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Una gran recompensa

Y Jesús iba por toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Se extendió Su fama por toda Siria; y traían a Él todos los que estaban enfermos, afectados con diversas enfermedades y dolores, los endemoniados, epilépticos y paralíticos, y Él los sanaba. Y lo siguieron grandes multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jordán.

Cuando Jesús vio a las multitudes, subió al monte; y después de sentarse, Sus discípulos se acercaron a Él. Y abriendo Su boca, les enseñaba, diciendo: «Bienaventurados los pobres en espíritu, Pues de ellos es el reino de los cielos.

»Bienaventurados los que lloran, Pues Ellos serán consolados.

»Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra.

»Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.

»Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia.

»Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios.

»Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.

»Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.

»Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí. Regocíjense y alégrense, porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que ustedes.

»Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya no sirve para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.

»Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.

»No piensen que he venido para poner fin a la ley o a los profetas; no he venido para poner fin, sino para cumplir. Porque en verdad les digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la ley hasta que toda se cumpla.

»Cualquiera, pues, que anule uno solo de estos mandamientos, aun de los más pequeños, y así lo enseñe a otros, será llamado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los guarde y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos. Porque les digo a ustedes que si su justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos».

Mateo



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