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Hijos Desesperados

¿Tu hijo es muy desesperado?

Si tu hijo Altamente Sensible exige atención pronta y desesperada, no por ser HSP tienes que atender su llamado exigente –a menos de que sea un bebesito o que su llamado realmente sea urgente, en esos casos, ¡corre!

Si la situación es normal, puedes decirle tranquilamente, “Ahora estoy ocupada lavando los platos de la comida, en cuanto termine, te atiendo.” Posiblemente te proteste y te insista, le puedes decir, “Esperar es difícil ¿verdad?” Estas validando sus sentimientos y eso lo tranquiliza. Termina tu tarea e inmediatamente después, cumple tu promesa.
Cumplir nuestras promesas es de vital importancia, por congruencia, integridad, y otra razón más –particularmente para nuestros hijos Altamente Sensibles– es la siguiente, “Cuando satisfacemos las necesidades de nuestros hijos, su sistema nervioso se vacía de la tensión que los impulsa hacia la gratificación” según Shauna Shapiro PhD y Chris White MD en su libro “Mindful Discipline”. Y, como ya sabemos, un sistema nervioso vacío es primordial para los HSP.

Otro ejemplo, cuando vayan a un consultorio, no saques inmediatamente el celular o la Tablet para entretenerlo, es mucho mejor utilizar este tiempo como una oportunidad para conectar con ella y jugar o que te platique de su escuela y además que aprenda a esperar. En la vida nada es inmediato (excepto el I-pad, por eso y mil razones más hay que evitarla). Hay que esperar meses para que llegue la Navidad, hay que esperar a que la planta crezca para que dé frutos, hay que esperar para que el doctor nos atienda. El ir desarrollando esa tolerancia es importante.

Como tips, antes de ir al consultorio, le puedes explicar con todo detalle, “Vamos a ir al doctor, primero vamos a llegar, le voy a avisar a la secretaria que ya llegamos y nos vamos a sentar un rato a esperar. Puede ser un rato largo. Ya cuando nos avisen que podamos pasar, pues pasamos.” Si estando en la sala de espera, se pone nervioso, le puedes decir, “¿Te acuerdas que te dije que íbamos a esperar? Bueno… pues estamos esperando.”

Una vez, estábamos en la línea de espera de migración para entrar a los Estados Unidos. Eran las tres de la madrugada, estábamos sumamente cansados, la fila estaba gigantezca y sólo tenían una caseta abierta. Mi hijo, ya no podía más, “Mamá, ya no quiero estar aquí, ya vámonos, ¡bríncate la fila! ¡Yaaaa! ¡Por favoooor!” Por un instante consideré la idea, cuando imaginé a todos los policías despertando para ir detrás de nosotros y meternos a un cuartito para sacarnos la absoluta verdad, reconsideré y le dije, “¿Recuerdas que te dije que la llegada iba a estar horrible y que íbamos a estar muy, muy cansados y que íbamos a tener que hacer una cola inmensa para que nos dejen entrar a este país?”
“Si…”
“Bueno, esta es la cola inmensa. Hay que esperar. No tenemos opción.”
Y esperó como niño grande.

La paciencia se cultiva. Se trabaja como a un músculo, despacito y poco a poco. 

¡Vale el esfuerzo!

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