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Ulises



Nos acercamos con mucho cuidado para traducir a Ulysses, ya que James Joyce, habíamos leído, gustaba de hacer juegos de palabras y usar el doble sentido. Al final cuckquean…

Él la miró poner en la medida y luego en la jarra la leche rica y blanca. Vieja arrugada. Puso de nuevo una medida y la yapa. Vieja y secreta había entrado desde el mundo de la mañana, tal vez una mensajera. Ella alabó la bondad de la leche, mientras servía. Arrodillada al lado de una paciente vaca durante el día en el lujurioso campo, una bruja en un hongo, sus arrugados dedos rápidos en las ubres goteantes. Se inclinaban ante ella a quién conocían, el aterciopelado ganado. Pobre mujer a la que le ponían nombres. Una vieja andante, forma baja de un inmortal sirviendo a su conquistador y alegre traidor, el fisgón común, mensajera de la secreta mañana. Servir o criticar, si él lo diría: pero despreciada a pedir su favor.
—Lo es, señora —decía Buck Mulligan, poniendo leche en sus tasas.
—Pruébela señor —dijo ella.
Él bebió a su pedido.
—Si pudiéramos vivir de buena comida como ésta —le dijo en voz más bien alta —no tendríamos el país lleno de gente con los dientes cariados y los estómagos podridos. Viviendo en pantanos, comiendo comida barata y las calles llenas de polvo, bosta y basura.
— ¿Es usted estudiante de medicina, señor? —preguntó la mujer.
—Lo soy, señora —Buck Mulligan contestó.

—Mírela —dijo ella.
Stephen escuchaba en un silencio despreciativo. Ella se inclinaba a la voz que le hablaba fuerte, a su médico: a mí me despreciaba. A la voz que engrasaba todo lo de ella para su tumba excepto sus sucias tripas, de la carne de hombre hecha no a la imagen de dios, la presa de la serpiente. A la voz alta que le pedía silencia con ojos asombrados.
— ¿Entiende lo que dice? —le preguntó Stephen a ella.
— ¿Está hablando en francés, señor? —le dijo la vieja mujer a Haines.
Haines le volvió a decir un largo discurso, confiadamente.
—Irlandés —dijo Buck Mulligan —. ¿Hay algo de gaélico en usted?
—Pensé que era irlandés —dijo ella, pero el sonido. ¿Es usted del oeste, señor?
—Soy inglés —contestó Haines.
—Es inglés —dijo Buck Mulligan —y piensa que deberíamos hablar irlandés en Irlanda.
—Seguro que deberíamos hacerlo —dijo la vieja mujer —y me avergüenzo de no hablar el idioma. Me dijeron que es un gran idioma, aquellos que saben.
—La palabra no es grande —dijo Buck Mulligan —Enteramente hermoso. Sírvenos más té, Kinch. ¿Quisiera una tasa, señora?
—No, gracias, señor. —dijo la vieja mujer a punto de irse.
Haines le dijo a ella:
— ¿Tiene la cuenta señora? Mejor le pagamos, Mulligan
Stephen llenó de nuevo las tres tasas.
— ¿Cuenta, señor? —dijo ella, parándose —. Bueno, son siete mañanas una pinta a dos peniques es siete dos, es un chelín y dos peniques, y estas tres mañanas un cuarto a cuatro peniques es tres cuartos, es un chelín… (Traducción propia de Ulises, de James Joyce)
Joyce family, Paris, 1924

A wandering crone, lowly form of an immortal serving her conqueror and her gay betrayer, their common cuckquean

Vocabulario
A cuckquean is a woman whose fetish is watching, and deriving sexual pleasure from watching, a man having sex with one or several women.

Para saber
Gracias a Ezra Pound comenzó la publicación seriada de Ulisesen The Little Review en 1918. Esta publicación tuvo problemas con las autoridades postales de Nueva York. Los editores fueron juzgados por publicar obscenidades en 1921.

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