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Las zapatillas de ballet no llevan tacos

Podemos forzar las cosas para que encajen en nuestra horma, o bien tomar consciencia de cómo son nuestros pies, para ponernos los zapatos que mejor nos acoplen.

Si tu hijo o hija te dice que quiere apuntarse a ballet, sobra decir que no le comprarás Unas Zapatillas con tacos, propias del fútbol, ¿verdad? 

Aunque también es cierto que muchos padres les compramos unas Zapatillas a nuestros, en base a lo que nosotros queremos o nos gustaría que practicasen, ¿como medida de persuasión? ¿como mensaje subliminal? ¿como resultado de nuestra ignorancia?

El otro día vi una publicación en Instagram, con unos platos colocados en la ranura de una rejilla de desagüe en la calle, y la frase «que encajes no significa que estés en el lugar correcto».

Me encantó.

Todo a favor, menos lo más importante

Eso nos pasa muchas veces en la vida. Lo podemos ver claramente en nuestro día a día, en las actividades de nuestros hijos, en el trabajo…

Conozco a una chica, cuya hija va con las mismas amiguitas desde primero de infantil. Las niñas se llevan muy bien, los papás y las mamás respectivos también, y todas comparten la misma afición por la danza.

O eso creían.

Porque mientras hacían juegos y bailes simples en clase, todas eran muy monas, aplicadas y graciosas. Conforme la hija de esta chica se iba haciendo mayor, veía que tenía menos elasticidad y coordinación artística que las otras.

Y el hecho de que, al dos por tres, se probara las zapatillas de fútbol de su primo, parecía una clara señal de que la danza no era su deporte.

Pero tenían todo a su favor; las familias compartían afición, temas de conversación, horarios… «yo recojo a tu hija hoy y las llevo al baile», «hoy las llevo yo y las recoges tú», «celebramos el cumpleaños juntas al salir de clase…».

Y la niña quiere invitar también a su primo al cumpleaños, y que venga con dos amigos, para así jugar un partidito

Le podían regalar para su cumpleaños unas zapatillas de ballet con tacos, pero es más práctico facilitarle el calzado que mejor se acople a sus necesidades, ¿no crees?

¿Cuántas veces te pones unos zapatos que no te encajan?

Cuántas veces aguantamos la presión del calzado, esperando que ceda un poco para que no nos roce.

Cuántas veces nos ponemos un zapato incómodo, porque creemos que es lo que más combina con el atuendo que llevamos.

Cuántas veces queremos hacer ballet y nos ponemos botas con clavos, porque ni siquiera sabemos qué es lo que en realidad necesitamos. 

Sin duda, nunca es tarde para «mirarse los pies» y tomar consciencia de cómo son y para qué los queremos utilizar. 

Y si nosotros, ya adultos, podemos hacerlo, no cometamos los mismos errores con nuestros hijos.

Démosles la oportunidad de conocerlos, de que ellos mismos se conozcan, de brindarles la libertad de elección que nosotros nos hemos privado o nos han privado por determinadas circunstancias.

Y antes de regalarles unas zapatillas, que sepan cuáles quieren utilizar en realidad.

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