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Notas sobre el Quijote y la poesía (1)



Notas sobre el Quijote y la poesía (1)

Marcos Santos Gómez



Parece que la literatura, y sobre todo la poesía, primera forma de literatura escrita al menos en las lenguas europeas, se confunde con el mito en su voluntad de sacralizar, justificar o ennoblecer la realidad. La poesía, incluso en sus formas más cercanas a la prosa o en las vanguardias, aun siendo consciente de ello como lo son estas, introduce una tensión en el Mundo, O QUIZÁS LA DESCUBRE. Con la poesía siempre se señala algo como conteniendo algo más, o siendo algo más, y por tanto, en su autodesbordamiento. Muestra, como decía Wittgenstein, pero no piensa, al aspirar a estar en los puros límites del mundo. En estos días estoy leyendo mucha poesía y hallo esto por supuesto en la más arquetípica y épica, de lenguaje y métrica artificiosos, pero también, de una forma suavemente bella, en la que "imita" la prosa, como es el caso del salvadoreño Roque Dalton, con un lenguaje periodístico y un inevitable tono de suave humor y narrativo que recuerda la opción lúcida de la comedia y la novela cervantina. Todo el realismo poético, de tipo "sucio" o la poesía de la experiencia, manifiestan, aunque quieran callarla, esta tensión ineludible en el arte. Si no, no pueden ser ya poesía. Y lo son, ciertamente, y muy buena en muchos casos.

Como novela que plantee especialmente la tensión que lo poético invoca en lo real, el arte en general, está el grandioso ejemplo lleno de lucidez del Quijote. También lo estoy releyendo, por tercera vez en mi vida, y cada día me sorprende más. Cervantes acude a una narración de tono sencillo, a su famoso "realismo" para contrastar el mito con la realidad, o lo épico, noble y poético con el mundo. Se sirve, por ejemplo, de la senda ya iniciada en su tiempo por la novela picaresca, deteniéndose incluso en detalles escatológicos (Sancho literalmente defecando de miedo en una escena hilarante, la de los batanes). A esto se han atrevido pocos en la historia de la gran literatura, que yo recuerde Quevedo, que adoraba al Quijote y parodió el género picaresco en El Buscón, o ya las vanguardias del siglo XX, como el Ulises de Joyce, que suele detenerse en detalles "groseros" y esmerarse en su relato. El soldado Cervantes, retirado y sintiendo el fracaso y decadencia de los ideales heroicos del ejército y la guerra, emprendió esta senda irónica para mostrar la vida humana como esta tensión, precisamente, a pesar de que, en principio, se pueda creer que solo pretende reírse de la figura grotesca de un Quijote enloquecido. Es mucho más y Cervantes se fue dando cuenta de ello cuando lo fue escribiendo, sin duda. La idea que había tenido ha sido una de las más grandes ideas de la historia de la literatura, que añadía a la vieja comedia griega o a la picaresca su melancolía, en palabras del profesor Cerezo, el sopetón o tirón de orejas al mismo tiempo que el abrazo tierno a su personaje (lo que con bastante menos genio, pero conmovedoramente eficaz, también, haría Dickens con el personaje Pickwick).

Cervantes muestra la función y el efecto, el alcance, de los arquetipos en el mundo, su inevitable necesidad y cercanía al tiempo que su infinita distancia. La poesía promete que el mundo es más de lo que en la rutina parece, movimiento del que ni escapa ni creo que en el fondo quiera escapar el "realismo sucio" de cierta poesía actual o las formas poéticas más próximas a la prosa. Lo que hace Cervantes es contraponer el arte fuertemente artificioso e idealista de su tiempo (novelas pastoriles, de caballerías, poesía garcilasiana e incluso mística y picaresca) con el mundo y el resultado es, obviamente, cómico. Cómico porque sólo la risa puede captar este desfase. El humor es el instrumento más poderoso del entendimiento y la razón humana, pues además, lejos de absorberse y negarse en la grieta, aquí la razón se eleva, reflexiona y anticipa lo conceptual. Quizás si el hombre no pudiera reír, no habría habido filosofía, más allá de la catarsis o el trance trágico del conflicto y el dolor que realizara la tragedia ática.

La ironía cervantina es la de saber que aquello que salva a la realidad, la niega o sencillamente no encaja en ella. Pero, en la segunda parte, se agudiza, pues su "reflexión" cómica narrativa de la primera parte se consideran también, como es lógico, mito y arte, de manera que incluso el arte que trata de ser lúcido y consciente de su elemento mítico, de su ideal arquetípico y de la distancia de la poesía con el mundo, tampoco puede pensar el mundo ya que vuelve a tornarse y a ser mito y poesía. Algo así como si ante el hombre se antepusiera este inalcanzable horizonte todo el tiempo. Algo se va abriendo frente a él, haga lo que haga. Por eso existe el arte y la poesía ha sugerido también Borges en su librito "El hacedor".


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