En los albores de la democracia se cree que el fanatismo franquista amenazaba a los recien legalizados comunistas con pintadas como: "Vamos a matar al cerdo de Carrillo". Desde las filas ácratas se lo avisaban por si no tenía constancia de ello pidiéndole que prestara más atención a sus animales: "Ten cuidado Carrillo, te quieren matar el cerdo". Cierto o no, esto ha quedado como una anécdota de la transición, sobre hechos y situaciones que ya creemos totalmente superadas, pues, afortunadamente, hoy por las calles de Madrid ya no campan a sus anchas los Guerrilleros de Cristo Rey buscando sospechosos de abandonar los Principios Fundamentales del Movimiento, obligando, en el mejor de los casos, a cantar el Cara al Sol como prueba de lealtad al Régimen. Sin embargo, otro tipo de totalitarismo avanza, sin que nadie ponga remedio, por el Valle de Laciana en una versión moderna de los citados guerrilleros o quizá de un patético remake de aquellos cuatreros y salteadores de caminos del lejano oeste. Pure wild west in Laciana Valley.