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Hiperhumano: rizoma de una posmodernidad marchita

Ezequiel D'León Masís

Tuve la oportunidad de leer el volumen en versión pre-impresa de Hiperhumano (Managua: Leteo, 2014) de Emila Persola, gracias a que Martín Mulligan (dueño del heterónimo con que él firma este libro) me solicitó escribir un escueto comentario de lectura para la contraportada. El comentario que escribí luego de la lectura resultó ser una opinión couverture arrière, pues intenté decir qué era lo sustancial en poco espacio, lo cual equivale a sólo nombrarlo, mas no demostrarlo. El comentario es el que sigue:

"Hiperhumano es el rizoma de una mente ludópata que celebra la fragmentación del yo y la permanente desambiaguación conceptual de su realidad. Una gigantesca tienda de segunda en la que vamos encontrando chereques maravillosos, postales privadas, pequeños ocasos que se erigen en soledad y desengaño en un viaje de azarosos desenfrenos. Una lectura sublime, un tanto también espiritual, sobre todo para quienes lo leamos con cercanía desde el contundente fenecimiento de la posmodernidad".


Si bien es escueto, el texto de contraportada para este libro es prolijo en enumeraciones y creo que sugiere una densidad que no es común en las clásicas "minifaldas de cartón", como diría Gabriel Zaid para referirse a solapas de compromiso. Considero que Hiperhumano es un volumen literario central entre la diversa producción de autores y autoras surgidos/as en la década de los años 2000, quienes seguimos publicando como "signo de sobrevivencia" (Berman Bans dixit). En esta emergencia grupal, no pocos/as ejercimos, dejamos y/o recaímos en el blogging, amén del uso de otras redes o plataformas. Por esta razón, voy a argumentar críticamente la base de mi comentario de lectura.

Hiperhumano es un conjunto de posts organizados en un continuun alineal, en el sentido informático: una interfaz entre la red neuronal de quien construye su "máquina autopoiética" (el término es de Humberto Maturana, pero lo reutiliza para la dimensión web Félix Guattari), la web como territorio ilusorio de vínculos humanos poco significantes y el papel impreso como soporte físico final. Estos posts no son "casuales" a como el propio autor quizá los considere o como el psiquismo de su heterónimo, Emila Persola, los presenta, son algo más: un rizoma encarnado del mito posmoderno.

Comic de Moebius.

Estilísticamente, me limito a reconocer que las prosas del libro son verdaderos prosemas de corte narrativo y los textos en versos alardean con pleno derecho de su encomiable economía verbal y de alta sugerencia gráfica.

Pero yendo a la base crítica de su fondo, es perentorio contextualizar el libro de Emila Persola en la posmodernidad. No excluyo, por supuesto, la rica posibilidad de otras miradas, pero en mi experiencia como lector el mero título me llevó a sustentar una obvia concomitancia nietszcheana: el carácter aforístico de Humano, demasiado humano (1878) de Federico Nietszche, filósofo considerado por muchísimos teóricos como precursor de la posmodernidad y, en instancia extrema, consensado como el "primer posmoderno". (Cfr. artículo de Gonçal Mayo en Filósofos clásicos, hoy. La Busca edicions).

La mayoría de posts de Hiperhumano nacen, encuentran sus zapatas en y más allá del localismo centroamericano, la globalidad del mundo de "hoy" es su entorno referencial.

El autor, en el prólogo, dedica el libro como homenaje a una mujer anónima, una asadora de carne que usaba las rejillas de la tapadera de un ventilador para desempeñar su oficio, en el Zúmen, Managua. Ese anonimato es un espejismo anticipatorio para un autor que no sólo "observa al mundo" sino que lo "respira" (como declara en Xatora 20). El prólogo juega las veces de un polo a tierra que, por ser un artefacto verbal implícitamente postfechado -fuera del proceso creativo del volumen en sí- funge, digamos, como menú web con links muertos:  "El caso del asador abanico" es en realidad un epílogo decepcionado de lo posmoderno, escrito desde el desengaño, pero se ubica como un prólogo en el soporte de papel. La interfaz se autorefiere y se instala nostálgicamente en los inicios de la Galaxia Gutenberg de Marshall McLuhan; en efecto, Emila Persola en dicho prólogo le dice al "estimado lector": "Hiperhumano es un juguete, como ha de serlo todo libro, una apología de la correspondencia de la paramodernidad; y si aún recuerdas cómo, esperaré tu respuesta por correo postal".

El ligamen posmoderno, por una parte, a excepción de Elenia 20 y el propio prólogo del "asador-abanico", radica en que todas estas entradas o posts insisten hasta el cansancio en una cotidianeidad de lo inmediato y lo utilitario; por otra parte, denotan un relativismo en el que todo ideal de colectividad ha sido desplazado por la exaltación de la hiper-subjetividad tecnológica. El libro se mueve sin tapujos en la intimidad relacional de escenas instaladas más en lo camp que en lo kitsch, con una voz apersonal que se deja arrastrar casi por completo por los enclaves de la cultura de masas ("chereques" posmodernos y, por demás, todo aquello que en palabras de Ernesto Sábato podríamos llamar "la novedad estúpida": películas de moda, series televisivas, tendencias urbanas, noticias de primeras planas, marcas de productos y servicios, celebridades, una abstracción de lo justo que suele aterrizar por efímeras alusiones claras cuando se ataca al poder oficial del Estado, la recurrencia a jergas populares vinculadas al spanglish de las transacciones de psicotrópicos y drogas ilegales, escenas (cameos y paneos) eróticos que son amamantados por los clichés del arte cinematográfico y publicitario, etcétera). Es así que el "yo" en la voz del autor es un "yo" adrógino, switch, el cual transcurre por esa penosa y verídica contradicción posmoderna en la que al mismo momento en que se enarbola implícitamente la individualidad, las fuentes abrumadoras de la interconectividad diluyen y desambiguan, fragmentan toda pretendida individuación (en el sentido jungiano). La máquina autopoiética sobre la que se yergue una identidad movediza se satura de un aislamiento íntimo, disfrazado de "red social" y fuerza libidinal que caricaturiza al posporno. Emila Persola o Martín Mulligan, no importa ya quién sea, deja señales claras de esto cuando registra estas pulsaciones y pulsiones:

"Y acá los ángulos y las fórmulas y los legos de la carne y los vecinos que ya escuchan este emanar de lava, de risa, de fuck me, fuck me harder. La cama se desprende de la pared como insolente isla" (Elenia 23).

Al mismo tiempo, Elenia 20 es una confesión de parte respecto a la experiencia de rehabilación de la avalancha de datos de las redes, un testimonio del "proceso de recuperación" respecto de la dependencia a la información y a la búsqueda de aprobación en las redes sociales virtuales; además Emila Persola declara en dicho post: "aún consumo con moderación desde cuentas anónimas". "[E] mpecé a transgredir los intersticios del otro y súbitamente tuve la facultad de penetrar hasta sus cuartos". Esta conciencia de perder límites propios y violar los ajenos, esta noción clara de estar en "recuperación", asumo yo, implicó para Martín Mulligan (además del propio juego switch y transicional heterónímico) vivir "en la médula" lo que Eduardo Grüner, cuando estudia el fenecimiento de lo posmoderno, denomina la "doble situación de crisis" (Ver: Eduardo Grüner. "El fin de la posmodernidad" en Revista Lote No. 9).

Hiperhumano es un puzzle de espejos y espejismos que hablan de una alienación registrada en palabras que da cuenta del "martirio" de su fragmentación identitaria, la desambiguación de su realidad subjetiva y su posterior reducto doloroso y demasiado humano: el "proceso de recuperación".

Hiperhumano es pues un continuun clave para la generación de escritores que fueron o son bloggers o, autores que son lectores de blogs o usuarios de redes virtuales, porque demuestra un itinerario en que la posmodernidad sólo puede tener "fin" (léase, reconociliación con los límites propios y ajenos) en el ser del individuo. Mulligan/Persola parece lograrlo mediante la conciencia de sus extremos, en el reconocimiento del individuo como territorio en donde se han fundido las raíces de lo posmoderno, en este caso concreto: la pérdida radical de la fe en la razón a través de la razón alienada, que no es más que la pérdida de límites personales propios de cualquier cuadro adictivo, teniendo como entorno inmediato la hipertecnologización acelerada que convierte en isla al cuerpo: "Mi cuerpo reducido a la condición de anuncio [...] cuerpos omegas, cuerpos archivo", escribe en Tiefril  06. El autor es un cuerpo sin vínculos reales con la colectividad y subsiste incapaz de estar en soledad. Espejo de la época: espejismos que nos pertenecen de alguna forma como lectores, también en rehabilitación.

La vía autopoiética o el lugar que ocupamos en el mundo, al parecer, merece encontrarse fuera de estas máquinas de producción de internet. El libro indica en la reseña de autor que Martin Mulligan se declara "adepto" de la crítica de Nicholas Carr y hoy está "desligado" de las redes sociales puesto que "la comunidad virtual amplifica la ansiedad entre sus miembros, aletarga el desarrollo intelectual y el autoconocimiento".

En el caso de Persola/Mulligan la crisis de sanación fue posible sólo gracias a su talento lúdico y a sus recursos de resignificación camp.  Hiperhumano no es un simulacro, es un juguete. ¿A qué jugamos con este juguete? A sublimar la crisis identitaria propia, acaso. Yo encuentro prosemas y poemas, mientras otros ven novela en Hiperhumano (Ver: Carlos M-Castro "Emila Persola: en busca de la identidad perdida". Revista Alastor). La ficha bibliográfica clasifica cuentos, por su parte. Para Persola son posts, twits. Este libro a Persola/Mulligan lo llevó a jugar el rol, como bien afirma Freddy Quezada, de "un Alcohólico Anónimo que no encuentra aún su sabiduría en el medio empleado para curarse".

Dírita. MGA.
01/01/2018.





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