Héctor y Antonio caminaban por la vereda conversando sobre cualquier cosa sin importancia. Cuando a un lado del camino observaron una jauría de perros, la perra estaba trabada con un macho grande aunque lleno de cicatrices. Otros perros trataban de montar a la hembra sin ningún éxito, puesto que el macho campeón ya tenía el lugar ocupado.
Esto trajo a los dos jóvenes a la siguiente conversación:
- ¿Te das cuenta? - Dijo Antonio - ¿que una vez cumplido su cometido, ninguno de los dos perros que están pegados tratan de defenderse? Si estuvieran cada cual por su lado no tardarían en defenderse a mordidas de los demás.
- Me imagino que es porque para ellos éste debe ser el momento cumbre de su vida. Multiplicarse y hacerse muchos... además deben estar disfrutándolo a lo grande, tanto que no les importa qué ocurra a su alrededor - Contestó Héctor.
- Eso quiere decir que son vulnerables - dijo Antonio.
- Sí, puede ser - fue la réplica de Héctor después de una pequeña pausa.
- Entonces - Dijo Antonio, ahorita mismo podríamos hacer con éstos animales lo que se nos ocurra, torturarlos, golpearlos, hasta podría matarlos y morirían felices.
Héctor vio un brillo sádico en los ojos de Antonio y se sintió incómodo.
Antonio por su parte proyectaba en su mente imágenes de los dos animales torturados y muertos mientras compartían la última expresión de placer animal.