarían, y se criticarían. Por cierto, la educación y filosofía estaban entonces íntimamente unidas y tanto la práctica de su tiempo como la del nuestro, la muestra como una transacción escolar más que como un sistema en construcción. De hecho, si fuera el autor del sistema con arreglo al cual aprendemos filosofía como un juego coherente de axiomas interrelacionados y mutuas implicaciones, entonces Platón habría sido un filósofo profundamente incomprensible. Ahora bien, para las urdiembres de Platón semejante variedad de declaraciones, diferentes e incompatibles, sobre tantos temas luego de más de dos mil años de estudio solo han producido algo así como un estándar de su sistema muy parecido al que, por ejemplo, se encuentra entre aristotélicos o marxistas. Y justamente por todo eso me volveré a los diálogos y a los métodos allí contenidos; y defenderé, en ese sentido, un modelo para la conducta actual de la filosofía que es normalmente sospechoso, describiendo lo que, en mi opinión, subyace a esa misión educativa de la filosófica platónica y a los aspectos principales del método dialéctico, con arreglo a una descripción de los desideratums que informan la práctica filosófica de esa misma paideia.9

La autora desarrolla estos presupuestos en relación con el substrato filosófico de Platón, con la dialéctica socrática oral y con lo que ella denomina la profunda antipaideia del filósofo.

Semejante perspectiva, a su entender, consiste en un decidido rechazo de todo aquello que proviene de la autoridad o de la tradición y sobre todo en una tendencia, que denomina doble apertura (double openendedness),10que en palabras de Nails le habría permitido a Platón evitar la voz del autor autoritario impidiendo a cualquiera que se adhiriera servilmente a aquello que podría haberse tomado como la doctrina dominante. Y, como remate sostiene la autora que

si algo queda de las indicaciones de Platón sobre la investigación filosófica no es otra cosa que un dispositivo de pautas para la actividad de los filósofos sujetas a las siguientes seis reglas, que se derivan en un todo del corpus platónico y que decididamente lo apartan de la conducta de retóricos y sofistas: Primero: Observe el principio de la caridad. No cuestionar injustamente, le hace decir a Sócrates en el Teeteto, y agrega que es irrazonable exigir a otro que se preocupe de la virtud moral y luego ser injusto en la discusión donde se esperó señalar un fracaso y mostrar la diferencia o la ventaja en un debate y en una conversación dialéctica. En el debate uno se permite jugar con el antagonista y tirarlo encima de otro de cualquier manera; pero en la dialéctica uno debe ser serio y debe ayudar a los interlocutores a usar sus pies señalándole los pasos en falso que da o mostrándole el resultado esperado. En una conversación realmente dialéctica, derrotar al antagonista no es sino derrotarse a sí mismo, y para el propio dialectico eso no puede, entonces, suceder. Segundo: Evite los falsarios. Antes de enredarse en aporías, Sócrates se agita y se fortalece en torno a la posición de sus interlocutores. Tercero: Exponga su flanco, o someta a una prueba de fuego lo que es más débil en su propia posición, con la esperanza de que los otros lo mejoren. Incluso cuando todos están deseosos reconocerle a Sócrates el valor de sus conclusiones, es él quien a menudo llama atención por las debilidades de sus propios argumentos que otros han pasado por alto. Una simple victoria no es en absoluto una victoria. Cuarto: Sea sincero. Aunque Sócrates a veces es culpable en los diálogos de romper esta regla, él insiste en numerosas ocasiones que uno debe probar a través del dialéctica las creencias que realmente interesan y no las hipótesis que no llevan a ningún lado. Y en esto encaja bien la noción de que las conversaciones dialécticas más exitosas son aquéllas estrictamente personales. Quinto: Observe la argumentación del interlocutor. Derivando de la conducta oral de filosofía, esta regla también se aplica a la palabra escrita: uno debe hacer un esfuerzo para asegurar, al interlocutor de una conversación dialéctica, que está siguiendo fielmente cada paso y cada matiz de su argumento. Sexto: Sostenga la impronta del desafío. Ni el corpus platónico, ni algo en ese conjunto, prejuzgan. La única base apropiada por formular conclusiones en una conversación dialéctica es la persuasión por el argumento, la evidencia y las razones legítimas. Y esto, de nuevo, muestra el antagonismo entre la paideia esencialmente conservadora de Jaeger, y la dialéctica esencialmente dinámica de Platón.11

A diferencia de la imagen conservadora que, en opinión de la autora, ofrecería Jaeger, ella diseña una figura de Platón del todo opuesta a la clásica imagen del filósofo de la paideia, que se asemeja bastante a la de un filósofo crítico de la era postmoderna. En general el nuevo posicionamiento respecto de Platón que propone Debra Nails impresiona como una impetuosa ráfaga de aire fresco que ayuda a sacudir esa massive Paideia. Pero cuando descendemos a los detalles apenas encontramos una leve brisa que no alcanza a sacudir la opinión de Jaeger. Frente a la afirmación muy firme de Debra Nails de que defenderé, a pesar de Jaeger, que la única contribución de Platón no era una perfección de humanismo sofístico, ni una reencarnación del espíritu religioso de educación griega más temprana, de Homero a los trágicos, sino que, en su contexto filosófico, sostuvo un rechazo absoluto (utter rejection) de la autoridad de esas instituciones que los griegos identificaron con la paideia, encontramos en Jaeger una suerte de anticipo que, al parecer, la crítica de la antipaideia ha pasado por alto.

En ese texto notable que, sin duda sirve muy bien para confrontar la opinión defendida por Debra Nails dice Jaeger que podríamos decir, parafraseando la afirmación de Kant, que la intuición mítica sin el elemento formador del logos es todavía ¨ciega¨, y la conceptuación lógica sin el núcleo viviente de la originaria ¨intuición mítica¨ resulta ¨vacía¨. 12

Desde este punto de vista- agrega Jaeger - debemos considerar la historia de la filosofía griega como el proceso se progresiva racionalización de la concepción religiosa del mundo implícita en los mitos. Si lo imaginamos como una serie de círculos concéntricos que van desde la exterioridad de la periferia hasta la interioridad del centro, veremos que el proceso mediante el cual el pensamiento racional toma posesión del mundo, se desarrolla en forma de una penetración progresiva que va desde las esferas exteriores a las más profundas e íntimas hasta alcanzar con Platón y Sócrates, el punto central, es decir, el alma. A partir de ese punto se desarrolló un movimiento inverso hasta el final de la filosofía antigua, en el neoplatonismo. El mito platónico del alma ha tenido precisamente la fuerza de resistir el proceso de racionalización integral del ser y aun de penetrar de nuevo y dominar progresivamente, desde el centro, el cosmos racionalizado. Allí se inserta la posibilidad de su aceptación por la religión cristiana que halla en ello, por decirlo, un lecho preparado.13

Queda, de todos modos un remanente de desacuerdo e incertidumbre en torno al eventual apartamiento de Platón de la tradición que le precede y en ese terreno la diferencia entre Jaeger y Debra Nails es más una variación en el modo antes que una oposición radical como imagina la autora. Tanto la penetración progresiva de Jaeger como el rechazo absoluto (utter rejection) de Debra Nails son modos que ponen de manifiesto una diferencia en el influjo asumido por Platón. Y también aquí tenemos a volver a Jaeger para establecer el marco en el debemos juzgar lo que denominamos variación en el modo y que remite a ladiferencia entre los dos niveles colocados en contrapunto en República(el estadoy el almade individuo), y la consecuente oposición que de ello se sigue entre el estado histórico y el estado ideal, que para Jaeger abre la puerta a la cuestión que denomina la reforma de la antigua paideia14y que descubre, a su vez, un doble problema: el de la formación del cuerpo y el de la educación del alma.

Colocados en este marco de detalle el rechazo absoluto (utter rejection) de Debra Nails en Platón no va más que en dirección a la reforma de la antigua paideia.

En esa precisa dirección se desarrolla, en Platón, el problema de la formación del alma, que es lo que Jaeger describe bajo el título de crítica de la cultura “música” 15, y que debe entenderse en el más amplio sentido de la palabra griega 16que comprende, además de lo que involucra a sonidos, tonos y ritmos, la palabra hablada e, incluso, el logosen su más amplia extensión significativa.

En ese contextoreforma de la antigua paideiase presenta en Platón como una crítica de la poesía, que Jaeger describe como una especie de severo acotamiento, en orden a la función moral desorientadora que los registros particulares de Homero y Hesíodo muestran acerca de los dioses arbitrarios, celosos y vengadores que la tradición pedagógica de los griegos habían tomado como modelo. Y aquí sí encontramos en Platón un rechazo absoluto (utter rejection) de la antigua paideia. De esta manera nuestra variación de modo se ha aclarado y también se ha puesto en evidencia el inquietante equívoco generalizante de la antipaideia.

De nuevo el propio Jaeger aclara con detalle las incertidumbres originadas en el planteo de Debra Nails. Dice Jaeger: Platón coloca simbólicamente la imagen de lo ¨humano¨ o de lo ¨semejante a lo humano¨, como el auténtico contenido y el auténtico sentido del verdadero estado, en el vestíbulo de la paideiade los ¨regentes¨. La cultura humana es imposible sin una imagen ideal del hombre. La ¨propia formación¨ a la que se reduce en realidad, por el momento la paideiafilosófica adquiere su sentido social más alto al referirla al estado ideal, cuyo camino prepara. Platón no concibe esta relación a ¨modo de un como sí¨, de una mera ficción, sino que también en este punto dice expresamente que el estado ideal es un estado posible, aunque de difícil realización. De este modo, salvaguarda el concepto de ¨porvenir¨ , para el que se forma el filósofo, contra el peligro de que se deslice hacia lo imaginario y da a la ¨ vida teórica ¨, con la posibilidad de tomar en todo momento cuerpo en la práctica, una tensión maravillosa de que carece la ciencia fundamentalmente ¨pura¨. Esta posición intermedia que ocupa entre la investigación pura desligada de todo fin práctico-ético y la cultura meramente práctica, política, de los sofistas, hace que el humanismo platónico sea en realidad superior a ambas.17

Examinado con serenidad más bien parece que Debra Nails, al defender un modelo para la conducta actual de la filosofía que es normalmente sospechoso, describiendo lo que, en mi opinión, subyace a esa misión educativa de la filosófica platónica y a los aspectos principales del método dialéctico, con arreglo a una descripción de los desiderátums que informan la práctica filosófica de esa misma paideia, ha equivocado de contendiente porque no es justamente Jaeger y tampoco su massive Paideiael destinatario de su vigorosa y valiente posición.

Debra Nails se refiere a la paideia esencialmente conservadora de Jaeger (Jaeger's essentially conservative paideia) lo que, antes que a la massivePaideiainvolucra, al menos en el pliego de cargos de la autora, a esa bien conocida tendencia decididamente reaccionaria que adjudica a Platón una supuesta responsabilidad en el desarrollo del totalitarismo moderno sostenida en el tan denso como desafortunado panfleto difamatorio de Karl Popper de 1945 titulado The open society and his enemies.18

Las seis reglas, que se derivan en un todo del corpus platónico (six rules, derived from the Platonic corpus) que han sido expuestas de manera brillante por Debra Nails son más apropiadas para usar en el examen de la obra de Karl R. Popper o, quizá también, en esa otra insatisfactoria reformulación de todo el asunto en términos oposición entre cultura oral y cultura escrita, que presenta Eric A. Havelock en Preface to Plato.19

También hay muchos otros destinatarios a quienes les, cabe más que a Jaeger, los cargos anticonservadores de Debra Nails.

Casi toda la erudición platónica de la segunda mitad del siglo XX ha elegido un camino de sobrecarga erudita, esoterismo ideológico y desdén hacia la filosofía de la paideia que se aparta por completo de las seis reglas de Debra Nails. En la perspectiva de esos paradigmas la filosofía de la paideia parece, más bien, el retoño tardío de una etapa rezagada en la inteligencia de la obra de Platón, que no presenta demasiada relevancia y que apenas si podría servir, a lo sumo, de orientación panorámica y complementaria del nuevo contexto de los estudios platónicos. Pero tan estrecha caracterización no solo resultaría decididamente inapropiada frente a la envergadura de la vigorosa empresa teórica representada por Paideiasino que ese mismo proceder, en todo caso, deviene, para utilizar las palabras del propio Reale, per cosi dire ¨metastorica¨, ossia in funzione di quei canoni che oggi riteniamo validi in senso assoluto. 20

De por sí el abordaje a la obra de Jaeger, a decir verdad, implica un contexto de debate y un juicio de valor en beneficio de la orientación que considera a la obra de Platón en su conjunto como una filosofía escrita, programática, básicamente transmisible y siempre reproducible en términos universales.

Desde ya, todo eso se conecta, en la perspectiva de Jaeger, con una filosofía de la paideia en el más amplio sentido del término. Y de esto se sigue una práctica destinada al control provechoso de la vida humana, aunque restringida en orden al ideal educativo preocupado por la formación del ciudadano superior apto y del hombre sabio que, en esta línea de interpretación, rescata pero no privilegia de modo estricto la filosofía política, tal como lo entiende por ejemplo Ernst Cassirer, que, al decir de Gómez Robledo en su Platón, expiró como quien dice (si tomamos ElmitodelEstado) combatiendo contra Jaeger en puntos cardinales de la personalidad y la obra de Platón.21

Así y todo siempre será necesaria una justificación de la opción teórica y de las consecuencias, que semejante opción genera, cuando el marco del debate se modifica en la forma que hoy se presenta el contencioso que involucra al conjunto de la obra del filósofo de la Academia.

En el cuadro de las actuales expectativas con las que se abre la nueva era global del tercer milenio la filosofía de la paideia ya no tiene el lugar relevante que imaginaba Jaeger como lo más destacado de su contribución para una reafirmación de los valores tributarios de la cultura humanística que los intelectuales y eruditos levantaron como bandera en la lucha contra la barbarie racista y totalitaria que, en la primera mitad del siglo XX, arrastró sin piedad a la sociedad europea a un infierno de degradación, terror y destrucción en una escala inimaginable para la ideología optimista del racionalismo moderno.22

La contraparte en la que se reversa el horizonte de la nueva sociedad global ya no alimenta los sueños bajo la forma de la utopía y el compromiso con el futuro que, en general, se asume como una mera magnitud extensiva23del inabarcable presente, de lo que pareciera seguirse una interminable acumulación de tractos indiferenciados que se limitan a colacionar la desilusión y la reserva adaptativa bajo modalidades adscritivas, localistas y comunales que acompañan, conforme a ideologías de sesgo comunitarista, paripasual nuevo orden global que materializa las expectativas en un espacio de pura virtualidad y, por qué no decirlo, en un territorio telemático e hipertextual.

En semejante horizonte el hombre de la sociedad global en la que ya hemos ingresado - o, al menos, donde se encuentra instalado el hombre del Occidente central, mercantil, industrial y disciplinado en el estado de derecho - tendría que haber conquistado su propia universalidad racional, consumando así la herencia de los siglos ilustrados que anunciaron el entierro la servidumbre y el fin de las privaciones materiales.

Sin embargo, los indicios y los registros del nuevo orden no resultan demasiado alentadores y sería aburrido enumerar los detalles de la brecha que separa las expectativas de los resultados, porque lo que aquí nos interesa no va más allá de las consideraciones en torno al hombre que aún podría ser materia de la filosofía de la paideia en el sentido imaginado por la utopía educativa de Platón.

Ese hombre o, mejor dichos, esos hombres, que hoy parecen parte de un fenomenal engranaje adaptativo que los virtualiza y los somete dentro de un sistema uniforme de ordenación y distribución de las necesidades y de sus consecuentes alternativas de satisfacción, no siempre cumplidas aunque posibles en el programa de las ideologías establecidas, marchan o vienen levantando curiosas vallas adscritivas que, a veces, adquieren la forma y el contenido de la violencia absoluta e intransitiva propia de la secta, en cuyos lindes no existe, o no se visualiza, posibilidad alguna de tolerancia o de trato interactivo pacífico y convivencial.

Globalistas y comunitaristas imaginan o creen que en su actual antagonismo se resume todo el potencial humano; pero, como lo demuestra por la vía del absurdo aquella famosa fábula de los TresFilósofosde Ambroce Bierce24, entre la inteligencia sometida a la conveniencia adaptativa - que sería el caso de los globalistas - y la voluntad estrecha, caprichosa o desesperada de los comunitaristas y de todos aquellos que no imaginan otra oposición distinta de la que tiene lugar en la permanente lucha contra la corriente dominante, siempre emerge un espacio intermedio de serenidad y sabiduría que ante todo se interroga por la naturaleza del actual antagonista.

Y como bien dice Ambroce Bierce, the thing is to know the nature of your antagonist.25Así, en la actual puja, resulta fácil descubrir la enorme brecha que se abre entre ambos y el fenomenal descenso humano que recíprocamente se ofrece de una y otra parte bajo modalidades diversas aunque isomorfas: segregación y rencor adscriptivo en el que ha quedado fuera del orden global, de un lado, y servidumbre funcional en el otro lado del conjunto uniformado que marcha al ritmo hipercontrolado de la jaula telemática que sirve de medio y pauta para medir la satisfacción de todas las necesidades.

Por cierto, en una matriz como esta casi podríamos decir que solo hay bestias y dioses, pero que no hay hombres (o pareciera no haber), de lo que se sigue que, al igual que con el que se asemeja al caradrio del que se habla en el Gorgias26cabe la enorme tarea de llevar adelante una acción. Esto solo resultaría posible a partir de una filosofía de la paideia, que ofrezca, a cada uno de aquellos individuos que conservan los signos visibles del género en el conjunto, la singular posibilidad de ser un hombre superior a su propia animalidad y a su pura función evacuativa, o de caradrio, sin el fatal riesgo de reproducir esa otra bestialidad de déspota que impone de manera implacable su voluntad y su supremacía al modo de los dioses de la épica homérica que, al igual que las bestias subhumanas equivalentes de los caradrios, están permanentemente radiadas de la república ideal que el filósofo de la Academia propone como paradigma de su singular utopía educativa.

La filosofía de la paideia aparece entonces como el mejor vehículo para descubrir en todo momento la naturaleza del antagonista de Bierce y en este horizonte lo que se agrega para ampliar el contexto de Jaeger no revoca el tratamiento de conjunto que este propone como clave de la inteligencia de la obra del filósofo de la Academia.

Quizá en algunos detalles la discusión erudita imponga una reasignación de los elementos que el autor despliega en su obra, pero eso es por completo diferente al abandono de la filosofía de la paideia.

Sin duda hace falta una crítica de detalle en muchos puntos de la agenda de Jaeger pero, en ese contexto, lo más denso y problemático como toda la cuestión relativa al derecho y a la justicia del más fuerte no va precisamente en dirección a la antipáideiade Debra Nails o, al menos, no va en dirección a esamassive Paideiade Jaeger porque sus seis interesantes reglas ponen más bien en entredicho el platonismo hiper-erudito que desvincula la obra del fundador de la Academia de la filosofía de la paideia y lo asocia a una inasible metafísica de los principios insinuados en una esotéricas doctrinas no escritas.

Ahora bien, si nos atenemos a desarrollo argumental de Jaeger, lo que no puede dejar de admitirse es la coherencia de la censura platónica y su pertinencia en relación a los fundamentos filosóficos de su programa educativo orientado, en esa misma línea, a formar normativamente al individuo en la verdad.

Si Homero permitía que se lo invoque y servía de autoridad, por lo que decía en un verso cualquiera que se citaba como pauta o indicativo de lo había o no que hacer, poca duda cabe de que daba lugar a una transformación de la palabra del poeta en una especie de directiva o norma que, por la misma variabilidad de contenidos a los que llevaba, no podría sino resultar un elemento o material impropio para educar al joven en normas objetivas y superiores destinadas a saber dilucidar lo que es verdadero o correcto en cada caso y lo que en esa misma situación se muestra como su apariencia.

Por eso dice Jaeger que el aspecto de la poesía cambia, desde el punto de vista de Platón, según se analice su valor como norma de conducta o como conocimiento de la verdad. 27En el primer caso la censura es relativa y en el segundo es absoluta. Así y todo, conviene agregar, tal como sostiene nuestro autor, que el interés de Platónno recae precisamente sobre el problema de como pueda organizarse una oficina de censura con el mayor éxito práctico posible,puesto que en el estado platónico, la reforma del arte poético por la filosofía tiene un alcance puramente espiritual y solo es política en la medida en que toda finalidad espiritual entraña en último resultado una fuerza de formación política.28

Aceptable o no, este punto vista refleja, mejor que las críticas apresuradas de los modernos panfletistas antiplatónicos y antipolíticos29, el genuino pensamiento de Platón.

Por cierto, más allá del antagonismo que se insinúa en este novedoso punto de vista de Nails, es evidente que su reexamen de las pautas que informan la actividad dialéctica de Platón y, en especial, sus seis reglas deducidas a partir de la inspección de los diálogos conducirán a una nueva, provechosa y, por cierto, desprejuiciada lectura de la principal obra filosófica de nuestra cultura occidental. Y, desde ya, poco importa la diferencia de perspectiva porque frente a una obra de la envergadura de Paideiasiempre se impone el uso provechoso sea cual fuere la diferencia de puntos de vista.30













Bibliografía básica


Jaeger, W. 1985: Paideia. Los ideales de la Cultura Griega.
Trad. cast. de J. Xirau y Wenceslao Roces.
México ed. FCE, 1985 (1933¹).
Meabe,J.E.1999a:Introducción al estudio de Paideia de
Werner Jaeger.
Corrientes, ITGD, 1999.
1999b: Paideia filosófica y educación jurídica.
Corrientes, CCT,
Eudene, V. I, pp.141-44, 1999.
Nails, D. 2000: Plato's Antipaideia: Perplexity for the Guided.
Trad. cast. de J.E. Meabe: La antipaideia de
Platón: perplejidad para el discípulo.
Corrientes, ITGD, 2000
(Documento de circulación interna del ITGD).

(Texto revisado el 2 de julio de 2017)
1 Organizado inicialmente para servir de apoyo en las clases destinadas a los participantes del Seminario de Filosofía Práctica Clásica del Instituto de Teoría General del Derecho (ITGD) que ha funcionado en la órbita de la Facultad de Derecho de la UNNE de Corrientes, los textos que aquí se vuelven a discutir en estos drafts originariamente se elaboraron entre los años 1986 y 1998 y se leyeron en cuatro sesiones consecutivas durante las dos últimas semanas de abril y las dos primeras de mayo de 1998 y se ha utilizado como material complementario para el estudio de Paideia que se ha llevado a cabo en dicho Seminario en el primer


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