Como me he encargado de comentar en mas de una ocasión aquí en el Estudio del hábitat o en mi sitio web, los tiempos naturales de nuestra Madre Tierra, nuestros tiempos también, difieren del calendario civil o gregoriano, especialmente para el Hemisferio Sur. Y ante tanto desmadre por el 31 de Diciembre o 1º de Enero que se avecinan, vamos a detenernos en este tema con mayor precisión a fin de arrojar un poco de luz sobre el asunto.

El año está divido en cuatro partes: las cuatro estaciones determinadas por el Solsticio de Invierno, el Equinoccio de Primavera, el Solsticio de Verano y Equinoccio de Otoño. Ese es el orden perfecto de la naturaleza, el compás inalterable del fluir de la vida.

Ahora, los sabios chinos de la antigüedad fueron más allá de esto y determinaron el nacimiento del nuevo año, el renacer del ciclo, como el punto medio entre el Solsticio de Invierno y el Equinoccio de Primavera. Lógica simple y perfecta del equilibrio entre el Solsticio de Invierno, cuando el principio supremo del Yin alcanza su apogeo y su consecuente declinamiento con el renacer del Yang, y el Equinoccio de Primavera, cuando ya el verde de la naturaleza luce en su esplendor.

Esto sucede la segunda luna nueva después del Solsticio de Invierno, con precisión: el Jueves 7 de Febrero para el Hemisferio Norte, y el Sábado 16 de Agosto para el Hemisferio Sur.

Ahí está el punto cero, el principio del no tiempo; la frecuencia de tiempo natural.