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IX MATERIALES PARA REVISAR Y APRENDER CON PAIDEIA DE W JAEGER, DE JOAQUIN MEABE

Joaquín E. Meabe
Seminario sobre Paideiade Werner Jaeger
Corrientes - Argentina - 2017

Materiales de estudio
para revisar y aprender con Paideia
de Werner W. Jaeger 9


El conjunto de síntomas de la crisis histórica, anunciada en parte por la sofística y registrada fragmentariamente en la emergencia de la acción educativa deliberada, lo mismo que en el nuevo modo de encarar el trato con las creencias y los hábitos, para Jaeger emerge y solo se muestra, en toda la extensión de su páthos, en la poesía dramática de Eurípides. 2

La totalidad de la existencia humana, dice Jaeger a propósito de Eurípides, desde las nimiedades triviales de todos los días hasta las alturas de la vida social, en el arte y en el pensamiento, se despliega aquí abigarrada ante nosotros.3

En aquel contexto, la obra literaria de Eurípides no solo toma en cuenta la impronta de la vida y el pensamiento sino que, además, incorpora el más amplio escenario de los conflictos que dominan la vida política y las relaciones de Atenas con el resto de Grecia.

Consciente de esta peculiar dependencia, que muestra la obra del último de los grandes trágicos griegos de la época clásica, Jaeger organiza el tratamiento expositivo con arreglo a ese marco que exhibe, junto a esos elementos culturales y políticos, una decidida reversión de los valores.

La figura dominante de la política de la época es, por cierto, Pericles; pero la acción ejemplar del gran estratego corre pareja con una suma de impulsos y tendencias donde predomina el cálculo particular, las luchas de partido, la descomposición moral, la mentira y la hipocresía.

Sin embargo, dice Jaeger, la descomposición de la sociedad era solo la apariencia exterior de la íntima descomposición del hombre4y agrega que incluso la dureza de la guerra actúa de un modo completamente distinto en un pueblo íntimamente sano que en una nación cuyas medidas de valor se halla descompuestas por el individualismo, y concluye que la formación estética e intelectual no alcanzó nunca un estadio más alto que en la Atenas de aquellos días...[de tal modo que] con la complicación de la vida, la agudeza espiritual de un pueblo ya de por sí extraordinariamente inteligente y sensible, dotado de la más delicada aptitud para la percepción de la belleza y de inagotable capacidad para el goce de todos los juegos del intelecto, llegó a la plenitud de su desarrollo.5

En ese escenario privilegiado encontramos junto a Pericles al filósofo Anáxagoras6y a su discípulo Arquelao de Mileto y también a Diógenes de Apolonia7, Hipón de Samos8, al matemático Cratilo9, a los astrónomos Metón y Euctemón10y al planificador de ciudades Hipodamo de Mileto11, los grandes filósofos eléatas Parménides y Zenón, el atomista Demócrito12, el historiador Tucídides13, el comediógrafo Aristófanes14y, sobre todo, la singular e imperecedera figura de Sócrates, que por dimensión e influencia va a ser estudiado por Jaeger en la tercera parte de la obra como monumental pórtico que sirve para introducirnos en el amplísimo y detallado examen de la obra pedagógica de Platón.

Eurípides es visto en este escorzo con los mismos contenidos, pero con una perspectiva diferente a la de Nietzsche.

Así, lo que para el filósofo de Basilea suena a degradación y deserción, se transforma, para Jaeger, en testimonio filosófico del balance negativo de una época que ya no estaba dispuesta a sostener las antiguas creencias y que, por eso mismo, se ve obligado a colacionar las patologías del espíritu en el interior del individuo, a diferencia de los otros dos grandes trágicos (Esquilo y Sófocles) que proyectaban, hacia un horizonte externo las honduras del alma, el furor del destino que sometía al hombre a la prueba extrema del sacrificio y del dolor. 15

Para Nietzsche16el espectador es llevado de la mano por Eurípides al escenario y con él se introduce la mediocridad burguesa que minimaliza la trama y disuelve la impronta que hasta entonces templaba el espíritu ante la inevitabilidad del dolor que le daba al hombre trágico esa extraordinaria superioridad para afrontar le destino.

Jaeger en verdad no contradice este dictamen que pone en perspectiva un horizonte de los valores en crisis en el marco de una época donde el ideal heroico ya se ha disuelto y donde los nuevos tratos reclaman una cultura a su medida que, sin embargo, no resultará una mera extensión vicaria del minimalismo y del misarquismo imperante.17

Con arreglo a esa ampliación en la perspectiva tanto la retórica como el creciente racionalismo y la propia filosofía tienen un lugar en el interior de la tragedia y sus palabras no solo arriman dispositivos de destrezas que permiten observar sin escrúpulo, actuar y hasta sacar conclusiones de taimada sofisticación18, sino que también se ofrecen como singulares herramientas para la crítica de todo eso.

Bajo esta nueva luz interpretativa Jaeger pasa revista a las grandes obras de Eurípides (Medea, Orestes, Las Troyanas, Hipólito, Andrómaca, Las Suplicantes, Ion, Ifigenia en Aulice, Helena) y señala, con acierto, que en el último de los grandes trágicos encontramos al creador de un tipo de arte que no se funda en la ciudadanía sino en la vida misma.19

De todo ello resulta para Jaeger que nadie ha penetrado con mayor profundidad que este poeta de la crítica racional en lo irracional del alma humana. Pero, por lo mismo, el mundo en que vivía era un mundo sin fe. ¿No es posible sospechar que precisamente porque llegó a comprenderlo todo con mirada escéptica sobre sí mismo y sobre su mundo, tratara de enseñar y ponderar la felicidad de la humilde fe de los antiguos fundada en una verdad religiosa que traspasaba los límites de la razón y de la cual el mismo carecía? No habían llegado todavía los tiempos en que la actitud del saber ante la fe había de convertirse en algo fundamental. Pero todos los síntomas aparecen ya proféticamente en Lasbacantes; el triunfo de lo maravilloso y de la conversión interior contra el intelecto, la alianza del individualismo y la religión contra el estado, que para la Grecia clásica había coincidido con la religión, la experiencia inmediata y liberadora de la divinidad en el alma individual, libertada de los límites de toda ética de la ley.20

Eurípides cierra el ciclo de la tragedia y abre para la literatura el horizonte de la filosofía, de una manera a la vez grandiosa y distinta por el paso de la poesía a la prosa que, será entonces, y en adelante, la plataforma de la disputa y el centro del más intenso debate para la ulterior civilización superior del helenismo primero y luego de todo Occidente. Concluye en este sentido Jaeger que tras la desarmonía de la poesía de Eurípides debió latir una personalidad inarmónica. También en esto es el poeta el compendio de la individualidad moderna. La encarnó de un modo más completo y profundo que todos los políticos y los sofistas de su tiempo. Solo él ha conocido todos sus íntimos y secretos dolores y comprendido el peligroso privilegio de aquella inaudita libertad espiritual(II, 4).21

(Texto revisado el 25 de junio de 2017)

1 Organizado inicialmente para servir de apoyo en las clases destinadas a los participantes del Seminario de Filosofía Práctica Clásica del Instituto de Teoría General del Derecho (ITGD) que ha funcionado en la órbita de la Facultad de Derecho de la UNNE de Corrientes, los textos que aquí se vuelven a discutir en estos drafts originariamente se leyeron en cuatro sesiones consecutivas durante las dos últimas semanas de abril y las dos primeras de mayo de 1998 y se ha utilizado como material complementario para el estudio de Paideia que se ha llevado a cabo en dicho Seminario en el primer semestre del mismo año y luego en años sucesivos y hasta la actualidad. Tal como se expuso fue editado con un tiraje muy limitado en 1998 (Corrientes, ITGD, 1998 [edición no comercial]) y así se reeditó el año 2000 (Corrientes, ITGD, 2000 [edición no comercial]). Con posterioridad se hizo en hiso una edición comercial en 2012 que también ha tenido una circulación limitada (vid J. E. Meabe: Introducción a Paideia de Werner Jaeger. Una guía para el conocimiento de sus principales temas – cuatro Lecciones, Corrientes, Moglia ediciones, 2012). En esa última edición se agregaron numerosas notas a pie de página y se actualizaron algunas referencias sin alterar para nada el texto de 1998. Estos drafts están destinados a una futura reedición ampliada de la obra. En adelante las referencias remiten al capítulo IV de la segunda parte de Paideia. Vid Werner Jaeger: Paideia, trad. cast. de Joaquín Xirau y Wenceslao Roces, México, ed. FCE, 1985: 303-324. Las referencias a Die Geburt der Tragödie solo se utilizan para ampliar el contexto pero no se analizan las diferencias eventuales entre Jaeger y Nietzsche. Esto último es, por cierto, otro tema pendiente en los estudios sobre el tema que merece una atención de detalle en un trabajo monográfico.
2 Dice Jaeger: La crisis del tiempo se manifiesta por primera vez en toda su amplitud en la tragedia de Eurípides. La hemos separado de Sófocles por la sofística, pues en los dramas que se han conservado, y que pertenecen todos a sus últimos años, el “poeta de la ilustración griega”, como se la denominado, se halla impregnado de las ideas y del arte retórico de los sofistas. Pero aunque este punto de vista proyecte mucha luz sobre su obra, la sofística representa solo un escorzo limitado de su espíritu. Con el mismo derecho podríamos decir que la sofística solo se hace plenamente comprensible sobre el trasfondo espiritual que nos descubre la poesía de Eurípides. El ideal de desarrollo armónico del alma humana es común a los sofistas y a Sófocles. Se halla relacionado con el principio escultórico de su arte. En la oscilante inseguridad de sus principios morales revela la educación sofística su parentesco con el mundo escindido y contradictorio que se manifiesta en la poesía de Eurípides (vid: Paideia, 303; II, 4).
3 Vid: Paideia, 303 (II, 4).
4 Vid: Paideia, 306 (II, 4).
5 Vid: Paideia, 306-307 (II, 4).
6 Vid: Paideia, 309 (II, 4).
7 Vid: Paideia, 309 (II, 4).
8 Vid: Paideia, 309 (II, 4).
9 Vid: Paideia, 309 (II, 4).
10 Vid: Paideia, 309 (II, 4).
11 Vid: Paideia, 309 (II, 4).
12 Vid: Paideia, 310 (II, 4).
13 Vid: Paideia, 305 (II, 4).
14 Vid: Paideia, 307 (II, 4).
15 Dice Nietzsche al inicio del capítulo 11 de Die Geburt der Tragödie: Die griechische Tragödie ist anders zu Grunde gegangen als sämmtliche ältere schwesterliche Kunstgattungen: sie starb durch ij Selbstmord, in Folge eines unlösbaren Conflictes, also tragisch, während jene alle in hohem Alter des schönsten und ruhigsten Todes verblichen sind. Wenn es nämlich einem glücklichen Naturzustande gemäss ist, mit schöner Nachkommenschaft und ohne Krampf vom Leben zu scheiden, so zeigt uns das Ende jener älteren Kunstgattungen einen solchen glücklichen Naturzustand: sie tauchen langsam unter, und vor ihren ersterbenden Blicken steht schon ihr schönerer Nachwuchs und reckt mit muthiger Gebärde ungeduldig das Haupt. Mit dem Tode der griechischen Tragödie dagegen entstand eine ungeheure, überall tief empfundene Leere; wie einmal griechische Schiffer zu Zeiten des Tiberius an einem einsamen Eiland den erschütternden Schrei hörten “der grosse Pan ist todt”: so klang es jetzt wie ein schmerzlicher Klageton durch die hellenische Welt: “die Tragödie ist todt! Die Poesie selbst ist mit ihr verloren gegangen! Fort, fort mit euch verkümmerten, abgemagerten Epigonen! Fort in den Hades, damit ihr euch dort an den Brosamen der vormaligen Meister einmal satt essen könnt! (vid Friedrich Nietzsche: Die Geburt der Tragödie Unzeitgemäße Betrachtungen I-IV. Nachgelassene Schriften 1870-1873. Kritische Studienausgabe. Herausgegeben von Giorgio Colli und Mazzino Montinari. München, Deutscher Taschenbuch Verlag GmbH & Co. KG - Berlin/New York Walter de Gruyter, 1988: 75.
16 Dice Nietzsche en el capítulo 11 de Geburt der Tragödie: Die bürgerliehe Mittelmässigkeit, auf die Euripides alle seine politischen Hoffnungen aufbaute, kam jetzt zu Wort, nachdem bis dahin in der Tragödie der Halbgott, in der Komödie der betrunkene Satyr oder der Halbmensch den Sprachcharakter bestimmt hatten. Und so hebt der aristophanische Euripides zu seinem Preise hervor, wie er das allgemeine, allbekannte, alltägliche Leben und Treiben dargestellt habe, über das ein Jeder zu urtheilen befähigt sei. Wenn jetzt die ganze Masse philosophiere, mit unerhörter Klugheit Land und Gut verwalte und ihre Prozesse führe, so sei dies sein Verdienst und der Erfolg der von ihm dem Volke eingeimpften Weisheit (vid Nietzsche, 1988: 77).
17 Dice Nitezsche en el capítulo 11 de Geburt der Tragödie: An eine derartig zubereitete und aufgeklärte Masse durfte sich jetzt die neuere Komödie wenden, für die Euripides gewissermaassen der Chorlehrer Geworden ist; nur dass dismal der Chor der Zuschauer eingeübt warden musste (vid Nietzsche, 1988: 77).
18 Dice Nietzsche en el capítulo 11 de Geburt der Tragödie: (vid Nietzsche, 1988: )
19 Vid: Paideia, 322 (II, 4).
20 Vid: Paideia, 322 (II, 4).
21 Vid: Paideia, 323 (II, 4).


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