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Capítulo 23: La diferencia entre la luz y la oscuridad



El palacio del Sol de Kumsusan en Pionyang, la capital de Corea del Norte, normalmente solo tenía unos cuantos soldados a su alrededor y lo que más destacaba era su hermoso y colorido jardín delantero, pero ahora se encontraba rodeado de tanques de infantería y  Lanzamisiles, así como miles de soldados con uniforme verde olivo, en la parte baja cargando un fusil de asalto, en la zona superior había otros cargando Rifles de francotirador en todas las direcciones, finalmente media docena de helicópteros militares sobrevolaban los alrededores.
En su interior caminaba apresuradamente Kang Yong-rim con un gesto de disgusto, seguido por James Burt, su esposa quien aún llevaba en brazos a su hija, Salvador, Emilio, Diana y finalmente Kim Chong, quien era el único que sonreía del grupo, se sentía muy cómodo al regresar a su hogar.
Aun no se le había dado ninguna explicación adecuada al mandatario americano por lo que su nerviosismo y desesperación eran casi palpables, el grupo Iba por un pasadizo alfombrado de azul y en las paredes cremas se podían ver grandes cuadros que mostraban hazañas de los anteriores líderes del país como victorias de guerras o construcción de grandes edificaciones. Luego de unos veinte minutos de camino llegaron a una puerta blanca doble de tres metros de alto con diseños florales, el mandatario asiático estaba por abrirla, pero antes que lo haga una pequeña persona en su interior salió corriendo.
-¡Papá! – Dijo una niña pequeña de unos siete años, muy delgada y con el pelo largo, vestida de blanco que corría ágilmente.
Al verla, y para sorpresa de todos los extranjeros, Kang Yong-rim se agacha, sonríe y con una alegría que lo hace parecer una persona completamente distinta, la abraza y le responde:
-¡Young Mi!
-Young… Mi… - Repite en voz baja James y mira con mucha sorpresa a la niña.
-¿Pasa algo cariño? – Le pregunta Johana a su esposo al verlo con una mirada atónita.
-Es que… pensaba que la hija de Kang llevaba dos años en coma debido a una caída de un caballo – comienza a responder el estadounidense – Y según nuestros informes la posibilidad de que lleve una vida normal así despertara era nula… Quizás nuestros informantes se equivocaron.
-No, no se equivocaron – Interrumpió amablemente Salvador – La niña no podía despertar por medios humanos, pero para Dios no existe los imposibles.
Al escuchar estas palabras que venían con intención tranquilizadora, James no pudo evitar sentir el efecto completamente opuesto, ya estaba cansado de escuchar este tipo de expresiones alrededor de Dios, comenzó a pensar que si Dios realmente lo quisiera lo mejor que pudo haber hecho es no mandar a nadie en primer lugar.
-Debes de tener muchas dudas James… Es comprensible que desconfíes de mí, después de por lo que has pasado.
-¿También puedes leer la mente? – Preguntó James, tratando de mostrarse cortes, pero con poco éxito.
-No… - Respondió Salvador – No se necesita leer mentes para poder tener un panorama de tu línea de pensamiento actual, dado los últimos eventos…
-¿Podemos continuar esta agradable conversación adentro? – Interrumpió Diana acercándose a los dos caballeros e indicando con un movimiento de cabeza el cuarto por el que había salido Young Mi – Verá James… estuvimos cerca de dos horas esperándolos de pie y no soy precisamente un soldado.
Apenas terminó a hablar Camila comenzó a llorar, atrayendo la atención de todos los presentes.
-La pequeña debe tener hambre, señora – Observó Kim Chong, dirigiéndose a Johana – Tenemos una gran variedad de comida para niños de su edad en nuestra cocina, si gusta la puedo acompañar y guiarla con las dudas de idioma que pueda tener.
-Esto… - Comenzó a decir la mujer con mucha inseguridad.- No se…
-Anda con el – Indicó James a su esposa, nunca le gustó que su mujer se muestre dubitativa, y sabía que este era el peor lugar del mundo para proyectar esa imagen. – Come algo tú también, no hay razón para que sigamos desconfiando de ellos.
Al oír estas palabras Johana se llenó de confianza y caminó acompañada del generalísimo por un pasadizo cercano, mientras que trataba de calmar a su pequeña hija.
Por su lado, sin prestarles mayor atención, Kang Yong-rim ingresó a la habitación llevando en brazos a Young Mi, el resto los siguió. Entraron a lo que parecía una sala para reuniones informales en el centro una mesa baja de plata de aproximadamente dos metros de largo por uno de ancho, rodeada de ocho sillas doradas con cojines rojos, la habitación estaba adornadas de cuadros, los que más resaltaban eran los de líderes de Corea del Norte ya fallecidos, el resto eran paisajes naturales del país, el artista que los pintó no tenía nada que envidiarle a los grandes pintores del renacimiento, pensó James.
El primero en tomar asiento fue el anfitrión cargando a su hija sobre sus piernas, lo hizo en una silla central, sin esperar una invitación que no pensaba que llegara, Diana se sentó en una silla a la derecha de Kang, Emilio imitó a su amiga ocupando el sitio a su derecha, luego en el extremo opuesto, frente a la joven, Salvador toma asiento, finalmente James un poco incómodo porque nadie lo esperó y porque no sabía qué lugar ocupar decidió sentarse al costado de Salvador más que todo para guardar cierta simetría.
-Creo que quizás… deba comenzar con agradecerte Kang. –Comenzó el presidente americano, estaba muy acostumbrado a dirigir el las reuniones por lo que tomar la iniciativa era algo que le salía casi natural – De no ser por ti ahora yo sería un cadáver en la parte de atrás de mi propia oficina.
El líder supremo deja a su hija en el suelo, le dice unas palabras en su idioma esta sonríe y se aleja corriendo hacia otra habitación en la parte posterior de la sala. Luego de ello el norcoreano recupera su expresión seria, pero no parece tener el mal humor que presentaba durante el viaje, por lo que respondió calmadamente.
- Solo hice lo que la persona que le devolvió la alegría a mi hija me pidió que haga.
-Y te lo agradezco infinitamente… Kang – Comenzó Salvador, con su característica cordialidad – Sin tu ayuda  este hombre inocente y su familia estarían muertos.
-Salvar a líder del imperio americano… Si me hubieran dicho que algún día dirigiría mis mejores hombres a hacer eso podía haberme ahogado de un ataque de risa. –Respondió Sarcásticamente el líder.
Aunque un poco incómodo por el comentario, James trató de retomar el control de la reunión con lo que le era de mayor importancia, saber la identidad de las otras tres personas en esa sala, Salvador ya se había presentado de una forma tan similar a Carla que prefería dejarlo para el final así que pregunto de forma directa a Diana y Emilio.
-Ustedes dos… ¿quiénes son?... No parecen asiáticos... en especial tu joven, pareces latino.
Al oír que tenía una apariencia “menos asiática” que Diana Emilio sintió ganas de reír, pero se contuvo y respondió tratando de manejar su inglés lo mejor posible.
-Mi nombre es Emilio… Soy de Perú y la primera persona que conoció Salvador al llegar al mundo y ella es Diana mi asistente.
-¿QUÉ? – Gritó Diana a tal punto que el mismo Kang se sobresaltó y Salvador emitió una pequeña risa - ¿Tengo que recordarte que sería de tu miserable existencia si yo no hubiera estado cerca de ti para sacarte de los problemas en los que tú propia torpeza te mete?
-Ok, ok tranquila Diana solo quería aligerar las tensiones – respondió Emilio levantando las manos en señal de rendición y agregó – Ella es Diana una de mis mejores amigas y quizás la chica más inteligente que conozco.
-Mejor –Dijo la joven suspirando y recostándose sobre su asiento – Pero aparte de ser la que paga todo acá, quien tiene las soluciones más razonablemente coherentes y evidentemente la más bonita de este equipo, solo soy un personaje secundario… la verdadera estrella es Salvador.
La mirada de James se centró en el joven que tenía a su costado, había llegado el momento de encarar directamente a este nuevo supuesto enviado de Dios, y le rogaba a cualquier deidad que lo esté escuchando en este momento que no sea otro ser como Carla.
-Bueno… creo… que me comentaste que eras un enviado de Dios... ¿no es así?... Comprenderás que es algo difícil que te crea.
-Bueno, curé de un estado comatoso a una niña, de la cual eres consciente que no tenía salvación posible, además solicite a Kang te salvara la vida… ¿Creo que eso me debería dar un voto de confianza no te parece?
-Si… tienes un punto… Pero creo que Carla hubiera hecho algo similar para engañarme ella curó a varias personas en Estados unidos ¿lo sabes verdad? –Pregunto James.
-Si es cierto, es comprensible que tengas dudas… cualquiera las tendría después de haber pasado por lo que pasaste, pero creo que merecemos una oportunidad de que nos des un voto de confianza.
James no respondió su argumento era válido pero aún tenía en su mente la imagen de la traición de Carla y como esta lo hizo a un lado para acabar con la vida de Clemente y Victoria.
-Creo que hay algo que no estas tomando en cuenta… James. –Intervino Diana, con calma y comenzó a explicar – En esta situación existe una gran dualidad o eres blanco o eres negro, está el mal y está el bien, la luz y la oscuridad o finalmente… está Dios y está el diablo… No existen puntos medio, solo dos bandos completamente opuestos uno del otro. Ya has verificado cual es el bando en el que se encuentra Carla y de eso no tienes duda, otro hecho del cual no puedes dudar es de que fuiste salvado por acciones que realizó el mismo Salvador. ¿Eso no lo coloca a él inmediatamente en el otro lado de la moneda?
Luego de oír ese razonamiento tan pulido James no podía encontrar un error que le permita discutir con la chica, además sentía una mayor tranquilidad proveniente de Salvador de la que sentía de Carla, pues para el, ella siempre emanó malicia. Por lo que comenzaba a surgir en él una sensación de alivio.
-¡Para eso la traje! – Dijo Emilio con un tono jocoso.
Al oír esto la chica mostró los dientes con ferocidad y estaba a punto de decirle algo a su amigo, cuando salvador interrumpió, tratando de evitar que la conversación se desvíe innecesariamente.
-Gracias Diana… creo que tu explicación fue bastante concreta.
La chica sonrió satisfecha porque alguien en esa sala valore su participación. Pero antes que pudieran continuar el líder norcoreano comentó de forma fría.
-Además si estamos hablando de un representante del mal ¿dónde más que en América se podría presentar? La cual es una sociedad llena de personas que no tienen ningún respeto por los débiles o la naturaleza, solo les importa enriquecerse cada vez más.
- Kang… - Comenzó a responder James.
-Tiene parte de razón… –intervino Diana tratando de evitar que la reunión se torne en una discusión basada en prejuicios por ambas partes – Estados unidos es una de las principales potencias mundiales, si se desea llegar a la mayor parte de la población, es una buena opción un país que tiene los medios de comunicación y soberanía sobre la difusión de información de forma rápida y eficiente.
-Exacto – Agregó Salvador para apoyar una idea más positiva – Además, de que Dios no se ha caracterizado por necesitar presentarse con opulencia, le era suficiente manifestarse a través de un cuidador de ovejas, el hijo de un carpintero o un mercader.
La coherencia con la que explicaban la situación le hizo a James darse cuenta que esta vez no estaba ante un ser que lo llenaba de dudas, si no que sentía algo muy cercano a esperanza.
-Entonces… -Comenzó a decir el estadounidense con la mayor seguridad que podía mostrar- Si tú fuiste enviado por Dios, Carla es tu contraparte enviado por… ¿Satanás?
-Satanás, diablo, Lucifer, Iama, Mara - Respondió Salvador como si fuera un profesor de una escuela primaria – Existen casi tantas formas como idiomas para nombrar a la representación del mal en la tierra, pero si, ella fue enviada por el… Mientras que mi misión es tratar de conseguir unión en las personas, la de ella es completamente opuesta, generar dudas, desconfianza, temor, odio, y cualquier emoción negativa que pueda tener un ser humano que lo haga alejarse de Dios.
-Creo que lo consiguió bien conmigo… -Admitió James un poco avergonzado ante el hecho de haberse sentido manipulado.
-¡Ja! Americano débil… -Dijo Kang en voz baja pero audible aunque nadie le prestó mucha atención a su comentario.
-James…-Comenzó a hablar Salvador tratando de evitar que el presidente americano se pierda en sus pensamientos – Tu país… no el mundo te necesita… No sabemos exactamente que está haciendo Carla ahora, pero podemos esperar lo peor.
Al oír esto James trató de pensar que podría estar haciendo esa mujer, ¿tendría a todo su gabinete secuestrado? ¿Habría asesinado a quienes estén en su contra con ayuda de los soldados Británicos? La chica incluso pudo haber volado la casa blanca en pedazos con gente inocente en su interior y culparlo a él, ese pensamiento lo aterrorizó.
- ¡Debemos de regresar! – Exclamó con desesperación James – Kang con tu ejército y red de espionaje podemos encontrarla y detenerla.
El norcoreano hizo un mueca de desagrado lo último que quería en su vida era recibir órdenes de un americano, pero había estado deseando toda su vida demostrar que el ejército popular de Corea del norte podía hacer frente a cualquier reto y superarlo y esta era una oportunidad dorado de demostrárselo al mundo entero, que tan superior era ante la supuesta nación más poderosa del mundo.
-No nos apresuremos tanto James – Comenzó a hablar Salvador con la intención de tranquilizar al ambos mandatarios que parecían deseosos de desatar un conflicto – Si vamos por una solución basada primariamente en la violencia no haremos sino justo lo que Carla quiere y se perderán vidas valiosas en ambos bandos.
-Así es –Estuvo de acuerdo Diana – No es prudente que Carla tampoco haga, al menos por ahora, una acción que implique amenazas, extorsión, secuestros o similares si es lo que estás pensando ya que perdería más respaldo del que podría ganar y eso dudo que le convenga.
Salvador asintió, se recostó un poco sobre su silla y dio un leve suspiro para decir:
-Creo que lo que nos debe preocupar ahora es el tercer anticristo.
-¿El qué? –Preguntó James sorprendido ya que no sabía nada de eso y temía que solo fueran más malas noticias.
Al oír esto Emilio, dio una sonrisa con mucho ánimo como si lo hubiera estado esperando desde hacía mucho rato.
-¡Así es! Lo mismo estaba pensando yo y es por eso que trajimos eso hasta aquí.
El joven señalo un objeto de más de un metro de largo envuelto en una manta de color gris en el otro lado de la habitación.
-Jum… ¿Realmente eso será tan poderoso como dicen que es? –Preguntó Kang con desconfianza.
-No te preocupes lo es. –Afirmó Salvador.
-¿Me pueden decir que rayos tienen allí y quien es ese tercer anticristo del que hablan?- Indagó James, dejando oír un tono nervioso.
En ese mismo momento a siete mil kilometro a oeste en las afueras de la ciudad de Mosul en Irak, una veintena de soldado árabes montan guardia, portan uniforme de color marrón claro que se puede mezclar con el color del desierto, su trabajo es revisar a todo el que entra como al que sale de la ciudad. Ese día casi no ha habido tránsito de personas por lo que han tenido un día bastante aburrido.
De pronto ven la figura de una persona caminando por el desierto hacia ellos, completamente sola y desarmada, vestía una túnica blanca, turbante blanco, sandalias y se podía ver que tenía barba. Era extremadamente extraño que alguien vaya solo por el desierto ya que era muy peligroso puesto que se encontraban en medio de una guerra civil. Por lo que uno de los soldados le gritó que se detenga.
La figura no le hizo caso y siguió caminando hacia ellos tranquilamente, ante lo cual cinco de los soldados se adelantaron y le apuntaron haciéndole una advertencia final de que si no se detenía dispararían. Pero la persona mantuvo su camino sin disminuir la velocidad.
Al ver que no tenía la respuesta que esperaban los soldados se prepararon para abrir fuego, pero un segundo antes de que lo hicieran una fuerte tormenta de viento y arena cayó sobre ellos cegándolos completamente. Esta se mantuvo durante unos minutos en los cuales los soldados se vieron obligados a retroceder.
Pasaron unos minutos y la tormenta terminó y al despejarse el viento pudieron ver que la persona estaba a solo unos diez metros de distancia y mantenía su ritmo de camino como si a él no lo hubiera afectado en absoluto el breve fenómeno natural, estaban a punto de disparar cuando vieron su rostro, su barba, sus ojos y quedaron petrificados como por un hechizo, ya que estaban viendo a una persona que para ellos era un mártir de su rebelión.
Bajaron las armas y solo atinaron a decir.
-¡Es El! ¡Ha regresado! ¡Subhan Allah!


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