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XII MATERIALES PARA REVISAR Y APRENDER CON PAIDEIA DE JAEGER, DE JOAQUÍN E. MEABE

Joaquín E. Meabe
Seminario sobre Paideiade Werner Jaeger
Corrientes - Argentina - 2017

Materiales de estudio
para revisar y aprender con Paideia
de Werner W. Jaeger 12

La Platón y su obra I. Platón como educador. Werner Jaeger y la actual
controversia platónica (siglos XX y XXI). Los diálogos tempranos. 1

Cuando se ingresa a la sección específicamente dedicada a Platón en Paideia, que en rigor constituye la dimensión hard core de la obra de Jaeger, el lector de este enredado fin de siglo2, que abre la puerta de un nuevo milenio en el que se anuncia una fenomenal revolución en las comunicaciones y en los registros del pensamiento, no puede sino observar con perplejidad el discurso del autor.

De una parte el asombro se torna admiración por el minucioso tratamiento de la obra platónica en orden al desarrollo de su programa educativo y a su ideal de la paideia filosófica.

Pero, al mismo tiempo, la sorpresa decae con la misma inusual rapidez con la que emerge una curiosa sensación de anacronismo de cara a los estudios platónicos de los últimos setenta y cuatro años contados a partir de Zahl und Gestalt bei Platon und Aristotelesde Julius Stenzel3y del Platons Selbstbiographiede Heinrich Gompez4que se complementa luego con su famosa intervención en el Congreso de filosofía de Oxford de 1930.5

En ese horizonte se proyecta, en gran medida, la actual discusión en torno a las tesis de lo que, a partir de Hans-George Gadamer6, se ha dado en llamar die Tübinger Schuele Schadewalts 7y la igualmente novedosa caracterización de los tres paradigmas de la interpretación platónica de Giovani Reale8, edificado en la línea de la filosofía de la ciencia de Thomas S. Kuhn9, que ha dado lugar a un discutible desplazamiento hacia la pura especulación.

Esta tendencia, muy preocupada por ajustarse a una estricta ortodoxia platónica, ha desdibujado por completo la relación del fundador de la Academia con la filosofía de la paideia y con su legado educativo en beneficio de una suerte de espectral y esotérica doctrina, que se habría enseñado oralmente y que estaría destinada iniciados que deberían leer entre líneas las grandes obras del filósofo.

En esa nueva reformulación la figura del filósofo educador, preocupado por la preparación solvente del individuo que debe , necesariamente , afrontar en la vida ciudadana la responsabilidad en la consecución del bien, como un resultado de la propia aptitud intelectual de aprehensión de los elementos o factores intrínsecos o permanentes del mundo real, ha cedido el paso a otra imagen, decididamente antagónica y básicamente especulativa, que se interesa más que nada por preservar y restringir el acceso a los fundamentos de la sabiduría que resulta intransitiva a la escritura y, en modo alguno, susceptible de una adaptación política o institucional extensiva.

Frente a esta singular vuelta de tuerca de la erudición filológica, que disuelve al filósofo de la paideiaen el metafísico del Prinzipienlhere, se impone, de cara a la obra que nos ocupa, un examen contextual del estado de la cuestión platónica que explique y justifique, si no ya la ventaja del enfoque de Jaeger al menos la pertinencia que resulta de ella en orden a la protréptica de la vida superior y de la convivencia ciudadana responsable.

Como el debate no ha considerado siquiera la posibilidad de atender a esa faz de la filosofía de la paideia que, en aquel sentido examinado por Jaeger, siempre tiene una implicancia pragmática y material directa de claro contenido político y pedagógico, la agenda misma del contencioso en torno a la doctrina no escrita de Platón inhibe la alternativa que conduce a la temática de la obra que estamos estudiando.

Además, y en mérito a esa misma exclusión, se genera asimismo un peculiar efecto de atmósfera que tiñe de anacronismo todo lo que aparece asociado a las extensiones políticas y pedagógicas de la cuestión de la paideia; de lo que se sigue un fortalecimiento de los valores intelectuales o dianoéticos que tiende a transformar al filósofo de la Academia en el necesario precursor de Aristóteles dentro de un continuo que se alimenta de la problemática del arkhéde los presocráticos.10

En suma Platón deviene y se transforma en el punto culminante de la filosofía prearistotélica, resultando así, él mismo, el más acabado y el mejor exponente del pensador prearistotélico. En la principal línea de debate la disputa platónica actual, al menos entre 1959 y 1997, se ha desplazado, con notable intensidad en los debates, a un triple orden de cuestiones que entierran sin más trámite el aspecto político y pedagógico de la filosofía de la paideia o lo disuelven en el interior de la controversia epistemológica y biográfica. El Platón educador al igual que el Platón político casi no tiene lugar en este escenario de creciente abstracción.11

La primera cuestión, que es también la que ha dado origen al contencioso actual y que se remonta a los estudios de Boeckh12(1804-1828), Brandis (1815)13y Trendelenburg (1826)14 relativos a la llamada tradición indirecta, hace a la afirmación de Aristóteles de una doctrina oral de Platón y al ulterior tratamiento que lleva adelante el Estagirita en sus obras en relación al legado platónico.

La segunda cuestión es la que pone sobre el tapete Harold Cherniss en sus conferencias de Berkeley de 1942 publicada luego bajo el emblemático título de The Riddle of the Early Academy15en 1945, y en ella se interroga acerca de lo que realmente enseño Platón en la Academia.

Por último, la tercer cuestión, que tiene su foco en el Platons Grundlegund der Metaphysikde Hans Joachim Krämer16, comprende el más denso e irresuelto problema de los fundamentos y de la verdadera filosofía de Platón en orden a la controversia que deja abierta la Carta VII en 341c17respecto a la posibilidad de pronunciarse y dejar por escrito todo lo relativo a esos mismos fundamentos.

Desde ya, ni al más ingenuo de los lectores se le va a escapar el hecho de que tanto el diagrama como la temática de este contencioso, que hoy satura la agenda de los estudios platónicos18, no deja ni el más mínimo espacio para la filosofía de la paideia que Jaeger estudia en su obra. En verdad, dentro de este nuevo horizonte de controversia Platón queda segregado del conjunto de la sociedad y transformado en una figura enigmática y esotérica completamente despolitizado.

De esa manera, el educador deviene para el actual estado de cuestión un reservado instructor intelectual o, a lo sumo, un entrenador metacientífico (o metafísico) que anticipa al estagirita en la línea del Aristóteles científico, naturalista y cuasianalítico que trata inductivamente del ser con arreglo a los rudimentos del análisis lógico del lenguaje.

Ahora bien ¿qué sentido tiene la filosofía de la paideia en semejante contexto?

¿Puede conservarse o recuperarse su programa, o, al menos reproducirse la trama teórica que le es inherente? O, por el contrario ¿no conduce este sesgo interpretativo a una completa devaluación de la filosofía de la paideia tal como la postula Jaeger en su libro?

La respuesta a esos interrogantes no se debería hacer esperar ni un momento ya que, en esos términos, no hay más que una contestación negativa: en el horizonte de un Platón prearistotélico, que da lugar a los tres tipos de cuestiones resumidas más arriba, la filosofía de la paideia es irrelevante y hasta no pertinente.19

Del mismo modo tanto la filosofía de la reserva y la prevención de lo no registrado en los diálogos de manera explícita, de acuerdo a la tradición indirecta y a los esotéricos autotestimonios,20no serían sino la antípoda de la filosofía pedagógica de los diálogos orientada la pragmática efectiva del bien representada por el filósofo-rey que accede al conocimiento de la realidad por un imperativo de afirmación ciudadana que debe necesariamente reproducir tanto en el interior de su alma como en toda la posible extensión de su vida civil.

No vamos a profundizar aquí este debate que pone a la obra que estamos estudiando en un cómodo paréntesis epistemológico.

El lector interesado tiene a su alcance todo el material en los principales idiomas de la erudición y cuenta además con una excelente compilación de estudios de primer nivel en el volumen VI de la Revista Méthexis21que informa acerca del estado de la cuestión hasta 1993, y en particular la inteligente y detallada impugnación teórica de Luc Brisson22 y la optimista visión del propio Krämer23cuyo libro citado más arriba solo está disponible en versiones autorizadas en italiano24(1982, 1983³), ingles25(1990) y castellano (1996).26

Queda, en consecuencia, definido una especie de horizonte contextual mínimo para avanzar en el estudio de la obra de Jaeger desde la perspectiva histórica de 1998; y, sea cual fuere la posición que se asuma, el bosquejo de la actual situación de los estudios platónicos, pone sobre aviso al lector de manera suficiente. Sin embargo, la sensación de desplazamiento temático no se salva fácilmente, ni siquiera con el esquema de los tres paradigmas de la investigación platónica propuesto por Reale, conforme al cual en la cultura de Occidente se habrían sucedido cuatro matrices disciplinarias que luego reduce a tres modelos teórico-científicos de interpretaciones:27

a) el que procede del paradigma consagrado por los discípulos directos de Platón en la Academia Antigua28;

b) la milenaria interpretación neoplatónica sesgada hacia lo alegórico y dedicada a la multiplicación de escolios y noticias29;

c) la acotada concepción romántica tributaria de Schleiermarcher que privilegia el texto de las obras y la prosa literaria de los diálogos30; y

d) finalmente, la que ya en el siglo XX se desarrollada, en el campo exclusivo de la erudición filológica e histórica, a partir de la colación filosófica de las denominadas enseñanzas orales del fundador de la Academia.31

En la perspectiva de esos paradigmas la filosofía de la paideia parece, más bien, el retoño tardío de una etapa rezagada en la inteligencia de la obra de Platón, que no presenta demasiada relevancia y que apenas si podría servir, a lo sumo, de orientación panorámica y complementaria del nuevo contexto de los estudios platónicos.

Pero tan estrecha caracterización no solo resultaría decididamente inapropiada frente a la envergadura de la vigorosa empresa teórica representada por Paideiasino que ese mismo proceder, en todo caso, deviene, para utilizar las palabras del propio Reale, per cosi dire ¨metastorica¨, ossia in funzione di quei canoni che oggi riteniamo validi in senso assoluto. 32

De por sí el abordaje a la obra de Jaeger, a decir verdad, implica un contexto de debate y un juicio de valor en beneficio de la orientación que considera a la obra de Platón en su conjunto como una filosofía escrita, programática, básicamente transmisible y siempre reproducible en términos universales.

Desde ya, todo eso se conecta, en la perspectiva de Jaeger, con una filosofía de la paideia en el más amplio sentido del término.

Y de esto se sigue una práctica destinada al control provechoso de la vida humana, aunque restringida en orden al ideal educativo preocupado por la formación del ciudadano superior apto y del hombre sabio que, en esta línea de interpretación, rescata pero no privilegia de modo estricto la filosofía política, tal como lo entiende por ejemplo Ernst Cassirer, que, al decir de Gómez Robledo en su Platón, expiró como quien dice (si tomamos ElmitodelEstado) combatiendo contra Jaeger en puntos cardinales de la personalidad y la obra de Platón.33

Así y todo siempre será necesaria una justificación de la opción teórica y de las consecuencias, que semejante opción genera, cuando el marco del debate se modifica en la forma que hoy se presenta el contencioso que involucra al conjunto de la obra del filósofo de la Academia.

En el cuadro de las actuales expectativas con las que se abre la nueva era global del tercer milenio la filosofía de la paideia ya no tiene el lugar relevante que imaginaba Jaeger como lo más destacado de su contribución para una reafirmación de los valores tributarios de la cultura humanística que los intelectuales y eruditos levantaron como bandera en la lucha contra la barbarie racista y totalitaria que en la primera mitad del siglo XX arrastró a la sociedad europea a un infierno de degradación, terror y destrucción en una escala inimaginable para la ideología optimista del racionalismo moderno.34

La contraparte en la que se reversa el horizonte de la nueva sociedad global ya no alimenta los sueños bajo la forma de la utopía y el compromiso con el futuro que, en general, se asume como una mera magnitud extensiva35del inabarcable presente, de lo que pareciera seguirse una interminable acumulación de tractos indiferenciados que se limitan a colacionar la desilusión y la reserva adaptativa bajo modalidades adscriptivas, localistas y comunales que acompañan, conforme a ideologías de sesgo comunitarista, paripasual nuevo orden global que materializa las expectativas en un espacio de pura virtualidad y, por que no decirlo, en un territorio telemático e hipertextual.

En semejante horizonte el hombre de la sociedad global en la que ya hemos ingresado - o, al menos, donde se encuentra instalado el hombre del Occidente central, mercantil, industrial y disciplinado en el estado de derecho - tendría que haber conquistado su propia universalidad racional, consumando así la herencia de los siglos ilustrados que anunciaron el entierro la servidumbre y el fin de las privaciones materiales. Sin embargo, los indicios y los registros del nuevo orden no resultan demasiado alentadores y sería aburrido enumerar los detalles de la brecha que separa las expectativas de los resultados, porque lo que aquí nos interesa no va más allá de las consideraciones en torno al hombre que aún podría ser materia de la filosofía de la paideia en el sentido imaginado por la utopía educativa de Platón.

Ese hombre o, mejor dichos, esos hombres, que hoy parecen parte de un fenomenal engranaje adaptativo que los virtualiza y los somete dentro de un sistema uniforme de ordenación y distribución de las necesidades y de sus consecuentes alternativas de satisfacción, no siempre cumplidas aunque posibles en el programa de las ideologías establecidas, marchan o vienen levantando curiosas vallas adscriptivas que, a veces, adquieren la forma y el contenido de la violencia absoluta e intransitiva propia de la secta, en cuyos lindes no existe, o no se visualiza, posibilidad alguna de tolerancia o de trato interactivo pacífico y convivencial.

Globalistas y comunitaristas imaginan o creen que en su actual antagonismo se resume todo el potencial humano ; pero, como lo demuestra por la vía del absurdo aquella famosa fábula de los TresFilósofosde Ambroce Bierce36, entre la inteligencia sometida a la conveniencia adaptativa - que sería el caso de los globalistas - y la voluntad estrecha, caprichosa o desesperada de los comunitaristas y de todos aquellos que no imaginan otra oposición distinta de la que tiene lugar en la permanente lucha contra la corriente dominante, siempre emerge un espacio intermedio de serenidad y sabiduría que ante todo se interroga por la naturaleza del actual antagonista.

Y como bien dice Ambroce Bierce, the thing is to know the nature of your antagonist.37
Así, en la actual puja, resulta fácil descubrir la enorme brecha que se abre entre ambos y el fenomenal descenso humano que recíprocamente se ofrece de una y otra parte bajo modalidades diversas aunque isomorfas: segregación y rencor adscriptivo en el que ha quedado fuera del orden global, de un lado, y servidumbre funcional en el otro lado del conjunto uniformado que marcha al ritmo hipercontrolado de la jaula telemática que sirve de medio y pauta para medir la satisfacción de todas las necesidades.

Por cierto, en una matriz como esta casi podríamos decir que solo hay bestias y dioses, pero que no hay hombres (o pareciera no haber), de lo que se sigue que, al igual que con el que se asemeja al caradrio del que se habla en el Gorgias38cabe la enorme tarea de llevar adelante una acción. Esto solo resultaría posible a partir de una filosofía de la paideia, que ofrezca, a cada uno de aquellos individuos que conservan los signos visibles del género en el conjunto, la singular posibilidad de ser un hombre superior a su propia animalidad y a su pura función evacuativa, o de caradrio, sin el fatal riesgo de reproducir esa otra bestialidad de déspota que impone de manera implacable su voluntad y su supremacía al modo de los dioses de la épica homérica que, al igual que las bestias subhumanas equivalentes de los caradrios, están permanentemente radiadas de la república ideal que el filósofo de la Academia propone como paradigma de su singular utopía educativa.

La filosofía de la paideia aparece entonces como el mejor vehículo para descubrir en todo momento la naturaleza del antagonista de Bierce y en este horizonte lo que se agrega para ampliar el contexto de Jaeger no revoca el tratamiento de conjunto que este propone como clave de la inteligencia de la obra del filósofo de la Academia.

Quizá en algunos detalles la discusión erudita imponga una reasignación de los elementos que el autor despliega en el planteo de arranque que informa esa especia de capítulo-prólogo sobre Platón y la posteridad39que abre el estudio de la paideia del filósofo de la Academia.

Por eso y para evitar oscuridades o incongruencias que dificulten la comprensión se imponía ese largo rodeo antes de explicar el enfoque en el que el autor resume la conexión histórica que hace de la filosofía de la paideia un tema actual y relevante.

A diferencia de Reale que estructura la relación de la obra de Platón con la historia desde una plataforma de erudición interpretativa, que se desglosa en los paradigmas descriptos más arriba, el tratamiento de Jaeger considera sobre todo la colación filosófica que tiene lugar en el continuo de la historia occidental.40

Jaeger no desmerece ni mucho menos la tarea de la erudición, porque él mismo es ante todo un erudito y un filólogo, pero en el diagrama de la colación histórica de Platón pone el acento en la influencia filosófica que informa la tradición que enlaza a la antigüedad pagana tributaria del neoplatonismo (Plotino)41con el pensamiento de los teólogos cristianos de la edad media (San Agustín)42y los místicos, humanistas y científicos del Renacimiento (Gemistos Plethon, Marsilio Ficino, Galileo). 43

La gran figura del viraje moderno hacia los textos del filósofo, como no puede ser de otra manera, es para Jaeger naturalmente Schleiermacher44, el primero que en el mundo moderno combina la ciencia filológica con la penetrante mirada del filósofo que busca en la trama interior del discurso platónico el nexo profundo que enlaza la forma literaria con el sentido dialógico del de sus contenidos intelectuales siempre abiertos a las alternativas de la interrogación discursiva.

La posición asignada a Schleiermacher, a diferencia de la que hoy se pone en estado de cuestión por obra de Giovanni Reale y también por la Escuela de Tubinga (Krämer, Gaiser , Szlezak ), no es la de un modelo o paradigma sino más bien la de un punto de quiebre45que conduce a una doble vía de inspección en la que se involucran de manera recíproca la ciencia de la antigüedad y la erudición filológica con la lectura estrictamente filosófica y la valoración protréptica de los textos del fundador de la Academia.

De una parte muestrea nuestro autor las sucesivas contribuciones que la ciencia de la antigüedad (Hermann46, Meyer47) y la filología (Campbell48, Lutoslawski49, Wilamowitz50) aportan en beneficio del mejor manejo de los textos, sin omitir también el detalle de errores o desviaciones que alcanza, por ejemplo, en la Escuela de Marburgo una elevada cota de inconsecuencia histórica al desplazar la atención de la obra de Platón hacia un plano metodológico y de consecuencia epistemológicas vinculadas a la propia filosofía moderna de raíz kantiana.

La idea de una evolución progresiva y gradual introducida por Hermann le permita asimismo a Jaeger mostrar las dificultades de datación particular de los diálogos y la importancia que reviste la observación de Campbell acerca de estructuras estilísticas que se repiten y que aparecen de manera desigual o irregular en las Leyes.

Las sucesivas aproximaciones de la erudición, de acuerdo al registro de Jaeger, no pueden sino terminar revocando la perspectiva abierta y dialógica de Schleiermacher, cuya visión se orienta, en los sucesivos pasos de la filología y la historia del siglo XIX y principios del XX, a la búsqueda del sistema de Platón apoyado en el estudio de los llamados diálogos dialécticos (el Parménices, el Sofista, el Político). 51

En este marco se lleva inicialmente a primer plano la teoría de las ideas y, a consecuencia de ese desplazamiento epistemológico, se va a profundizar el sesgo lógico y abstracto, que luego - con posterioridad a la obra de Jaeger - se va a transformar en el horizonte dominante de la segunda mitad del siglo XX y que, paradójicamente, ya la misma obra de nuestro autor insinuara, en el panorama introductorio que estamos aquí examinando, como una posibilidad tendencial.

No obstante, para Jaeger la cuestión filológica o interpretativa no lleva a ese tipo de controversia de especialistas que se cierra en la disputa acerca de la posible verdadera, genuina o desconocida filosofía de Platón, que solo se le revela al experto y que hoy se privilegia y también se exagera en orden a las extensiones de sus enseñanzas orales.52De acuerdo a Jaeger la filología ha cumplido una labor eminente al rescatar y autentificar muchos de los textos platónicos53y en especial la famosa CartaVII, 54pero, lo que nuestro autor toma como punto de arranque, va justamente en aquella dirección explícita en la que se coloca a los textos en el escorzo de la dramática suma de propósitos del filósofo vinculados a la acción educativa.55

Por eso dice que el verdadero acento de esta investigación recaerá sobre los objetivos ¨ políticos¨ y el contenido sustancial de la filosofía platónica, pero el concepto de lo político así concebido, responderá a la historia de la paideiaen su conjunto y sobre todo a lo que expusimos acerca de Sócrates y del alcance ¨ político¨ de su actuación. La historia de la paideia, considerada como la morfología genética de las relaciones entre el hombre y la polis, es el fondo histórico indispensable sobre el que debe proyectarse la comprensión de la obra platónica.56

Desde esa plataforma de estudio prevalece entonces el texto y la acción orientada a la consecución del bien.57Todo lo demás se subordinara a esos propósitos, como se muestra desde el inicio en el examen de los llamados diálogos menores o tempranos58, de impronta estrictamente socrática como la Apología59, el Critón60, el Eutifrón61, el Ion62, los dos Hipias63y el Cármides.64El nexo temático de estas obras viene dado, según Jaeger65, por el problema de la areté.

Asimismo anota nuestro autor que todos estos diálogos presentan ciertos rasgos externos que seguramente no se le escaparán al lector atento e informado: extensión reducida, método inductivo, lenguaje coloquial, espontaneidad, viveza y colorido artístico que tiende a asimilarlos más que nada a ejercicios poético-literarios.66

A estos rasgos se agrega un criterio de clasificación según que aparezcan o no alusiones a la muerte de Sócrates, lo que no tiene para nuestro autor demasiada relevancia lo mismo que la nota de los datos externos.67

Por el contrario, lo que importa es la tendencia a involucrar al lector con el tema cuya resolución queda regularmente pendiente, de lo que se sigue una decidida intención protréptica que avanza en una dirección evolutiva no siempre fácil de dilucidar. 68

Pero más importante que los aspectos formales son para Jaeger los tópicos temáticos que giran en torno a diferentes virtudes (la valentía, la justicia, la prudencia, la piedad), cuyo examen se extiende a los diálogos de la llamada etapa intermedia o de madurez.69

En el tránsito a esa nueva etapa de madurez Jaeger considera de importancia la cuestión relativa al carácter del libro primero de la República, considerado por algunos eruditos como una obra casi independiente sino el refundido parcial de un diálogo primitivo, cuyo arquetipo suele identificarse con el título de Trasímaco.70

Nuestro autor no se pronuncia acerca de esta controversia71y se limita a anotar que estas insinuaciones hablan bien en beneficio del nexo orgánico entre los primeros diálogos y la obra ulterior.

Sin embargo, el tratamiento del asunto no deja de ofrecer reparos aun desde el punto de vista del autor y de la propia obra que estamos estudiando. Si se considera el tema de la justicia bajo la faz dialógica y provisional de los diálogos tempranos tiende a imponerse la evidencia de dos tramas diferentes en el libro primero de Repúblicaque son perfectamente separables: de una parte tenemos la introducción y el debate de Sócrates y Céfalo72que tiene toda la forma acabada de un asunto muy similar a la que se reproduce en los libros siguientes; y, de otra parte, tenemos una extensa discusión tópica con Polemarco73y luego la controversia con Trasímaco74que exhibe una impronta claramente anatréptika como la encontramos, por ejemplo, en el Hipiasmenor. 75

Al pasar por alto el aspecto central del contencioso acerca del derecho y de la justicia del más fuerte76, que se presenta en la segunda parte del libro primero de República, al tiempo que se salva la idea de un nexo orgánico en la obra de Platón se evita una inspección de fondo de la orientación anatréptika de los diálogos tempranos77y se afirma la idea de una imagen unitaria como la de Paul Shorey78con el cual coincide nuestro autor. 79Pero si se puede afirmar la conjetura acerca de la existencia del arquetipo juvenil al que bien puede denominarse el Trasímacoprimitivo80, que estaría formado por los asuntos y hasta quizá por una porción abundante del texto mismo de aquella segunda parte81, un importante aspecto de la tesis de Jaeger sobre la idea de justicia en Platón quedaría en entredicho82, lo que, curiosamente, antes que perjudicar, mejoraría el presupuesto argumentativo de las opiniones centrales del libro sobre la función crítica de la filosofía educativa de Platón.83

Tal vez un exceso de idealismo o de prevención84le haya llevado a Jaeger a dejar de lado o a apartarse del aspecto fuertemente anatréptico de los diálogos tempranos y esa prevención posiblemente se apoye o se solvente en el rechazo a asociar a Platón con cualquier sesgo destructivo o disolvente.85

Sea como fuere, lo que si se advierte es una constante insistencia en la labor educadora que se descubre desde los inicios y que en el libro opera como un hilo conductor aun en aquellas obras en las que su presencia parece casi invisible.

Como telón de fondo de los diálogos literarios considera luego Jaeger el desempeño docente de Platón y los avatares de su actividad lo mismo que su enseñanza oral colocada hoy en el foco del debate.86



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XII MATERIALES PARA REVISAR Y APRENDER CON PAIDEIA DE JAEGER, DE JOAQUÍN E. MEABE

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