La Rosa que me hiere por cogerla
inunda de fragancia los sentidos,
mas por haberla del rosal cogido,
gotas de sangre en mis manos deja.
Sin duda una venganza, un castigo
por robar juventud a su belleza
y en un instante la convertí en vieja
truncando el esplendor de su destino.
Sus pétalos ajados se cayeron,
la vi con pena convertirse en nada
y la arrojé diciendo, ¡no te quiero!
Y quedó para siempre abandonada
la rosa que cogí con tanto empeño,
queriendo que mi vida perfumara.
© Eumenia Rodríguez Chamorro (Texto)
© sol.gzalez (Foto)