Negros por millones esclavizados
al arrancarlos de sus comarcas originarias
pudieron comprender bien claro,
en medio de la denominada “clásica nostalgia africana”,
que solo por milagro podrían regresar a ellas,
desde lejanías no conocidas e inmensas.
¡Pero a la larga regresaban!
Regresaban, ¡ajá!, cuando hacerlo era
apenas algo que se lo imaginaban,
por sentimientos arraigados en el alma.
Prisioneros aquellos de las amarguras más amargas
por saber lo del muy poco probable regreso.
Igual acongojados, aunque como robles posaran,
al recordar que por allá en sus pueblos
muchos de sus parientes también quedaban
desconsolados por la ausencia de los del rancho
que a más no poder penando andaban
bajo el imperio de carniceros denominados “amos”.
Pesadilla real, que ni sombra de duda haya,
con aroma y sabor al holocausto más despiadado.