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Lullaby y las gordas en el metro

Tags: gordas lullaby

El metro de Santiago apesta, pero al menos se ve limpio y se puede mirar más. Y si hay algo con lo que Lullaby se obsesiona es observar con curiosidad intimidante cada persona, cada ropa, cada cara, cada peinado, cada cartera, cada zapato, cada uña, cada cuerpo, cada cana, cada caspa, cada espinilla, cada aro en la nariz, cada tatuaje y cada reflejo de sí misma y de los demás en las puertas.

Y tal como ella analiza de forma molesta, a ella la descueran con la vista, pero no con un afán sexual, pero no hombres precisamente. Sólo es descuerada en algo extraño que hacen las mujeres cuando se encuentran con otras mujeres: mirarlas con odio o mirarlas con envidia. No hay más opciones. Y ahí Lullaby tiene la duda.

Lullaby es delgada, muy delgada. Flaquísima en realidad como una niña de 15 años. Y si hay algo que las mujeres odian es toparse de frente con otra mujer más flaca que ella. Puede caer una bomba y destruirlo todo, pero nacerá otra generación de mujeres y tendrán la misma fijación-envidia-odio con los huesos de otra.

Desde que cruza las puertas del vagón y se toma de algún fierro empotrado para afirmarse, Lullaby es víctima de las miradas de las Gordas del metro. Gordas jóvenes, gordas viejas, gordas alternativas, gordas no tan gordas, gordas muy gordas y rellenitas en general. Si fuera envidia, no se entiende porque se ven contentas, yendo o viviendo de un trabajo estable con un sueldo estable, con anillos de casadas, con novios guapos al lado de ella, con bonita ropa, con teñido de pelo y todo, pero algo en sus cabecitas apunta con maldad a una Lullaby que no tiene donde caerse muerta, con más novios desechables que vivos, sin trabajo y sin nada firme (real o imaginario) de lo cual pueda aferrarse en realidad.

Lullaby a veces desearía vivir sus vidas y regalarles su cuerpo huesudo sólo para que vean que siempre será mejor quedarse con interminables rollos en el cuerpo que con interminables rollos en el alma y la cabeza. Entregarles en una bandeja su clavícula, sus piernas de niña, sus pechos de bailarina, sus costillas, sus pantalones talla cero y sus vestidos comprados en la sección infantil sólo para que confirmen in situ que ser muy delgada también tiene sus costos frívolos y de los otros. Pero sólo a veces, en otras ocasiones no regalaría ni un milímetro de ella misma a nadie.

Historias sobre una chica oscura llamada Lullaby. Solitaria, odiosa, rebelde, irónica y agriamente dulce.


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