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LA DIFUSIÓN PÚBLICA DE LA ANGÉLICA DOCTRINA Y SU IMPORTANCIA PARA EL ANTICOPERNICANISMO DE LA ESCOLÁSTICA ARISTOTÉLICA

( Brindo este anticipo de una investigación más profunda y extensa a todos los profesores de historia de la filosofía de bachillerato y a aquellos que investigan sin apoyos ni contactos, contribuyendo al conocimiento sin ambiciones meritocráticas ni reconocimientos públicos inmediatos. Mi investigación sobre Descartes es PARA ELLOS)

"Simplicio:...Ma per quella qual si sia assai tenue idea che me ne son formata, confesso, il vostro pensiero parermi bene più ingegnoso di quanti altri io me n'abbia sentiti, ma non però lo stimo verace e concludente: anzi, ritenendo sempre avanti a gli occhi della mente una saldissima dottrina, che già da persona dottissima ed eminentissima appresi ed alla quale è forza quietarsi, so che amendue voi, interrogati se Iddio con la Sua infinita potenza e sapienza poteva conferire all'elemento dell'acqua il reciproco movimento, che in esso scorgiamo, in altro modo che co 'l far muovere il vaso contenente, so, dico, che risponderete, avere egli potuto e saputo ciò fare in molti modi, ed anco dall'intelletto nostro inescogitabili. Onde io immediatamente vi concludo, che, stante questo, soverchia arditezza sarebbe se altri volesse limitare e coartare la divina potenza e sapienza ad una sua fantasia particolare.

Salviati: Mirabile e veramente angelica dottrina: alla quale molto concordemente risponde quell'altra, pur divina, la quale, mentre ci concede il disputare intorno alla costituzione del mondo, ci soggiugne (forse acciò che l'esercizio delle menti umane non si tronchi o anneghittisca) che non siamo per ritrovare l'opera fabbricata dalle Sue mani. Vaglia dunque l'esercizio permessoci ed ordinatoci da Dio per riconoscere e tanto maggiormente ammirare la grandeza Sua, quanto meno ci troviamo idonei a penetrare i profondi abissi della Sua infinita sapienza." (Dialogo di Galileo Galilei sopra i due massimi sistemi del mondo tolemaico e copernicano. In Fiorenza MDCXXXII, pp. 488-489) Es posible acceder a la edición original digitalizada a través de museogalileo.it )

Todavía puede haber quienes crean el mito transmitido de que la gota que colmó la paciencia del Papa Urbano VIII fueron las insidiosas murmuraciones de algunos enemigos de Galileo que trataron de hacerle creer que Galileo le había ridiculizado asociándolo con Simplicio, el personaje del diálogo que, con sus toscos y débiles argumentos, representaba la posición anticopernicana. Sin embargo, aunque no pasa de ser una mera conjetura, todavía hay quienes pueden creer que o bien tal fue la intención de Galileo o bien que la cólera o el sentimiento de venganza fueron determinantes en la condena del científico italiano. Pero estrictamente, lo único que puede aceptarse como histórico es que hubo murmuraciones... Tratar de explicar los hechos históricos consecuentes valorando las intenciones de ambos amigos es pura especulación.

Sin embargo, no creo que sea especulativo defender que muchos lectores cultos del "Diálogo" podían encontrarse predispuestos a reconocer fácilmente la autoría de la "saldissima dottrina" puesta en boca de Simplicio y a la que Salviati califica de " angelica". Sí, procedía del Papa Urbano VIII. Y muchas autoridades académicas y eclesiásticas, antes de 1632, ya lo sabían. Hasta el punto de que, viniendo de quién provenía, y teniendo tal doctrina bases muy considerables en la tradición medieval, inevitablemente, influyó poderosamente en el enroque de los defensores a ultranza de la filosofía aristotélica y la vieja cosmología geocentrista. Y tal se pudo confirmar en el juicio y condena de Galileo en 1633. Y, aparte del juicio, las implicaciones relativizadoras de la objeción papal sobre el valor científico de la hipótesis del movimiento de la Tierra pueden hallarse en aquellos que, como Antonio Rocco ( Esercitazioni Filosofiche, 1633), combatieron a Galileo basándose en la autoridad de Aristóteles. Por cierto, que los "Ejercicios Filosóficos", a los que Galileo no pudo responder, estaban dedicados al Papa Urbano.

¿ Es cierto que la famosa angélica doctrina tuvo una difusión, y un divulgador muy prestigioso por cierto, anterior al juicio de Galileo e, incluso, a la publicación del "Diálogo" ( que, según la correspondencia de Descartes, no parece que éste hubiese podido tener en sus manos hasta 1634, gracias al físico-matemático Beeckman ). Creo que la confirmación debemos agradecerla al Prof. Luca Bianchi. En su artículo, publicado en "Galilée en procès, Galilée réhabilité?" , titulado " Urbain VIII, Galilée et la tote-puissance divine", este especialista nos da a conocer un hecho que considero de enorme interés, a saber: que en 1629 Agostino Oreggi divulgó en su tratado " De Deo Uno" la famosa conversación que probablemente ocurrió en 1616, entre el cardenal Maffeo Barberini ( el Papa Urbano VIII) y Galileo. Fue entonces cuando Urbano le expuso la objeción determinante del convencionalismo epistemológico forzoso al que debía quedar reducida la nueva perspectiva científica ( galileana), sin peligro para la cosmovisión escolástico-aristotélica. Se trataba de la angélica doctrina defendida por Simplicio. Un argumento que, a juicio del Papa, era "fundamental para probar que el sistema de Copérnico era indemostrable"( Bianchi).

Oreggi es un personaje clave en esta historia, pues, al parecer, fue teólogo personal del Cardenal Belarmino y también, más tarde, del Papa Urbano, llegando a ser Consultor del Santo Oficio. Por tanto, el divulgador de la anécdota era una figura de gran relieve, autoridad y prestigio intelectual, teológico y eclesiástico. Y, con más razón, si tenemos en cuenta sus relaciones con dos personajes tan destacados en la controversia entre escolásticos aristotélicos y los partidarios de las nuevas ideas científicas, como Galileo.

A partir de "De Deo Uno" el mundo académico, tanto partidarios como detractores de la nueva perspectiva científica, podía darse por enterado de la posición intelectual del Papa y que en el texto de Bianchi se califica como la "santa alianza" entre el " escepticismo teológico" y el " dogmatismo" filosófico de los aristotélicos. Personalmente, estimo que se trata de un aspecto heurístico fundamental para estudiar y enriquecer nuestro conocimiento del contexto histórico-cultural-filosófico de la revolución científica durante, al menos, la primera mitad del S.XVII.  Y no sólo por su importancia como determinante de la condena de Galileo, no sólo porque toda la comunidad académica y científica de la época podía conocer su gran importancia, sino, lógicamente, porque los amantes de la nueva ciencia podían temer las implicaciones inmovilistas de este escepticismo que impedía la autonomía del pensamiento científico respecto del control y la controversia teológicas.

Podría añadirse algo más, como los estudios históricos refrendan, la doctrina papal consideraba necesario el recurso al principio de la omnipotencia divina en aquellos casos en que una teoría científica pareciese entrar en contradicción con la Biblia, es decir, en caso de posibles implicaciones heréticas. Si el movimiento de la tierra era aparentemente contradictorio con ciertos pasajes bíblicos, entonces, de acuerdo con el principio de que Dios puede hacer todo lo que quiera, había que afirmar que puede elegir infinidad de mecanismos para producir los mismos efectos naturales, de modo que, antes de afirmar una teoría teológicamente problemática, debían descartarse las demás explicaciones teoréticas. Y como esto era prácticamente imposible, se podía, por ejemplo, concluir que el heliocentrismo era indemostrable.

Tiene sentido pensar que cuando el mundo católico recibió la condena de Galileo, las autoridades eclesiásticas y teológicas supieran que, en la mente de la máxima autoridad de la Iglesia católica, era obligado aplicar este reparo al movimiento de nuestro planeta ( verdad sobre la que confesaba Descartes en su correspondecia privada algunos "escrúpulos" que deseaba ver superados...) . Y si esta hipótesis histórica es más que plausible, puesto que es bien contrastable, ¿ con qué razones podrá decirse que las mentes científicas más brillantes de países católicos durante el S. XVII ( por ejemplo, Descartes) ignorasen  y no deseasen superar una controversia escolástica con fuertes implicaciones escépticas para con las nuevas ideas científicas? ... El problema era que tratar de oponerse a este escepticismo científico era, manifiestamente, cuestionar la autoridad del Papa: ¿ cómo combatir esta posición anticopernicana sin confrontación directa con el poder ?

E incluso podría seguirse la reflexión, pensando qué forma de escepticismo podría preocupar más a científicos como Descartes: ¿ El escepticismo de los renacentistas franceses, cuyos discursos poco podían hacer zozobrar a los creyentes en el potencial heurístico de las razones matemáticas en la investigación de la naturaleza, o el escepticismo anticientífico y sostenido por el poder, derivado de las controversias escolásticas tradicionales?.

 Y, en esta justa medida, considero que la angélica doctrina iba esencialmente unida a las controversias escolásticas geocentristas cuya superación tanto deseaba Descartes a fin de que su intento de fundamentación de la nueva cosmología llegase a ser algún día definitivamente aceptada por la Iglesia. Dejo esto apuntado, pues es otro de los temas que voy a tratar en próximas entradas, a partir de un examen de la correspondencia cartesiana ( y no sólo la mantenida con Marin Mersenne, antes y después de 1630). Creo que, cruzando informaciones, podré sacar a la luz aspectos muy interesantes sobre los que creo que no se ha reparado suficientemente.

Quiero concluir con estas consideraciones del Prof. Bianchi, que traduzco a continuación. Considero que si ello es verdad, hay que hacer justicia reconociendo que debió de preocupar a un hombre tan sagaz, tan bien informado y preocupado por defender la ciencia como Descartes :

" Si ( como consecuencia de la afirmación del principio de que Dios puede hacer todo lo que no implique contradicción) las diferentes hipótesis astronómicas eran todas equivalentes... no había ninguna razón para abandonar el sistema geocéntrico, fundado sobre la doble autoridad de los pasajes cosmológicos de la Biblia y de la filosofía natural de Aristóteles  " ( op.cit., Bianchi, pág. 86)

De Deo Uno. Tractatus I. Cap. X. Quaeritur Tertio: La evocación del diálogo entre Maffeo Barberini y Galileo

He aquí el texto latino y su traducción:

"Quod argumentum quanti faciendum sit, diligentius animadvertere incepi, dum Summus Pontifex Urbanus VIII ( quem diu Deus Ecclesiae suae incolumem servet) adhuc cardinalis familiarem suum, non minus doctrina conspicuum, quam religione laudabilem, admonuit, ut diligenter adverteret: An Sacris congruerent Scripturis, quae de motu terrae excogitaverat, ad salvanda ea omnia, quae in caelo apparent phenomena, et quaecumque de caeli, atque astrorum motibus ex eorum diligenti inspectione et consideratione communiter recipiunt Philosophi. Concessis enim omnibus, quae vir doctissimus excogitaverat, quaesivit, an potuerit et sciverit Deus alio modo disponere et movere orbes, vel sidera ita, ut quaecumque vel in caelis apparent phenomena, vel de siderum motibus, ordine, situ, distantia ac dispositione dicuntur, salvari possint.

Quod si neges, Sanctissimus dixit, probare debes implicare contradictionem, posse haec aliter fieri, quam excogitasti. Deus enim infinita sua potentia potest, quicquid non implicat contradictionem: cumq(ue) Dei Scientia non sit minor potentia; si potuisse Deum concedimus; et scivisse etiam afirmare debemus

Quod si potuit ac novit Deus haec alio modo disponere, quam excogitatum est, ita, ut salventur omnia, quae dicta sunt: Non ad hunc modum debemus divinam arctare potentiam et scientiam.

Quibus auditis, quievit vir ille doctissimus..." ( Op. cit., 1629. pp 194-195)

Traducción:

" Empecé a notar con más atención cuán valioso era el argumento cuando el Sumo Pontífice Urbano VIII ( a quien Dios guarde mucho tiempo incólume para su Iglesia) , siendo todavía cardenal, recordó a un amigo suyo, no menos conspicuo por su sabiduría que loable por la religión, que se fijase diligentemente si convenía con las Sagradas Escrituras lo que había concebido sobre el movimiento de la tierra para salvar todos esos fenómenos que aparecen en el cielo, y ( si convenía también) con todo lo que sobre el cielo y los movimientos de los astros comúnmente admiten los Filósofos en base a una atenta inspección y consideración de los mismos. Concedido, pues, todo lo que este hombre sapientísimo había cavilado, inquirió si hubiese podido y sabido Dios disponer y mover los orbes y también las estrellas de otra forma, de modo que cuantos fenómenos aparecen en el cielo o cuanto se sabe sobre los movimientos, orden, localización, distancia y disposición de los astros pudiese ser salvado ( explicado).

Pues si niegas esto, dijo Su Santidad, debes probar que implica contradicción que estas cosas puedan ser hechas de manera distinta a lo que has concebido. Puesto que Dios en su infinito poder puede todo lo que no implica contradicción. Y como la ciencia de Dios no es inferior a su poder, si admitimos que Dios pudiese , debemos también afirmar que sabría. 

Por lo que si pudo y supo Dios disponer esto de otra manera a la que ha sido concebida, igualmente no debemos restringir la potencia y sabiduría divinas a esta posibilidad para salvar todas las cosas que han sido dichas.

Oídas tales cosas, aquel hombre doctísimo descansó"

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