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DESCARTES Y LA CAUSALIDAD

( Será preciso releer la Duda metódica para percatarnos de que estaba imbrincado el problema de la causalidad. Quizás hallemos un hilo conductor que lleve a Hume, pasando por Malebranche , pero la navegacion puede conducirnos hasta la antinomia kantiana entre realidad fenoménica y noúmeno).

"Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro estaba sujeto a error, rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como demostraciones. Y, finalmente, considerado que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces habían alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños." ( Discurso del método, IV. Descartes)

Apenas se ha reparado en el estudio de la duda metódica cartesiana el papel implícito pero innegable de la causalidad en las razones expuestas por este pensador para cuestionar el valor de las ideas y creencias formadas por el pensamiento a partir del análisis de las fuentes de su procedencia.

Ya al aplicar la segunda regla metódica para afrontar el examen crítico sobre los conocimientos se vislumbra la importancia de la idea de causalidad, pues al buscar mayor claridad para este examen se impuso clasificar las creencias en función de las fuentes que podían considerarse su orígen. Y por ello dividió en tres clases las concepciones de la mente: aquellas que parecen tener sus fuentes en los sentidos, como las ideas adventicias que formamos sobre las cosas; las que parecen proceder de las demostraciones de la razón, como las verdades matemáticas; y, finalmente, aquellas creencias que parecen requerir del concurso de la razón y del testimonio de la experiencia para concluir en juicios con pretensión de objetividad sobre la existencia o no existencia de los objetos de nuestras concepciones.Pero el problema de la causalidad será un presupuesto en toda la trama argumentativa desarrollada en el ensayo de 1637 y que, como demostraré, terminará remitiendo a la Omnipotencia divina.

En primer lugar si atendemos al texto citado del "Discurso", donde se exponen los pasos de la duda metódica, podemos constatar que el motivo para dudar de los sentidos aboca a la falta de fiabilidad de su testimonio, y nos dice Descartes que le decidió a pensar que las cosas "no fuesen tal y como nos las hacen imaginar". Habitualmente los profesores ponemos ejemplos a los alumnos para explicarles esto de un modo comprensible para ellos, como por ejemplo, las ilusiones ópticas. Pero Descartes probablemente estaba pensando en la distinción que Locke supo hacer al formular la diferencia entre las "cualidades primarias" y las "secundarias" y de las que Berkeley concluyó su reducción subjetiva, pues la formación de las primarias (como la figura) requería de las denominadas por Locke como secundarias ( el color, por ejemplo). Y esto es así porque ya Galileo había explicado la diferencia e importancia de las cualidades físicas que realmente se encuentran en las cosas y nuestra mente es capaz de captar objetivamente. Estas cualidades , las primarias, mensurables, serían las relevantes para la investigación científica del mundo natural.


Cuando en su ensayo divulgativo Descartes quiere exponer el motivo más radical y universal de duda, no concluirá en la ficción teórica de un Deus Deceptor ni de un genio maligno. Era arriesgado difundir ideas al pueblo que podían ser inductoras de condenaciones teológicas o inquisitoriales. Pero recurre a un fenómeno psíquico, al sueño, para decirnos: " Y, finalmente, considerado que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal Estado Sea Verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces habían alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños."

La pregunta es la siguiente: ¿ por qué razón recurre Descartes al sueño como un motivo para confundir al hombre sobre todas las creencias que tiene sobre las cosas con las que se encuentre en su vigilia? Obviamente, quiere llevarnos al extremo de la duda, a dudar de la realidad , como es bien sabido. Pero lo hace recurriendo sin decírnoslo al principio de causalidad.

En efecto, pues, la duda no alcanza su grado máximo haciéndonos temer que las cosas no sean como se nos manifiestan. En tal caso, podríamos diferenciar entre la "realitas phaenomenon" y la "realitas noumenon". Es decir, podríamos suponer que la realidad revelada por nuestros sentidos podría no sólo ser de cariz distinto del substrato o la esencia del mundo real, sino de algún modo todavía inteligible para la inteligencia humana. Pero la duda planteada por la hipótesis del sueño nos lleva a una hipótesis de otro nivel: que todo aquello cuya realidad atribuimos a una causa extramental no fuese más que un producto que tuviese su causa en la mente humana. Y por ello emplea el verbo "fingir", es decir, una acción que tiene en la mente su sola causa para hacernos sospechar que todas las representaciones del pensamiento no sean más que "ilusiones" o producciones de la mente de un sujeto. En cierta forma era como afirmar la naturaleza ignota de toda representación, el misterio de las causas de donde se originan las ideas.

Tendremos que ver cómo resuelve esta duda una vez que Descartes ha demostrado la existencia de Dios y pone en Él la garantía del conocimiento científico. Nos encontraremos de nuevo con la idea de causalidad. Supongo que esto debió de hacer pensar a lectores de su época. Y pienso en Hume, por ejemplo.


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