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La fuente de la eterna jueventud

En una isla de Japón vivía un viejo leñador con su mujer, tan vieja como él. Se llamaban Yoscida y Fumi, y estaban satisfechos de lo que habían hecho en su larga vida, pero sabían que también para ellos llegaría el día en que la muerte los separaría y ésta era su única e inconsolable pena.

Un día, Yoscida fue al bosque pero con los años todo había cambiado mucho y el leñador se perdió. Halló una fuente y bebió un sorbo de agua. Inmediatamente notó que se volvía como cuando tenía veinte años. Había encontrado la legendaria fuente de la juventud.

Corrió a su casa y su mujer casi no lo reconoció: pero cuando supo lo que había sucedido, pidió que le explicara dónde estaba la fuente milagrosa y, más que contenta, se puso en camino.

Pasaron las horas y como Fumi no volvía, Yoscida se alarmó. Volvió a la fuente y se encontró ¡con una niña que ni siquiera sabía andar! Era la viejita, que había bebido mucha agua.

Yoscida no se amilanó; la tomó en brazos y, por el gran amor que le tenía, desde aquel día hizo de padre para ella y los dos continuaron siendo felices.



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