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La idea falsa de los héroes y las tribus de marca


 

No siempre somos eficientes

La civilización funciona, en ocasiones, de un modo irónico, al propiciar que las prácticas más comunes sean las menos funcionales o las más inútiles.

No ocurre siempre, por lo general nuestras neuronas espejo nos ayudan a copiar las prácticas más eficientes, logrando con esto la evolución acelerada que ha tenido la especie humana, pero hay excepciones, a menudo propiciadas por otras razones que tienen que ver con nuestro pasado primitivo: como el temor al riesgo, la conducta de rebaño o la creencia de que hay personas que son esencialmente diferentes a las demás.

Esto último ha llevado a convicciones que nos han llevado a construir ideologías vergonzantes como la nobleza, las razas superiores o el privilegio del derecho personal sobre el social, que ha agudizado las diferencias económicas.

El héroe que vence todo

Una de estas creencias erróneas, que nos lleva a prácticas inútiles y desgastantes, es la creencia, de que los mejores son aquellos que logran vencer todas las fuerzas opositoras, derrotando una gama infinita de enemigos mortales y obteniendo éxito de intensas batallas apenas con algunos músculos lastimados y cortadas en el rostro.

Por supuesto que esto ha sido reforzado por los medios de comunicación y redes sociales, pero su origen es tan antiguo como la civilización misma. La mitología europea que se ha querido imponer como universal esta llena de semidioses que vencen ejércitos enteros, reyes poderosos y dioses oscuros.

Este interés por difundir la idea de héroes poderosos explota nuestra psique para fundamentar la diferencia entre los seres humanos orientándonos a aceptar a vivir con esas diferencias, incluso admirándolas y defendiéndolas.

Pero en la vida real las cosas funcionan de un modo diferente.

Negociar o pelear

Desde hace cientos de años la humanidad aprendió que oponerse directamente a sus adversarios lo llevaba guerras largas y desgastantes en donde el ganador era el que perdía menos, en cuanto a vidas, tiempo y sufrimiento. Las fortunas mismas por las que se daban las guerras resultaban mermadas por los mismos acontecimientos.

Por este motivo se inventó la política. Esta práctica social es una guerra simbólica que sustituye las armas por palabras y las invasiones con diplomacia. La política no es del todo perfecta, pero funciona, muchas guerras se han evitado cuando el más débil reconoce que es mejor negociar que enfrentarse. El comercio florece en ambientes de paz, pero los estados quieren parte de este crecimiento por lo que la política es una lucha constante entre grupos sociales.

No se trata de glorificar la política, parte de sus componentes está la retórica, la manipulación el engaño, la recurrencia a herramientas emocionales y persuasivas con fines egoístas, pero todos estos armamentos son simbólicos, se usan en lugar de dagas, espadas o armas de fuego y en este sentido se puede decir que es un avance de la civilización lograr que sus guerras sean simbólicas, aun cuando la amenaza de convertirse en reales sea permanente.

Las marcas son pandillas simbólicas

La presencia de marcas empresariales de diferentes tamaños son el equivalente simbólico de las hordas y las pandillas. Se ha legitimado y reglamentado la lucha por territorios no a través de enfrentamientos como todavía ocurre entre pandillas sino a través de participación de mercado, valores agregados, guerra de precios y una que otra práctica desleal.

Lo interesante desde esta perspectiva es que nosotros, como consumidores, no Somos mas que admiradores de una organización social que pretende representarnos para llevar adelante sus objetivos reales que tienen que ver con la rentabilidad.

La idea que somos tribus representados por una marca es romántica y atractiva, pero en realidad somos víctimas de nuestra propia necesidad de pertenencia. Los expertos en mercadotecnia son capaces de detectar estas necesidades emocionales para darnos objetos que nos hace sentir que pertenecemos a algo. Pero vestir como rockero pensar, hablar y comportarnos como los cantantes de rock, no nos convierte en estrellas, sino en creyentes.

Usa la simbología, no seas su víctima

Reconocer las prácticas que nos paralizan o desorientan es necesario para no caer en las trampas del mundo simbólico. Lo que exige una visión crítica

No se trata de romper con la sociedad y afiliarnos al Ludismo, el movimiento de los artesanos del siglo XIX que abogaban por un mundo sin industrialización ni avances tecnológicos. La idea es romántica pero contraria a la evolución humana.

Sólo es necesario despertar y no tragarse sin cuestionar las historias que entorpecen nuestra evolución personal y por consecuencia la de nuestra sociedad, que no necesariamente está inserta en los desarrollos más avanzados de la humanidad por el tema de las diferentes entre humanos de la que hablamos al principio

Al reconocer que somos parte de un juego simbólico podemos liberarnos de fatalismos y juegos de poder en el que caemos constantemente. Comprender por ejemplo que las historias de héroes son atractivas, pero también son ficción, que el poder es la capacidad de ser y que sí está incluida la capacidad la fuerza física simbolizada a través de palabras y códigos.  Llegar el entendimiento que cuando consumimos estamos siendo parte de una propuesta que parece pertenecernos excepto porque nuestros beneficios son mínimos.

Cómo están hechas las reglas de la realidad son diferentes a las del juego. El esfuerzo colectivo, lo que incluye lo intelectual, es más poderoso que el individual, la política más poderosa es la democrática y el consumidor enterado y experto marca las reglas del juego.



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