"¿Que no están los barcos listos? ¿Que el corsario inglés ha robado uno de los navíos que tenían preparados para mí?" Gonzalo da Ronquillo gritaba y golpeaba el suelo con los pies, sus manos cogieron por el cuello de la camisa al oficial del puerto de Panamá que en voz muy baja se lamentaba de haber sido víctima de Drake. Don Diego separó a su primo del inocente soldado y le pidió que se tranquilizara.
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Panamá era un pequeño pueblo en comparación con Cartagena, las poblaciones de la parte oriental de América eran muy jóvenes y carecían de todo.
El gobernador temía la reacción de Ronquillo cuando le dijera lo peor, por eso dilataba el momento.
El gobernador espiaba el semblante de don Gonzalo mientras decía esto último, pero Ronquillo estaba demasiado desmoralizado para captar lo que quería sugerirle.
Esperó un poco mas, a ver si su invitado reaccionaba y se daba cuenta del peligro y los problemas que podían surgir ahora que el peligroso pirata conocía el camino de los españoles hacia las nuevas tierras de Filipinas. El silencio de don Gonzalo era pertinaz. ¿Qué podía ocurrir si al pirata le daba por interceptar los barcos cargados de mercancías que hacían la ruta entre América y Filipinas? Como no había respuesta prosiguió hablando.
- Han salido desde Perú dos navíos con sus bergantines y soldados para cortar la retirada de Drake y estudiar las posibilidades de fortificación del Estrecho. Ahora es invierno y no pueden regresar a Inglaterra. Van muy cargados, sabemos que tienen municiones y provisiones en abundancia. Hace poco hemos recibido la mala noticia de que asaltaron Guatulco. Los soldados no supieron reaccionar y los corsarios se hicieron los dueños de la ciudad. Tenemos muchos problemas porque hasta esta parte no llega la artillería pesada, es casi imposible atravesar la selva cargados con cañones y piezas gruesas; las municiones escasean... Pues, lo que le iba diciendo, para que usted comprenda la crueldad de esos demonios, entraron en la iglesia de Guatulco y la emprendieron a cuchilladas con el crucifijo. ¡Un crucifijo! Prendieron al clérigo y a dos españoles, los desnudaron y obligaron a recorrer las calles mientras les pinchaban con los puñales y machetes. No mataron a nadie. Saquearon la ciudad aunque ellos tienen ya de todo. Riéndose marcharon, y avisaron que se fueran preparando nuestros hermanos de Acapulco.